Arnoldo Cuellar
04/10/2012 - 12:00 am
Guanajuato, el ring de la batalla por el PAN
Probablemente Gustavo Madero, el dirigente panista que pasará a la historia como el perdedor de la presidencia de la República, nunca imaginó el problema en el que se le iba a convertir el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez, cuando lo invitó a formar parte de su equipo electoral, en el arranque del […]
Probablemente Gustavo Madero, el dirigente panista que pasará a la historia como el perdedor de la presidencia de la República, nunca imaginó el problema en el que se le iba a convertir el ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez, cuando lo invitó a formar parte de su equipo electoral, en el arranque del proceso electoral.
Todavía no se despeja la incógnita de las causas de esa incorporación. Hay quien sostiene que lo que urgía era sacar a Oliva de Guanajuato, donde las percepciones de sus malos manejos administrativos podían dañar la campaña de Miguel Márquez Márquez. Otros piensan, en cambio, que madero vio en Oliva la solución a sus carencias de operación electoral en el país.
Al final del día, la presencia de Oliva no fue significativa en los números obtenidos por la candidata Josefina Vázquez Mota, hundida en el tercer lugar de la elección. En cambio, su ausencia en Guanajuato permitió la recuperación de Márquez quien llegó barriéndose a la gubernatura, perdiendo en el camino la alcaldía de León, el municipio más importante del estado, que era gobernado por panistas desde 1988.
Sin embargo, Oliva sí logro avanzar en un sentido: su activismo por todo el país, el cual prosigue hasta la fecha, probablemente no logró recuperar sufragios de la sociedad para Vázquez Mota, pero sí le permitió tejer una red entre los panistas de los estados, en muchos de los cuales aparece como el único interlocutor desde el CEN del partido.
La fortaleza de Oliva como operador al interior de Acción Nacional ya se dejó sentir en las escaramuzas entre Felipe Calderón Hinojosa y Gustavo Madero por la definición de la agenda panista tras la derrota electoral.
Las presiones de la presidencia de la República para que el PAN echara a andar mecanismos estatutarios para revisar la situación del partido y, eventualmente, relevar a la dirigencia de Madero, se rechazaron en buena medida por pronunciamientos surgidos de las dirigencias estatales para apoyar a Madero, cabildeados por Juan Manuel Oliva.
Con ese activismo, Oliva enfrió sus relaciones con Calderón, quien le dio un apoyo decisivo como gobernador, y estableció pactos con Madero que le dieron un mayor margen de maniobra en el CEN.
Pasados los meses y cuando ya se avecina el relevo presidencial, vuelve a la escena el tema de la renovación de la dirigencia panista, que se acordó adelantar para el mes de marzo de 2013, sobre todo por causas derivadas de la inestabilidad que ese partido sigue viviendo tras la derrota electoral.
Las vinculaciones del grupo de Gustavo Madero con temas polémicos, como las empresas que manejan casinos en el país; las pifias de algunos de sus alfiles, como el coordinador parlamentario en la Cámara de Diputados, el guanajuatense Luis Alberto Villarreal; y sus confrontaciones con personajes claves del calderonismo, como el líder senatorial Ernesto Cordero, todo contribuye a exponer las debilidades del dirigente panista y sus nulas posibilidades para reconstruir al partido de cara a los compromisos electorales del próximo año.
Es allí donde reaparece Juan Manuel Oliva y la base que ha logrado construir con el apoyo de las dirigencias estatales a lo largo y ancho del país, manejando ya sus propios intereses y distanciándose de la coyuntural alianza con Madero.
Sin embargo, el ex gobernador de Guanajuato tiene su principal debilidad, justamente en el estado que gobernó, donde el gobierno de Miguel Márquez Márquez, quien fuera su delfín, ha continuado el discurso de deslinde de la campaña electoral y lo ha convertido en una política de renovación moral que ha colocado a Oliva como su principal blanco.
La mayor parte de los nuevos funcionarios marquistas han empezado a buscar con singular entusiasmo las posibles irregularidades existentes en los archivos que reciben en sus dependencias. Esa actitud ya propició que el propio ex mandatario acuse que hay “una cruzada en su contra”.
Todo parece indicar que Miguel Márquez ha calibrado muy bien la desventaja que le podría provocar el hecho de que Juan Manuel Oliva pudiese convertirse en el próximo dirigente estatal panista y su objetivo es impedirlo a cualquier costo.
Así, en dos ópticas totalmente divergentes, mientras Oliva considera que el rescate de Guanajuato puede ser la piedra de toque sobre la que se sustente su asalto a la dirigencia nacional del PAN, su sucesor parece considerar que fue la herencia del ex mandatario lo que puso en serios predicamentos su campaña.
En esas condiciones, lo que ocurra en Guanajuato en los próximos meses, incluyendo la posibilidad de que las indagaciones marquistas topen con casos realmente serios de corrupción, podrían orientar en definitiva los derroteros que pueda tomar el relevo nacional panista a principios del próximo año.
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