La poesía forma parte de los rituales amorosos cuando ayuda a hacer de cada gesto entre los amantes una reinvención de los cuerpos amados. Convertirlos en acto de escucha, de veneración y descubrimiento. La amada puede entonces ser, aunque sea por un instante, que se vive como eterno, el mundo entero y vivo del amante. Toda su geografía. Y amar es un viaje ritual hacia ella.
Por Alberto Ruy-Sánchez