Me gustan las florerías. Me gusta que tengan nombre de mujer, nombres de mujer un poco cursis, un poco extravagantes, como los arreglos florales mismos. Me gusta el exceso cutre y torpe de los arreglos florales, ese intento más bien vano y más bien vago por dominar la naturaleza. Me gusta que haya una calle de las florerías, que haya muchas florerías en una misma calle y que todas compitan por nuestra atención a la hora de expresar amor de maneras torpes con paletas, con peluches, con chocolates.
Por Nicolás Alvarado