–Para Lydia Cacho, Gabriel Bauducco y todos mis colegas que sufren el acoso de los malos, malos
El futuro del Partido Acción Nacional (PAN) no parece tan cierto. Y es curioso que de todos los abrojos que se atraviesan en su camino a la recuperación, uno de los más importantes sea el mismo individuo que lo ha dirigido durante los últimos seis años: Felipe Calderón Hinojosa. Sólo algunos panistas se atreven a decirlo. Sólo algunos asoman la cabeza, y están en lo correcto: el Presidente tiene todavía mucho poder; entre sus familiares, sus amigos y él controlan gran parte de la vida institucional de ese partido, a pesar de que –y allí están los números– fue perdiendo poder, año con año, elección tras elección, hasta crear esa foto que nadie habría adivinado hace un sexenio: la foto del posible regreso del PRI a Los Pinos.
Es evidente que Calderón no lo ve así. Nada que extrañe a nadie: su sexenio está marcado por la ceguera, la sordera, la cerrazón. Para él, la derrota es ajena a su desempeño como Presidente y no me voy a entretener en eso: sólo diré que, aunque no quiera, las dinámicas del mismo partido y del país terminarán por expulsarlo. Ese es su destino. Pero él está aferrado. Ciego.
En algún momento y de alguna manera, alguien deberá enterarlo de que su destino es irse. La pregunta es: ¿Quién le pone el cascabel a Calderón?
Muchos se han encargado de mantenerlo en la neblina. Muchos que lo usan, por supuesto. Entre ellos, primero que nadie, sus familiares y sus amigos que se benefician del apoyo que les brinda aún contra el bienestar mismo del partido. Pero además, lo tiene nublado nada menos que la bestia perversa: el PRI.
En los hechos, el PRI es el gran aliado de Felipe Calderón. Y le conviene, como a pocos, que mantenga su poder dentro del PAN. Es al Revolucionario Institucional al que más le interesa que siga activo en la vida política nacional tanto tiempo como quiera y pueda. Hay muchas razones para que así sea. Y enumero tres motivos, los más obvios:
• Fue la gestión de Felipe Calderón Hinojosa la que permitió al PRI crecer en seis años y retomar el poder federal con Enrique Peña Nieto (si es que, como parece, el Tribunal lo unge jefe del Ejecutivo). El PRI extrañará un enemigo tan generoso si se va.
• Calderón y el PRI tienen un enemigo en común. Se llama Andrés Manuel López Obrador. Y cada segundo que Calderón esté al frente del panismo, será una garantía de que irán juntos contra el único que ha cuestionado abiertamente la legitimidad de Peña Nieto. Y tal cual: la “legitimidad” del mexiquense no se la da el PRI; necesita, necesariamente, del PAN de Calderón. Entonces, para el PRI es mejor que Calderón ronde por el barrio para en caso de que se le requiera. Que siga aquí es lo mejor que le puede pasar al PRI. Si se va, un PAN limpio de las filias y fobias calderonistas no irá al mismo baile del PRI, religiosamente, aún cuando se trate de AMLO.
• Calderón no ha pagado todavía su carta de retiro al posible nuevo gobierno priista. Y mientras esté en activo y sirva, podrá pagarla; pero si se va, el PRI no podrá cobrársela. Entonces lo que más le conviene a Peña Nieto y a su gente es que Calderón esté cerca y mantenga su influencia sobre el PAN. Pongo un ejemplo: ¿qué tal que el PRI se porta amable con la deuda de 70 mil muertos y las decenas de actos de corrupción, a cambio, digamos, de que el PAN “refundado” por él (y a su servicio) le apruebe las reformas a las que se comprometió en campaña? Resumo: Al PRI le sirve más un ex Presidente manoteando en el PAN que uno preso, o lejos.
Pero al PAN no le conviene lo que al PRI sí. Ni siquiera le conviene a la democracia: el personaje empieza a ser muy incómodo para que el PAN sea realmente un partido de oposición. La República requiere que el PRI que llega, si es que llega, tenga control o nos secuestrará otros 70 años. Pero Calderón, como decía líneas arriba, se aliará hasta con satanás si es necesario porque hasta allá llega su desprecio a López Obrador.
Otra vez la pregunta: ¿Quién le pone el cascabel a Calderón? Tengo una horrorosa duda: ¿Cómo será su expulsión, porque la habrá, de la vida nacional? ¿Cómo hacerle entender que su oportunidad ha pasado y que el partido necesita democratizarse, limpiarse, regenerarse, retomar sus valores y buscar nuevos horizontes, volverse una oposición digna e inteligente?
Se me ocurre que el primer esfuerzo deberá ser panista. Aunque la familia del Presidente se opondrá (Margarita Zavala, Juan Ignacio Zavala, Luisa María Calderón, Mariana Gómez del Campo, etc.), lo mismo que aquellos que le deben un puesto en el próximo Congreso o en el mismo PAN (Max Cortázar, Ernesto Cordero, Javier Lozano, Juan Molinar Horcasitas, Cecilia Romero, etc.), los panistas deben tomar fuerzas, organizarse y oponerse, cuando llegue el momento, a que él dirija la presunta “refundación”.
Gustavo Madero niega que esté al frente de un movimiento opositor al presidente; lo mismo que Josefina Vázquez Mota o Santiago Creel. No hay que culparlos: Calderón es un hombre de virulencia comprobada. Y el poder que conserva lo utilizará para aplastarlos. Pero son ellos los que, visiblemente, tienen esa responsabilidad y quizás los tiempos apremian: Deben oponerse en el CEN a acelerar la “refundación” y mover la fecha hasta después del 1 de diciembre próximo. Y al mismo tiempo, deben ir tendiendo ligas, lazos, alianzas para completar esa expulsión que, por necesidad, tiene que ser de terciopelo.
Ojalá y lo que dice The Dallas Morning News, que busca empleo en las universidades de Harvard, Georgetown, Stanford y Austin, sea cierto. Ojalá por los panistas.
Incierto futuro, el del Partido Acción Nacional.
Pero más incierto será si no se atreven a ponerle el cascabel a Felipe Calderón Hinojosa.