La discusión sobre si lo legal es legitimo, no es una discusión bizantina, México, ya lo probó por 6 años. Y todo pinta para seis años más.
La diferencia es evidente en materia Electoral. Victoriano Huerta fue un presidente Legalmente designado, pero nunca pudo ser el presidente legítimo de México.
Maximiliano, fue Legalmente emperador de México, y llegó a controlar la mayoría de la superficie Nacional, sólo la Villa de Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, no lo reconoció como gobernante legitimo, y en 1867, desde este trozo de desierto, Benito Juárez reinició la reconquista de la legitimidad nacional para su gobierno, y lo logro.
Calderón fue declarado legalmente Presidente de la Republica, pero nunca logró imponerse como un presidente legitimo, incluso nunca ejerció el poder sobre todo el territorio nacional, es decir, fue más débil que Maximiliano.
Y en los tres casos los gobernantes ilegítimos cayeron uno a uno, uno en el paredón, otro en el exilio y el otro al perder las elecciones.
Desde luego que AMLO tampoco fue presidente legítimo.
Y es que uno de los requisitos básicos de la legitimación como gobernante reside en haber obtenido la mayoría de los votos emitidos en la jornada electoral.
Y diga lo que diga el Tribunal Electoral y los nuevos señores de México, 19 millones no son la mitad de 50 millones.
Para ser legitimado cuantitativamente, Peña Nieto debió obtener por lo menos 26 millones de votos.
Por eso en los países democráticos es indispensable la segunda vuelta, donde sólo participan los dos punteros cuando ningún candidato rebasa el 50% de los votos en la primer llamada a votar. Este es un mecanismo para asegurar la legitimidad del gobernante y no sólo su legalidad.
La otra legitimidad, todavía más profunda, es la legitimación cualitativa, o moral. Esto se refiere a una percepción mayoritaria de que el Presidente es confiable y moralmente responsable para conducir el país. Esta percepción suele ser mucho mayor que la votación cuantitativa, y de la certeza entre la población de que la votación cuantitativa representa legítimamente a la mayoría de los ciudadanos deviene una convicción de que el presidente ganó legítimamente, es como la minoría derrota, es decir, dobla la rodilla frente al vencedor y acata la voluntad adversa, y así es como se fortalece la consciencia de nación, de país, de la cosa común.
Así el apoyo al vencedor crece inusitadamente, siempre y cuando su triunfo sea impecable moralmente, es decir que los ciudadanos tengan la convicción de que “ganó bien”.
En un país civilizado, verdaderamente democrático, donde se respete el Estado de Derecho por cultura nacional, esta legitimidad cualitativa no es difícil, la alcanzo Bachelet la ex presidenta de Chile, los primeros ministros de Noruega, de Finlandia, Lula Da Silva, la tuvieron, Cárdenas, López Mateos y López Portillo en sus primeros años de presidente.
Pero además la resolución del tribunal federal electoral no ayuda para nada en legitimar al próximo presidente, lo pretende cubrir con un manto de legalidad, pero aun así es cuando mucho una mantilla de rosario por la tarde.
Lo menos que puede decirse es que en sus 1346 páginas sólo describe una vergüenza jurídica que pudieron decir en tres párrafos. Los magistrados resuelven:
Los que afirman están obligados a probar sus dichos / La coalición “Movimiento Progresista” expuso muchos hechos que de probarse justificarían la nulidad de la elección / PERO no pudo probar ninguno de ellos / por lo tanto al no probar lo que dice, se declaran infundados los planteamientos de nulidad.
Este tribunal dejó pasar una oportunidad histórica, que los hubiera posicionado en el sitial de los grandes jueces internacionales, herederos de Rabasa o Vallarta, para someterse a sus intereses inmediatos y quedar en el papel de Godínez, de Gutierritos, nadie volverá a creer en ellos.
Estos magistrados fueron incapaces de comprender que no estaban resolviendo un juicio de cobro de rentas, de algún pagaré, de alguna elección de regidor o presidente Municipal.
No advirtieron nunca que resolver sobre la elección presidencial es de trascendencia mundial y afecta a los 112 millones de mexicanos.
Las acusaciones de la Coalición Movimiento Progresista son tan graves que ellos asumiendo su responsabilidad histórica debieron ordenar e incitar la investigación de tales afirmaciones y encontrar la falsedad de tales afirmaciones.
Pero se limitaron a las sentencias dictadas a favor de los criminales protegidos “la víctima no coopero ni ayudo en la investigación y el ministerio público no pudo probar la responsabilidad de este sicario”.
No advierten que todos los mexicanos aunque viviéramos a 2,000 kilómetros del Estado de México vimos en la televisión desde 2006 a Peña Nieto todos los días inaugurando pozos de agua potable, ciertamente que tal vez ellos no vean las noticias en la televisión, pero seguro ven las telenovelas, su resolución no demostró ninguna actitud de grandes juristas o grandes lectores.
No advierten que dejar la duda de quién hizo los depósitos en Monex abre la incógnita sobre la vinculación de este Presidente con la delincuencia organizada. Era indispensable aclarar el origen de esos fondos y demostrar que fueron de origen honorable.
Creen acaso que los mexicanos no vieron las encuestas falsificadas de un programa con errores diarios de 15 puntos.
Desde el principio se advirtió que tipo de jueces eran:
La coalición de AMLO presentó su demanda en dos escritos el mismo día uno a las 22:00 y otro a las 23:00 horas, y de manera absurda ellos desecharon el segundo escrito porque ya habían presentado un escrito y el segundo decía ser un alcance del primero, y ABSURDO lo desechan por que en la ley no hay ningún trámite que se llame “alcance”.
Desecharon un incidente muy importante que los actores empezaban con las palabras “excitativa de justicia”, porque no hay ningún medio de impugnación llamado “excitativa de justicia”. Estas son verdaderas abominaciones Jurídicas y demuestran la parcialidad de estos Jueces, lo dicho prefirieron arrodillarse frente al poder que ellos mismos criaron sin advertir que tal vez estén dándole vida a ese poder que después de ser servido los deseche por ya no ser útiles.
En una, para mí, memorable velada con el juez Garzón, después de que se dejó atrapar por Juaritos y cantó a José Alfredo Jiménez con mariachis y tequila, y ya parados frente al monumento a las mujeres asesinadas en esta ciudad, le pregunté por qué él era diferente a los demás jueces. Me respondió: “aplico la ley de la manera más justa posible, sin que me mueva, ni me asuste ningún otro interés terrenal, y eso es muy fácil, de verdad muy fácil”.