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Alma Delia Murillo

11/08/2012 - 12:00 am

Cuestión de principios

Me llamo Alfonso Navarrete. Nací mexicano, guadalupano y priista. No me quejo de nada, porque hay que ser agradecidos. Pero si se me permite, con licencia de nuestra señora de Guadalupe, sí quiero decir que esto es una chingadera. La humilde casa de ustedes está quedando bien bonita, es que apenas la estoy construyendo. Pero […]

Fotografía: Carlos Estrada (@cestrad5)

Me llamo Alfonso Navarrete. Nací mexicano, guadalupano y priista.

No me quejo de nada, porque hay que ser agradecidos. Pero si se me permite, con licencia de nuestra señora de Guadalupe, sí quiero decir que esto es una chingadera.

La humilde casa de ustedes está quedando bien bonita, es que apenas la estoy construyendo. Pero viera de empezar por el principio, como siempre me decía mi santa madrecita, que en paz descanse y en compañía de todos los santos se encuentre.

Yo la verdad soy feo pero tengo ojos bonitos, o eso me dice la gente y como decía mi mamá grande: ojos componen cara. Pues yo no sé si fue por mis ojos o porque tengo buena suerte pero me casé con un forro de vieja y tuvimos dos hijos.

Así como es verdad que soy feo, también es cierto que soy bien trabajador, porque a mí me gusta llevar la cartera lo más gorda que se pueda para que se note lo que uno tiene.

Bueno, la cosa es que anduve por el paraíso cuando la Paty aceptó casarse conmigo y le prometí que trabajaría como burro para que ella siguiera siendo una princesa, como debe de ser, pues.  El problema fue que tuvo que ser princesa en la misma casa donde yo vivía con mi madre porque no me alcanzaba para mantener dos casas y ahí nos quedamos hasta que nació mi segundo hijo, Magdaleno, que llamamos así en honor a mi santa madrecita, también como debe de ser.

En la embotelladora donde trabajaba me ascendieron a supervisor de línea y ahí fue cuando me aventé el paquete de sacar un crédito para comprar un terreno y construir la casita.

Fue muy duro hacer que mi madre entendiera que me tenía que separar de ella. Pero con todo y el corazón acongojado nos mudamos mi mujer, los niños y yo a la casa que ya se veía en obra negra. Estábamos en eso, cuando de repente, que se enferma mi jefecita.  Empecé a ver negra la obra y negro el camino porque ya no me alcanzaba ni para que mi princesa se comprara su tinte rubio cenizo que tanto me gustaba.  Así aguantamos un par de años hasta que Paty me dijo “de tu alpiste me cansé” y se largó un domingo con los niños y los muebles que yo estaba terminando de pagar en abonos. No, pues ahí sí que sentí la desesperación de un hombre. Me dediqué a seguirla, a buscarla, a pedirle que lo pensara, a amenazarla con quedarme con los niños: nada funcionó.

Yo pensaba que sólo un milagro podía salvarme porque pagar los medicamentos de mi madre, la casa, la pensión para Paty y los niños era imposible… y que se muere mi viejita, que en paz descanse y en compañía de todos los santos se encuentre. La verdad es que hablar de eso sí me quiebra, por eso aquí voy dejar el asunto.

Días después pregunté en la embotelladora y me dijeron que el banco podía reestructurar mi deuda para pagar el crédito de la casa. Tuve que llevar un montón de papeles y no entendí muy bien, pero aunque ahora debo más, también tengo más tiempo para pagarles y eso ya es ganancia ¿no?

Y aunque la Patricia ya tiene a un pendejo que la sigue como perro faldero y le compra sus tintes de rubia pirata, yo no puedo desentenderme de mis hijos. Ahora que Jessica va a entrar a la secundaria quiere un teléfono celular para escuchar su música y entrar a la internet, o como se llame y para hacer sus tareas. Yo le dije que no tenía dinero y que me responde que ella tiene derechos y que si no cumplo con mis responsabilidades va a pedir que le pongan los apellidos del pendejo y pues uno tiene su orgullo y la obligación de apoyar a los hijos para que tengan otras oportunidades.  Total que ya me aventé con un préstamo de otro banco para comprarle el celular a la niña.

Con tanta deuda me atrasé con un pago de la casa y eso fue lo peor de mi desgracia –aunque Dios sabe porqué hace las cosas-  y que me empiezan a llamar todos los días y todas las noches para recordarme lo del pago, a veces es un Licenciado muy grosero y otras la voz de una señorita muy dulce que repite eso de que me recuerdan que mi deuda no ha sido cubierta. Ya casi no puedo dormir y cuando duermo me despiertan bien temprano con la misma cantaleta.

Llegué a pensar que ya no quería  la casa, para qué si estoy solo y además faltan todavía veinticinco años para terminar de pagarla. Andaba en esos pensamientos cuando se vino el merengue de las elecciones. Llegaron los del partido azul a decir que si nos presentábamos a unas reuniones y votábamos por ellos nos iban a dar casa.  Y a la mejor eso pasó  porque Dios me mandó su ayuda ¿o no?

Voté por el azul. Eso de las juntas ya lleva mucho tiempo  y  nomás  no pasa nada, pero de veras que Dios aprieta pero no ahorca porque ayer en la noche habló mi primo que vive en  Colorado y me dijo que me puedo pasar para allá y que pagan la jornada a veinte dólares, que son como doscientos veinte pesos y que se pueden cubrir hasta tres jornadas al día.

Yo por eso digo que son chingaderas: de este lado, ser mexicano es un problema. Dejé de ser priista porque le di mi voto al partido azul para lo de la casa y que regresa el PRI, aunque todos dicen que fue fraude, yo ya no entiendo nada.

Ahora lo único que me queda es rogarle a mi Santa Patrona de Guadalupe que no me abandone. Aunque  me he estado preguntando si se enojará mucho la virgencita porque ahora le rezo a la Santa Muerte, es que dice mi primo que por acá es muy milagrosa y que también entiende si le pides en inglés.

@AlmitaDelia

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