Adela Navarro Bello
18/09/2012 - 12:00 am
Los pasos de Sicilia, la falacia de Poiré
Cuatro días después de que Javier Sicilia concluyera la gira de su Movimiento por la Paz y la Justicia en Washington, D.C., la capital norteamericana, a ese mismo espacio llegó Alejandro Poiré, el secretario de Gobernación. Chaparrito como es, alzó la voz para hablar y mentir. Dijo primero que nunca como ahora la colaboración bilateral […]
Cuatro días después de que Javier Sicilia concluyera la gira de su Movimiento por la Paz y la Justicia en Washington, D.C., la capital norteamericana, a ese mismo espacio llegó Alejandro Poiré, el secretario de Gobernación. Chaparrito como es, alzó la voz para hablar y mentir. Dijo primero que nunca como ahora la colaboración bilateral había sido tan productiva, y que nunca como ahora la disminución de la inseguridad y la violencia de alto impacto, eran una realidad.
Incluso ejemplificó cómo en Baja California la violencia producto de la inseguridad provocada por el crimen organizado y el narcotráfico, ha descendido en un 70, 80 por ciento. Nada más alejado de la realidad. A un lado de Janet Napolitano y en un salón del Woodrow Wilson Center en el 1300 de la calle Pensilvania, Poiré obvió el elefante en el cuarto binacional –la emboscada de Policías Federales a elementos de la CIA en México, las extradiciones, el tráfico de armas, los muertos– y se concentró en señalar de manera superficial los logros de las dos administraciones en materia de seguridad, que le quedan debiendo a los ciudadanos. Resaltó como acuerdos, los pendientes que el gobierno de Calderón dejará al de Peña Nieto: los cruces fronterizos, los convenios para la capacitación y el adiestramiento, los dineros de la Iniciativa Mérida.
Al igual que su jefe, el presidente Felipe Calderón, el México de Poiré es un mundo feliz que sólo existe en los discursos oficiales y en la estadística federal del crimen. La realidad es que horas antes de la llegada del secretario a Washington, las calles de la República Mexicana seguían convertidas en un vertedero de cadáveres; los muertos se tiran por docenas y en cualquier estado. Hombres, mujeres, menores de edad que terminan ensangrentados y siendo parte de la estadística de la impunidad en el país. Hombres, mujeres, menores, cuyos rostros y nombres no cuentan.
La inseguridad no ha disminuido en México, acaso ha ido en aumento a la par de las organizaciones criminales; si el sexenio de Calderón contabilizó en su primer año un saldo rojo de poco menos de 3 mil muertos, y llegó en 2011 a las más de 24 mil cruces, concluirá la administración con más de 80 mil ejecutados, muertos producto de la delincuencia organizada. Esas cifras fueron parte de la bandera de la Caravana por la Paz del poeta Sicilia, pero no fueron reconocidas ni mencionadas en la diatriba del secretario Poiré. La realidad en México se oculta hasta las últimas consecuencias.
El secretario de Gobernación, como el resto de los integrantes del gabinete de Calderón, iniciaron giras y discursos de despedida. Replican el informe presidencial en cuanto foro les acercan, mienten, exageran, ocultan la realidad. El funcionario presumió en el extranjero, sin más contexto que su palabra, lo que en México pocos le creerían. La disminución de las ejecuciones, la captura del líder del cártel del Golfo como la panacea para la seguridad, 23 capturas de igual número de criminales –se han dado cuenta cómo cada que se detiene a un narcotraficante, de manera automática se beneficia al líder del cártel de Sinaloa– y la certificación de cientos de miles de las fuerzas armadas civiles del País.
Sucede que cuatro días después de la visita del poeta Sicilia llega el funcionario Poiré, y ello no debe ser una coincidencia, dado que los dos fueron recibidos, atendidos y además promovidos en el mismo instituto Woodrow Wilson, es evidente pues que la llegada del de Gobernación tenía por intensión disminuir en el ideario institucional de los Estados Unidos, el mensaje del activista social que se hace acompañar de familiares de víctimas, y exhibe en cada paso que da en este o en aquel país, la impunidad que tiene a México sumido en la nación con más ejecuciones en tiempos de paz y fuera de una guerra formal.
En medio de la gira del secretario de Gobernación, en los estertores de la administración de Felipe Calderón, los cuerpos son desperdigados sin distinción de clase, oficio u origen; lo mismo asesinan en extremos territoriales a diputados locales, que a migrantes, miembros de células criminales, inocentes. La ley de la fuerza, la ley de la plata o el plomo es la que impera, más allá del último informe presidencial, de las declaraciones de los funcionarios, lo que todos los días se ve es la muerte en primera plana.
El poeta Sicilia exigiendo justicia, el funcionario pregonando falsedades. Los jóvenes tomando banderas de sangre, convirtiéndose en un grupo para reprimir; la sociedad vulnerable a la inseguridad. En condiciones de terrible inseguridad Felipe Calderón concluirá su administración, seguirá sus pasos en la vida pública, o la privada, y el nuevo gobierno, la nueva sociedad activa, decidirán si le juzgan o no, por los muertos de su sexenio, los reales, los que cuentan, no los ignorados. Los defendidos de Sicilia, los escondidos de Poiré.
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