Un nuevo derecho humano: gozar de una feliz Navidad

30/10/2012 - 12:00 am

Para los juarenses, pasar cinco años completos envueltos en una guerra sanguinaria nos obligan a ver la vida desde una perspectiva diferente a la de los habitantes de la Ciudad de México. Hemos pasado de todo y muy pocas cosas ya nos impresionan; hemos comprobado que los seres humanos son capaces de cometer las peores acciones en contra de otros seres humanos por razones injustificables.

Sin embargo, también hemos visto las más impresionantes acciones de solidaridad, de valentía y resistencia. Las mismas personas pueden cometer actos heroicos y actos perversos. Todo mundo es capaz de hacer de todo. Por eso me impresionaron las opiniones de un grupo de jóvenes que estamos acompañando desde hace un año, para salir de la pre delincuencia y caminar sobre un proyecto de vida profesional. Después de una bizarra discusión, dadas las condiciones en que viven y estudian, formularon una extraña, para mí, proposición: tener una feliz Navidad es una ilusión a la que todos los jóvenes tienen derecho, por lo tanto debemos considerarlo un derecho humano.

Para mí que tengo todo un discurso sobre el mercantilismo navideño, sobre la manipulación religiosa de las conciencias en estas fechas, donde entre otras cosas se incrementan los diezmos a la iglesia católica, me costó guardar silencio y finalmente apoyarlos, sobre todo cuando el reclamo de una feliz Navidad no lo hacían para ellos, sino para los muchachos de la colonia más chicos que ellos, para los que tienen entre 12 y 14 años y saben que este, como muchos años más la van a pasar difícil. Y estos jóvenes (unos 20) que andan batallando con ellos mismos a sus 16-17 acordaron realizar un programa de apoyo para otros 80 chavalitos a los cuales en agosto, organizaron en un campamento de verano y ahora planean realizar una serie de actividades más simbólicas que monetarias para ofrecerles a sus menores una fiesta navideña y algún regalo que les recuerde que pertenecen a Anapra, una generación de juarenses que han decidido hacer otro esfuerzo más para salir del pantano social en que han vivido durante las últimas tres generaciones. Y están sobreviviendo a la guerra.

Dimensionemos cuantitativamente lo que ha sucedido en Juárez, y en el estado, en los últimos cinco años para aproximarnos a los impactos cualitativos en el alma de los chihuahuenses. De enero de 2008 a diciembre de 2012, sólo en Juarez, andaremos con un acumulado de 10,300 homicidios intencionales. Un promedio de 2,064 homicidios por año, lo que da una tasa promedio de 158 homicidios por 100 mil habitantes por año (158/H-A/100MHs). Esa tasa promedio es una barbaridad, porque la tasa de eficacia de ajusticiamiento legal de los homicidas apenas rebasa el 8%, y hubo un tiempo en que fue del 1.5%.

Sin embargo, este año esperamos una tasa máxima de 63/H-A/100MHs, un 39% de la tasa promedio, pero más aún si consideramos el último semestre de 2012, estaremos en una tasa de 41/H-A/100MHs, el 25% de la tasa promedio. Esa reducción parecería impresionante, pero nada es absoluto, todo es relativo, comparemos la mejor tasa, (41/H-A/100MHs) con la tasa de Japón de 02/H-A/100MHs, y con una tasa normal del D.F. de 09/H-A/100MHs.

Sin embargo, cuando los televidentes ven que el tiempo de las noticias diarias dedicado a la lectura de los nombres de los asesinados anda entre tres y seis minutos y tienen el recuerdo fresco de que hace un año consumían más de 30 minutos, tienen una sensación de que la paz nos acompañaría esta Navidad. Esa es una percepción general y qué bueno que así sea. Pero el renacimiento no es completo, precisamente recordando y apretando esa etapa de la historia europea, vemos cómo la política comunitaria de nuestras autoridades no va a la mejoría al mismo ritmo.

Pretextando la guerra demencial que sufríamos, las instituciones de Seguridad, iniciando con el Ejército, la Policía Federal, Estatal y Municipal, declararon una especie de estado de sitio con una mayor o menor apertura, según el criterio de los comandantes; y ante esa sistemática violación de derechos humanos sufridos mayormente por gente honrada y trabajadora que tienen mala facha, un puñado de defensores de derechos humanos hemos hecho frente ese mar de injusticias (¡Sí es un mar!, en los primeros diez meses del 2012, la policía municipal ha detenido a más de 120 mil juarenses, el 10% de la población). Y cuando ante la presión ciudadana, el Teniente Coronel Leyzaola y el presidente municipal, aceptaron cambiar las órdenes para la detención de sospechosos, el número se desplomó, como los homicidios, hasta una cuarta parte de las detenciones anteriores. Eso en el primer mes.

Pero no todo es tejer y cantar para las próximas fiestas. En el campo chihuahuense se prevé una de las más tristes y trágicas navidades. Un indiscutible derecho humano, el «Derecho al Agua» es causa de un feroz enfrentamiento entre chihuahuenses de origen mestizo (léase español y tarahumara o tepehuano) y los chihuahuenses de origen menonita, además de extrañas inversiones agrarias de capitales “sin nombre”, inversiones que rompieron con una veda angustiante para los primeros de abrir pozos de irrigación pero a contracorriente y mediante la consabida corrupción exentó a los segundos y terceros. A los que hay que añadir una voraz inversión de mineras canadienses, a las que se les autoriza lo que a los mexicanos se les negó, tenemos un peligroso cóctel de revuelta social.

Como siempre sucede en estos casos, la tragedia se ve venir, todos los campesinos la advierten, pero las autoridades no hacen nada para evitarla y la tragedia llegó cobrando la vida de los activistas Ismael Solorio Urrutia y su señora esposa Manuela Martha Solís Contreras, lo cual enfureció a los campesinos del noroeste. Y consiguió el respaldo y la solidaridad de los grupos de defensores de los derechos humanos de la zona y la capital del estado.

Cuando lo razonable es identificar al enemigo común (si es que lo es) y trabajar la unidad de objetivos contra los violadores de la ley y los corruptos, el gobierno gira en redondo y se lanza contra los derechos humanistas lo que agrava la situación en el estado, pues de repente ser activista o defensor de derechos humanos, significa estar casi fuera de la ley. La confusión invade a quienes hemos vivido la guerra levantando la bandera derecho-humanista, nos vemos confrontados entre quienes exigimos justicia y quienes apoyan al gobierno. Ahora de repente, estamos divididos y no en función de la interpretación de la ley, sino en función de una posición político burocrática. Cuando las dinámicas sociales toman este ritmo, no se sabe dónde terminarán y todo esto sucede cuando la población se prepara para la verdadera fiesta regional: las fiestas navideñas.

Por eso en estas circunstancias tan críticas, resulta razonable lo que proponen los jóvenes de Anapra: en Chihuahua, “gozar de una feliz Navidad es un derecho humano para todos los chihuahuenses”.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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