Arnoldo Cuellar
25/10/2012 - 12:01 am
El de Miguel Márquez, un gobierno titubeante
A diferencia de sus antecesores, aquí sí marcando un deslinde, el nuevo gobierno de Guanajuato no parece tener prisa en posicionar ni una imagen ni un discurso. Las propuestas que más han permeado en el ánimo de la opinión publicada, que no es lo mismo que la opinión pública, de parte de Miguel Márquez, han […]
A diferencia de sus antecesores, aquí sí marcando un deslinde, el nuevo gobierno de Guanajuato no parece tener prisa en posicionar ni una imagen ni un discurso.
Las propuestas que más han permeado en el ánimo de la opinión publicada, que no es lo mismo que la opinión pública, de parte de Miguel Márquez, han sido las de la transparencia y la honestidad, temas ambos que se antojan más reactivos que propositivos y más instrumentales que esenciales.
Son reactivos porque surgieron como deslinde, a raíz del incremento a las críticas del despilfarro y las prácticas poco ortodoxas en el gobierno de Juan Manuel Oliva, y no por una idea original o como parte de un proyecto de renovación.
Son instrumentales porque la honestidad y la transparencia deberían estar en la base de todo gobierno, pero sirviendo de base a una propuesta programática eficiente para atender los reclamos sociales.
Sin embargo, cuando están a punto de cumplirse los primeros treinta días de gobierno, no ha sido posible conocer otro mensaje de posicionamiento que avance a partir de la propuesta de rectitud y ética en el desempeño de la función pública.
Miguel Márquez afirmó en su toma de posesión que el primero de sus decretos sería la constitución del Instituto del Migrante, lo que daba a entender un cierto sentido de urgencia, además del simbolismo. Eso aún no se ha producido, pero en cambio sí se generaron una serie de reacciones encontradas sobre la titularidad del migrante que deberá de presidir el consejo del nuevo organismo.
En cuanto al activismo de los funcionarios del gabinete, se observa una dinámica dispareja. Así, mientras el propio López Santillana mantiene el más bajo perfil de su carrera gubernamental, quizá por prudencia, en su retorno a Desarrollo Económico; Éctor Jaime Ramírez Barba aparece como el niño del bautizo, el novio de la boda y el festejante de los quince años, en cuanta reunión se le atraviesa en el estado.
Javier Usabiaga, que tiene una bomba de tiempo en las manos, ha elegido la discreción. Encargado de Desarrollo Agropecuario, el ex funcionario foxista sabe que esa fue la dependencia más utilizada por la anterior administración para hacer activismo electoral.
En tanto que el nuevo secretario de Obra Pública, Arturo Durán, se ha propuesto convertirse en un fiscal anticorrupción, convirtiéndose de facto en el ariete para acabar de demoler la de por sí carcomida imagen del ex gobernador Juan Manuel Oliva.
Al gobernador Márquez se le nota sobre todo la falta de una mano derecha o, si se quiere, de un media cuchara que contribuya a equilibrar las disparidades de su equipo y a paliar las curvas de aprendizaje.
Por otra parte, las tajantes afirmaciones de campaña sobre la pertinencia de mejorar los perfiles de los funcionarios estatales y eliminar la influencia de los distintos grupos panistas, ya son objeto de reconsideraciones: algunos cuadros de la anterior administración que en un primer momento fueron cesados hoy se piensa seriamente en recontratarlos.
Es el caso del ex titular de Educación, Alberto Diosdado Diosdado, quien ha solicitado ser reincorporado “aunque sea de subsecretario”, lo que aparentemente se está pensando por su no inclusión en las listas de liquidados.
Habría que recordar que Diosdado es una de las cabezas visibles de lo que en Guanajuato se conoce como “el Yunque”.
Así, corroídos por la terquedad de la realidad, en apenas treinta días y en medio de titubeos y devaneos, empiezan a diluirse algunos de los tronantes posicionamientos del gobernador Márquez al asumir el cargo. Esperemos programa.
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