Jorge Javier Romero Vadillo
15/06/2012 - 12:01 am
¿Hubo debate?
El domingo pasado vimos a los candidatos, muy compuestos y peinados ellos, juntos ante las cámaras en algo que fue anunciado como debate, pero que no fue otra cosa que una sucesión de monólogos. Es verdad que a veces uno u otra se refirió a alguno de sus contrincantes, pero más para lanzar dimes o […]
El domingo pasado vimos a los candidatos, muy compuestos y peinados ellos, juntos ante las cámaras en algo que fue anunciado como debate, pero que no fue otra cosa que una sucesión de monólogos. Es verdad que a veces uno u otra se refirió a alguno de sus contrincantes, pero más para lanzar dimes o diretes que para debatir sus propuestas. Y vaya que hubo temas para polemizar. Sin embargo, los cuatro personajes que se nos ofrecen como opciones presidenciales mostraron pocos reflejos, menos información y ninguna habilidad para la deliberación democrática.
Por ejemplo, tanto Peña como Vázquez plantearon que, según ellos, una gobernación más eficaz pasa por el recorte de la representación en el Congreso. En el caso del candidato del PRI, su proyecto ha sido expuesto varias veces y no era sorpresa el día del encuentro. De lo que se trata, según él, es de crear una mayoría artificial favorable al Presidente en el Congreso eliminando cien diputados y los senadores de representación proporcional y por medio del restablecimiento de la llamada cláusula de gobernabilidad que existió en la legislación entre 1986 y 1990, de acuerdo a la cual el partido que gane la mayoría simple de diputados obtendrá por la vía de representación proporcional tantos escaños como sean necesarios para que alcance la mayoría absoluta. Queda claro que el PRI quiere volver a los tiempos de la presidencia omnímoda ahora por la vía de la ingeniería electoral, cuando la vieja vía del fraude electoral se ha vuelto intransitable. La candidata del PAN, más simple, propone la eliminación de un plumazo de la representación proporcional, con el objeto de alcanzar el viejo sueño de Gómez Morín de un sistema bipartidista donde el PRI y el PAN se repartan oligárquicamente el poder.
Hasta ahí, todo bien. Ambos candidatos (por favor no me insistan con eso de “la candidata y el candidato”) expusieron con claridad sus intenciones. Lo que debe resultar curioso para un observador de fuera es que el candidato de la izquierda ni siquiera parpadeó frente a tales despropósitos, que de llevarse a cabo irían contra la pluralidad en el Congreso y perjudicarían a los partidos que le apoyan. Nada. Él continuó como si no los oyera con su soliloquio de propuestas, que desde luego no incluye nada respecto a la necesaria reforma del Estado para lograr una gobernación eficaz en condiciones de pluralidad democrática.
Por la otra parte, cuando López expuso sus cuentas de la lechera, Vázquez y Quadri replicaron que no cuadraban, pero sin cifras, como si AMLO los cogiera a todos por sorpresa y no hubiera expuesto ya su fórmula mágica para el ahorro en varias ocasiones. Peña ni chistó. ¿Dónde, entonces, estuvo el debate?
En otros países, los candidatos prevén las propuestas de sus adversarios y van preparados para rebatirlas; aquí, en cambio, sólo son capaces de hurgar entre los supuestos pecados presentes o pasados para sacarlos como revelación ante las cámaras. No se discute sino lo irrelevante. ¿Significa algo para esta contienda que Peña le haya dedicado su tesis a Montiel o que con ansias de novillero un adolescente López hubiera entrado al PRI, por lo demás único espacio existente entonces para un joven con vocación política en Tabasco? No, en realidad. Se trata sólo de chismes que valen para una revista del corazón metida a la política, pero no para un proceso de discusión trascendente.
Lo sustantivo no se discutió. Cada uno montado en su macho, aunque Quadri intentara con éxito parcial sacarles alguna declaración sobre temas polémicos. Y lo peor de todo fueron los abismales vacíos. Empezaron hablando de México en el mundo y nadie recordó que un pequeño problema de este país es el narcotráfico internacional. Resulta que ninguno de los cuatro se ha dado cuenta de que la política de drogas es un tema de alguna importancia en nuestra relación bilateral con los Estados Unidos. Por supuesto, nadie estuvo a la altura de los presidentes Pérez de Guatemala y Santos de Colombia, dispuestos a llevar a los foros internacionales la discusión de si es viable seguir por el camino prohibicionista. Los tres principales contendientes demostraron que la política internacional no es su fuerte y que apenas y alcanzan a verse el ombligo. Ni porque Quadri les echó el pial para que hablaran de China y del comercio internacional. A lo más que llegó López fue a decir que los tratados de libre comercio no son la solución, sin aportar absolutamente nada más al tema.
En el cajón de sastre que fue el apartado misceláneo, tampoco hubo alguna propuesta seria para enfrentar el desastre educativo. A lo más que llegó Josefina fue a señalar que Quadri era empleado de la familia Gordillo, de nuevo en tono de chismografía, más que de confrontación política con lo que eso significa para el país. Si hubiera querido, la candidata del PAN ya conocía las posiciones de Peña, que en el foro “Diez preguntas por la educación” se manifestó abiertamente por mantener intocada, más allá de algún cambio cosmético, la relación del Estado con el Sindicato de Trabajadores de la Educación. Materia para polemizar sí que había.
Lo ocurrido el 10 de junio no es sino muestra de la falta de tradición deliberativa que existe en México. No se sabe discutir y sólo se descalifica al contrario. Ah, y otra peculiaridad nacional: la falta de humor de nuestros políticos. En cuatro horas de confrontación, sumados los dos rounds, sólo un chiste, el de Andrés Manuel aflojado en terracería. Fuera de eso, pura solemnidad decorada con cursilería. Eso es lo que hay.
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