Pensar en resultados a mediano y largo plazo después de la reunión del jueves en el Alcázar de Chapultepec es absurdo. Si no hay acciones concretas en menos de 15 días, se va a perder el efecto y la menguada credibilidad que medio apareció el jueves. La actitud de los legisladores, entre envalentonada, comprometida y políticamente correcta, se va a diluir y a perder en el mundo de la distante política.
El jueves se reveló un dato ante el cual nadie ha dicho lo contrario. Si hace algunos meses hablábamos de 40 mil muertos hoy se habla de 50 mil y, reiteramos, nadie dijo ni dice lo contrario. A esto se suma un número indeterminado de desapariciones forzadas. El jueves de nuevo el drama y el dolor fueron el centro de la reunión. Como hace algunas semanas en el mismo lugar, las víctimas ya no esperan contemplativas. Hoy hablan, gritan, exigen y utilizan un lenguaje cercano a como hablamos a diario, pero sobre todo, cercano a la impotencia y a la desesperación. Nos dice Olga Reyes, quien ha perdido a 6 familiares directos en Chihuahua, que este tiempo es de las mujeres: “somos fuertes y no nos vamos a dejar”. Olga no fue a la reunión anterior porque, dijo, “no le creo a Calderón nada de lo que dice y a su mujer le recuerdo que no se olvide que ella también es madre”.
Todos los testimonios del jueves de nuevo fueron desgarradores. Distinguimos dos: el de la señora Gabriela, madre de uno de los jóvenes que estaban con el hijo de Javier Sicilia cuando fueron secuestrados, torturados y asesinados, y el de Yuryana, de Creel, Chihuahua. Gabriela fue narrando lo que pasó con mesura hasta que llegó al recuerdo de su hijo. “No puedo dormir nada más de pensar e imaginar como aventaban los cadáveres a la cajuela del coche sabiendo que eran los amigos de mi hijo y sobre todo mi hijo”. El momento más fuerte, cargado de impotencia y rabia, fue cuando Gabriela dijo: “imagínense que es uno de sus hijos, ¿qué harían?”. El silencio se apoderó de todos y las miradas de los legisladores, en la mayoría de los casos, en lugar de ver a Gabriela se dirigieron a la mesa en donde, con papeles o sin ellos, veían a la nada antes que verse en la vida de Gabriela.
Yuryana es joven y fuerte. Ella perdió a su hermano de 18 años. “Les dijimos a las autoridades muchas veces que los sicarios iban a entrar al pueblo, no nos hicieron caso. Mataron a 18 jóvenes inocentes y no han hecho nada. Es la guerra del presidente, el presidente pequeño”. La desesperación de Yuryana se fue manifestando a lo largo de la lectura de su testimonio. No quería llorar, pero la rabia la venció. Conversamos con ella para el Canal del Congreso y su rabia crecía, “perdóneme señor yo ya no creo en nada”. En las últimas semanas se ha creado una toma de conciencia en la sociedad sobre lo que está pasando. Las víctimas han sido claves en este proceso. Javier Sicilia ha sido un factor fundamental aunque ahora a algunos les de por escatimar su esfuerzo sin intentar entender sus motivos y su forma de ser. Las víctimas le están cambiando la cara al país. Ellos están contando la historia en medio de su impotencia, su rabia y su creciente incredulidad. No es que Sicilia no sea susceptible de ser criticado, por supuesto que hay que hacerlo en caso necesario, pero mucho de lo que se dice y se escribe, está fuera de razón en medio de una tragedia como la que vivimos.