Adela Navarro Bello
16/10/2012 - 12:10 pm
Lazcalderonadas
En el semanario ZETA tenemos una sección que llamamos “Doblezentido”; un editorial en una frase, una postura en una oración; o como en este caso, una palabra compuesta para expresar lo que vemos sucede en nuestra sociedad. Lazcalderonadas la utilizamos en nuestra última edición, la del 12 de octubre de 2012. Esa fue la calificación […]
En el semanario ZETA tenemos una sección que llamamos “Doblezentido”; un editorial en una frase, una postura en una oración; o como en este caso, una palabra compuesta para expresar lo que vemos sucede en nuestra sociedad. Lazcalderonadas la utilizamos en nuestra última edición, la del 12 de octubre de 2012.
Esa fue la calificación a la serie de desaciertos emprendidos por el gobierno federal a partir del domingo 7 de octubre y que persisten hasta la fecha; todos cometidos alrededor de la ejecución de Heriberto Lazcano Lazcano –y otro hombre del cual aún no nos dicen la relación con el mismo– en Coahuila y a manos de elementos de la Marina.
Lazcalderonadas podríamos definirlo como la acción gubernamental emprendida para hacer creíbles una serie de eventos erráticos cometidos por la autoridad en su guerra contra el narcotráfico, en el momento específico del ajusticiamiento de «El Lazca». El gobierno de la República que encabeza Felipe Calderón Hinojosa ha caído en muchas calderonadas en su fallida estrategia de combate al crimen organizado, pero quizá las de mayor relevancia sean la supuesta captura del hijo de Joaquín Guzmán Loera, y ésta, la ubicación, persecución y muerte del líder del cártel de Los Zetas.
Bueno, hasta que fueron cinco y no seis disparos los que atinaron al cuerpo de Lazcano fue una corrección que hizo el gobierno al mismo gobierno; antes nos habían salido con que no sabían que era quien era cuando lo asesinaron, algo poco creíble dados los perfiles que de delincuentes tienen tanto en las Fuerzas Armadas –la Marina en este particular caso– y la Procuraduría General de la República, sobre todo tratándose de aquellos integrantes del cuadro de los delincuentes más peligrosos. Después de según el gobierno enterarse que el muerto era el Zeta, increíblemente les robaron el cuerpo.
Con la muerte de «El Lazca», la credibilidad del gobierno de Felipe Calderón terminó por irse al suelo. Mientras el Presidente canceló una y otra vez el anuncio del abatimiento, el gobierno de los Estados Unidos se abstuvo de felicitar a esta administración; evidentemente las dos acciones fueron motivadas por la falta de sustentos científicos, jurídicos y físicos, para probar aquello que se quiere festinar.
En la línea de la desconfianza, horas después de dar a conocer la aniquilación del líder de Los Zetas, en la Armada se vieron en la necesidad de aportar más información para hacer su versión creíble. Refirieron una supuesta denuncia anónima que ubicó al prófugo como asistente a un partido de beisbol, resultó entonces que ya no fue un topón sobre una camioneta con hombres armados, sino una delación la que los hizo llegar hasta uno de los más buscados en México y Estados Unidos.
Luego vendría otra rareza en la historia oficial: que siendo dos personas las señaladas y los Marinos un grupo especial, los primeros resistieron la que sería una detención y huyeron. Alcanzaron a asesinar a uno en el vehículo y al otro cuando corría y repelía la agresión al mismo tiempo; suponen que «El Lazca» empuñaba el arma, la accionaba, al tiempo que huía veloz. Cuando las dudas en este punto comenzaron a escucharse, la Marina aportó más información, no eran dos sino tres a los que persiguieron, pero uno de ellos tuvo agilidad suficiente para, en un paraje plano y sin tanta vegetación, escapar a las balas de los hombres armados de Felipe Calderón.
Los hechos como los han ido reconociendo en las Fuerzas Armadas, apuntan, efectivamente, a que alguien «puso» a «El Lazca» para su aniquilación, no captura dado que el escenario parece estar orquestado para un ataque; además que motivos para asesinarlo y no detenerlo había de sobra, pero sólo uno de peso: los Zetas de Lazcano eran y son a quienes se acusó de haber ordenado el asesinato, cuatro días antes, del primogénito de Humberto Moreira, también en el estado de Coahuila. Pero estas son sólo suposiciones a falta de información real, explícita, por parte de la autoridad que está obligada a proveerla.
Siguiendo en los errores de tiempo y forma en la versión de los hechos por parte del gobierno federal, se les ocurrió presentar «nuevas evidencias». Fotografías. La de un hombre tendido boca abajo sobre un terreno rodeado de matorrales, con evidencias de haber sido asesinado por la espalda. Abatido con las muestras de la relajación de su esfínter uretral en los pantalones, al cuerpo no se le ve la cara, pero los de la Marina creen que debemos conjeturar se trata del mismo «Lazca» por una camisa que se aprecia similar a la que portaba en la mesa forense en la fotografía que primero hicieron pública.
Aún poco creíble la calderonada de la muerte del «Lazca»: sin testigos, sin denuncia, sin cuerpo, sin ADN para cotejar, el gobierno de Calderón liberó más información: más fotografías, una serie que fueron obtenidas por un medio norteamericano –Univisión– y un medio electrónico –Reporte Índigo– que más que aclarar dudas generan otras. Por ejemplo, en una de las gráficas se ve al otro muerto, al cual por cierto pocos le han prestado atención y menos se han interesado en él, con lo que se aprecia un disparo en la frente, lo cual hace a uno preguntarse, si estos estaban en una camioneta y repelieron la agresión (antes que «El Lazca» descendiera, corriera, disparara y cayera muerto) ¿cómo es que al acompañante le dieron un tiro que parece de gracia?
En las últimas horas el mismo gobierno de Calderón dio un dato más: que sí sabían que era «El Lazca» y que sí le tomaron todas las pruebas periciales al cuerpo para a la postre, poder identificarlo; lo cual vaya, nos regresa a otra interrogante: ¿cómo sabiendo que era quien era, lo dejaron abandonado en una sencillísima funeraria privada, para que familiares, amigos o miembros de Los Zetas rescataran el cadáver?
Una semana después del asesinato de Heriberto Lazcano, la PGR confirma –por enésima ocasión– la identidad del capo muerto como el líder de Los Zetas, además que efectivamente dejaron el cuerpo en resguardo del gobierno de Coahuila, pero que antes le tomaron huellas, fotos y muestras para obtener un perfil genético, pero que –vaya cosa– no tienen con quien hacer la comparación. ¿De verdad? ¿De verdad en México y durante los últimos catorce años que concentran la actividad delictiva de este personaje, no fueron las autoridades suficientes para ubicar a la familia del mafioso? ¿Dónde lo buscaban? ¿Cómo lo buscaban?
Resulta increíble la serie de desaciertos, errores, pifias y equívocos que ha cometido el gobierno de Felipe Calderón alrededor de este asesinato y su investigación; la información la dieron a conocer a cuenta gotas, y cada que liberaban algún dato, crean más dudas entre la población y otras autoridades.
A estas alturas debemos aceptar que es «El Lazca» sólo porque el gobierno así lo afirma y presentó para ello fotografías, fuera de eso no hay nada. El caso queda para la historia de lo que no se debe hacer en términos de investigaciones criminales y políticas de comunicación para anunciar un hecho, que en otras circunstancias hubiese sido debidamente resaltado en esta guerra inútil.
Una más de Lazcaderonadas del sexenio.
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