A lo largo del mes abril, las publicación de mayor relevancia tanto en Estados Unidos como en Inglaterra —The New Criterion, The New York Times, The Times Literary Supplement, The Telegraph y The Guardian, entre otros— dieron cuenta de un acontecimiento literario para las letras escritas en inglés: la publicación de la Poesía completa de Philip Larkin. Puede que para el mundo hispano, este nombre no suene lo suficiente. Sin embargo, para Seamus Heaney, por ejemplo, “Larkin fue uno de los poetas más apreciados en Inglaterra”. Larkin nació en 1922, se educó en Oxford y a partir de 1955 se convirtió en bibliotecario de la Brynmor Jones Library de la Universidad de Hull, cargo que conservó hasta su muerte en 1985. No lo abandonó ni siquiera cuando le ofrecieron el máximo galardón al que un poeta puede aspirar en su país: Poeta laureado. Reconocimiento que no aceptó. A lo largo de su vida, sólo publicó cuatro breves volúmenes de poesía, dos novelas y una colección de artículos sobre jazz. Flaco, terriblemente tímido y eternamente calvo, Philip Larkin pertenece a esa clase de poetas narrativos, como Auden y el primer T.S. Eliot, que buscan en los objetos cotidianos, en las vivencias comunes, motivos para reflexionar con acrimonia, sobre el amor, la juventud, el sexo y la muerte. Su obra jamás está exenta de ironía y auto-escarnio. Aunque, apreciado y admirado, jamás cedió a la publicidad: no concedía entrevistas, no accedía a honores. Murió en 1985.
Estas traducciones, no tienen mayor mérito que el de celebrar en español la aparición de su Poesía completa, y festejar por adelantado el que sería su cumpleaños 90, el próximo nueve de agosto.
Philip Larkin (1922-1985)
Ignorancia
Raro no saber nada, nunca estar seguro
De lo que es verdad o correcto o real,
Forzado a calificar con un siento que,
o bien, parece que:
Alguien debe saber.
Extraño ignorar cómo trabajan las cosas:
Su habilidad para conseguir lo que necesitan,
Su sentido de la forma, y su puntual semilla,
Y su disponibilidad para cambiar;
Sí, es extraño,
A pesar de cargar con tantos conocimientos —porque nuestra carne
Nos rodea con sus propias decisiones—
Aún dilapidamos nuestra vida en imprecisiones,
Al punto en que cuando comenzamos a morir
No tenemos idea porqué.
11 de septiembre de 1955
Desde que mayoría de mí
Desde que la mayoría de mí,
Rechaza la mayoría de ti,
Los debates terminan ahora mismo, y
Nos separamos. Y seguros de lo que debemos hacer
Desinfectamos nuevas agendas
Para que nuestras mayorías las renten
Con los amigos no compartidos y caminos no caminados
Pero el silencio también es elocuente:
Un silencio de minorías
que no se han opuesto del todo y regresan
Cada noche con promesas canceladas
Que desean renovar. Nunca aprenden.
6 de diciembre de 1959
Amor, debemos partir ahora
Amor, debemos partir ahora: no dejemos que esto se convierta en
Calamidad o amargura. En el pasado
Han habido muchos brillos de luna y mucha autocompasión:
Vamos a terminar con esto: por ahora al menos
Nunca se ha visto en el cielo un sol más claro,
Nunca hubo corazones más ansiosos por liberarse,
Para patear mundos, azotar bosques; tú y yo
Ya no podemos detenerlos; somos la cáscara, que
Ve a la semilla irse para brotar en otra parte.
Hay remordimiento. Siempre hay remordimiento.
Pero es mejor que ver nuestras vidas atadas,
Como dos barcos altos, llevados por el viento, húmedos de luz,
Romperse en el estuario adonde su curso los ha llevado,
Y se parten un poco, y se alejan de la vista otro poco.
1943-4
Hablar en la cama
Hablar en la cama debería ser lo más sencillo,
Estar acostados juntos va más allá,
Un emblema de dos personas siendo honestas.
Sin embargo más y más tiempo pasa en silencio.
Afuera, el viento algo inquieto
Forma y dispersa nubes sobre el cielo,
Y ciudades oscuras se levantan sobre el horizonte.
Nada de esto nos importa. Nada nos deja ver porqué
Desde esta distancia privilegiada del aislamiento
Se vuelve más difícil encontrar
Palabras a un tiempo verdaderas y amables
O al menos no falsas y no descorteces.
10 agosto 1960
Amor
La parte difícil del amor
Es ser los suficientemente egoísta,
Tener la ciega persistencia
Para inquietar una existencia
Sólo por nuestro propio bien.
Cuánta imprudencia se necesita.
Y luego el lado un tanto egoísta:
¿Cómo puedes estar satisfecho,
Poniendo a otro delante
Para que tú llegues al final?
Mi vida es para mí.
De otro modo sería como ignorar la gravedad.
Así, viciosos o virtuosos,
El amor nos sienta bien a la mayoría de nosotros.
Sólo el que sangra encuentra
Egoísta esta fórmula equívoca
Y nunca la rechaza del todo
Con tal de satisfacerse.
7 de diciembre 1962, Critical Quarterly, 1966
Decepciones
«Desde luego estaba intoxicado, tanto que no pude recobrar la conciencia sino hasta la mañana siguiente. Estaba horrorizado al descubrir que me había arruinado, y durante algunos días estuve inconsolable, y lloré como un niño al que dan ganas de matar o de enviar de regreso a casa de su tía.» Mayhew, London Labour and the London Poor.
A pesar de la distancia, aún puedo saborear la desdicha,
Y sus amargas espinas afiladas que te hace tragar.
La huella ocasional del sol, la rápida e inmediata
Preocupación como ruedas a lo largo de la calle
De una Londres nupcial que ofrece sus promesas en otra parte,
Y la luz, sin respuesta, alta y amplia,
Olvida sanar la herida, y empuja la
Vergüenza fuera de su escondite. Todos los lentos días.
Tu mente se abre como navajas dispuestas.
Pesados años te han enterrado. No me atrevería a consolarte
Aunque pudiera. ¿Qué se puede decir,
Excepto que el dolor es exacto, pero donde
El deseo toma las riendas, las interpretaciones pasan esquivas?
A ti te importaría poco
Saber que estás menos decepcionado, fuera de esa cama,
De lo que él lo estaba, subiendo torpemente y sin aliento
La escalera que daba de lleno al desolado ático.
20 de febrero 1950 XX
Deseo
Por encima de todo esto, el deseo de estar solo:
Aunque el cielo se nuble de tarjetas con invitaciones
Aunque sigamos las direcciones impresas del sexo
Aunque la familia se tome fotos bajo la bandera.
Por encima de todo esto, el deseo de estar solo.
Sobre todo, el deseo de olvido avanza:
A pesar de las creativas tensiones del calendario,
Del seguro de vida, de los ritos de fertilidad,
De la costosa aversión de los ojos de la muerte.
Sobre todo, el deseo de olvido avanza.
1 de junio 1950 XX
Esta es la primera cosa
Esta es la primera cosa
Que he entendido:
Tiempo es el eco del hacha
Partiendo el tronco.
1943-4
Lugares, amores
No, nunca he encontrado
El lugar del que pueda decir
Esta tierra me pertenece,
Aquí me quedaré;
Ni he conocido a la persona especial
Quien tenga derecho instantáneo
Sobre todo lo que poseo
Incluyendo mi nombre;
Encontrarlos parecería probar
Que no tienes otra opción dónde
Construir, o a quien amar;
Pides que te sostengan
Irrevocablemente,
De manera que no sea tu culpa
Si la tierra se esquilma,
O la chica envejece.
Sin embargo, si has perdido la oportunidad,
Estás obligado, por igual, a actuar
Como si lo hubieras deseado
Casi chocado con ello;
Y a pesar de ser más hábil para alejarte
De estos pensamientos, aún buscas
Aquello que hasta la fecha no sabes nombrar
Tu persona, tu lugar.
10 de octubre 1954
Sobre Aubade
Aubade (Alborada) era una forma poética, muy en boga durante el siglo XVII y XVIII, cuyo tema era la separación de los amantes después de haber pasado juntos la noche. Larkin, en cambio, ve en la alborada la separación definitiva: la muerte. Entre las hipérboles se leyeron sobre el poema “Aubade” en las recientes reseñas a sus Poemas completos, se encontraban algunas como estas: “El mayor poema sobre la muerte del siglo XX inglés”; “la última de sus grandes obras”; “the almost perfect poem”…
Aubade
Trabajo todo el día y medio me emborracho por la noche.
Caminando a las cuatro hacia la sorda oscuridad, observo.
En un rato los bajos de las cortinas se iluminarán.
Entre tanto me entero de lo que siempre ha estado allí:
Muerte sin fin, hoy todo un día más cerca,
Volviendo imposible el pensamiento, excepto por cómo,
Y dónde y cuándo moriré.
Árida interrogación: y sin embargo, la angustia
De morir, y estar muerto,
Renueva el impacto horrible de sentirse atrapado.
La mente parpadea a la luz. No con resentimiento
—El bien no realizado, el amor no ofrecido, el tiempo
perdido— ni con tristeza porque
Una sola vida necesita tanto para trascender
Sus torpes comienzos, y acaso nunca lo logre.
Excepto frente al vacío eterno,
La segura extinción hacia la que viajamos
Donde nos perderemos para siempre. No estar aquí,
No estar en ninguna parte;
Y pronto. Nada más terrible, ni más verdadero.
Esta es una manera especial de tener miedo
Sin trucos. La religión solía intentar,
Ese brocado de música apolillada
Creada para pretender que nunca morimos,
Con esa cosa especiada que decía: Ningún ser racional
Puede temer una cosa que no va a sentir; sin darse cuenta
Que es precisamente lo que tememos —sin vista,
Sin sonido, sin tocar o probar u oler, nada qué pensar,
Nada qué amar ni qué relacionar,
La forma anestésica de donde nadie vuelve.
Y así se queda justo en el filo de la mirada,
Una pequeña mancha fuera de foco, un calosfrío persistente
Que ralentiza cada impulso hasta la indecisión.
La mayoría de las cosas nunca van a suceder: pero esta sí
Y saberlo aviva el miedo cuando nos encuentra
Sin gente o sin alcohol. El valor de nada sirve:
Sólo para no asustar a los demás. La valentía
A nadie ha salvado de la tumba.
La muerte no distingue si suplicas o resistes.
Lentamente la claridad se acentúa, y la habitación toma forma.
Simple como un guardarropa, lo que sabemos,
Lo que siempre hemos sabido, aquello de lo que no podemos escapar,
Y tampoco aceptar. Debemos irnos.
Mientras tanto los teléfonos se agazapan, listos para sonar
En oficinas cerradas, y todo el mundo
Intrincado, indiferente y rentado comienza a levantarse.
El cielo es blanco como la cal, sin sol,
Hay trabajo por hacer.
Los carteros, como los médicos, van de casa en casa.
29 de noviembre 1977 Times Literary Supplement.
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