Julio, 2011. Falta un año para las elecciones presidenciales y pareciera que los mexicanos han tomado ya una decisión: que Enrique Peña Nieto ocupe la residencia oficial de Los Pinos en el periodo 2012-2018. Las encuestas lo ponen muy por encima de cualquier posible contrincante, y con los triunfos de este verano en el Estado de México, Nayarit y Coahuila, ha dado una probadita del poder aplastante del “nuevo” Partido Revolucionario Institucional (PRI) a su servicio.
¿Es posible frenar a Peña Nieto a estas alturas? Parece que no. El pésimo desempeño del gobierno de Felipe Calderón ha mermado la posibilidad de que su partido, el PAN, se mantenga en la presidencia. Además, los candidatos que el jefe del Ejecutivo federal impulsa (Ernesto Cordero, Alonso Lujambio…) no tienen ni arrastre ni carisma ni nada. Y Calderón es necio. No optará por otro, parece. La derecha, entonces, va hacia la derrota segura.
¿Es posible parar a Peña Nieto? Parece que no. En la izquierda, los esfuerzos de civilidad entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador llegarán a un límite. Es evitable la ruptura, pero la inercia del PRD, PT y Convergencia parece llevar hacia ella. Y aún así, si AMLO es otra vez candidato presidencial, no hay garantías de que junte los votos del 2006.
En pocas palabras: izquierda y derecha están hechos pedazos. Peña Nieto ni siquiera ha levantado la mano y ya tiene los favores del electorado. Parecerá necedad preguntarse si es posible frenar al precandidato del PRI. La respuesta de un individuo sabio y juicioso sería: No, ya no es posible detenerlo.
Pero si se es necio y poco juicioso, se puede advertir que Peña Nieto es vulnerable.
Porque es sabio aquel que crea que del plato a la boca se cae la sopa. Sí pasa. Ya lo hemos visto.
Cuatro flancos débiles de Peña Nieto
1. Su propio éxito. El gobernador del Estado de México lleva liderando desde hace por lo menos tres años las encuestas nacionales. Está por encima de todos los precandidatos, sin importar de qué partido. Dependiendo la casa encuestadora, tiene a su favor entre 36 y 41% de la intención de voto. Su contrincante más cercano (López Obrador) está entre 26 y 30 puntos porcentuales por debajo. ¿Estos datos absolutos nos dicen que ya tiene amarrada la presidencia? Pues lleva mucha ventaja, sí; pero mantenerse tan alto durante tanto tiempo tiene un riesgo fuerte: ya no puede subir más, y sí puede bajar. Una de las razones para empezar el descenso es que salga de la prensa. Peña Nieto deja la gubernatura el 15 de septiembre y perderá los presupuestos que ha manejado a manos llenar para promocionarse. Con el fin de su mandato se volverá “un civil más” en la contienda. Mantener la atención de los medios le costará más; hoy hasta una inundación lo mete a los reflectores. Eso está por terminar.
2. El otro PRI. Sí, hay un PRI que está vivo y que no lo quiere. Es un PRI poderoso que siente que con la llegada al poder de Peña Nieto perderá lo acumulado durante décadas. Lo componen los obvios: Manlio Fabio Beltrones, presidente del Senado; o Francisco Labastida Ochoa; o Beatriz Paredes. Pero también están otros priístas de renombre que han ocupado carteras importantes en el pasado y que ahora, digamos, están en la banca pero son parte del Comité Ejecutivo Nacional. A Peña Nieto se le acusa de arrogancia. Aunque ha sumado a su causa a varios gobernadores, otros no lo ven como su candidato pero no abrirán la boca por institucionales aunque operen en contra. En 2006, las pugnas internas que no se resolvieron antes del proceso electoral llevaron al PRI a la derrota contundente. Si el gobernador del Estado de México no se quiere exponer, debe empezar a negociar cuanto antes con un PRI que no está convencido, no está de su lado y/o se siente desplazado.
3. Un opositor fuerte. Frente a Peña Nieto, Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Andrés Manuel López Obrador la tienen muy difícil. Esa es la realidad. El casi seguro candidato del PRI a la presidencia necesita un opositor de verdad; uno que se vea como verdadera opción de cambio. Si el presidente suelta al PAN, Santiago Creel o Josefina Vázquez Mota pueden ser candidatos interesantes. Si López Obrador no se aferra y suelta a la izquierda, Marcelo Ebrard podría sorprender. Estas opciones involucran muchas variables, pero se pueden dar. Un opositor fuerte podría sacudir la intención del voto, como ya sucedió en el pasado con AMLO-Calderón, por ejemplo. Un opositor fuerte puede debilitar al hombre del copete engomado.
4. La corrupción. Peña Nieto no sólo se ha vinculado a personajes señalados por desvío de recursos públicos y enriquecimiento ilícito; también los ha defendido. Es el caso del presidente del PRI, Humberto Moreira. También el de Elba Esther Gordillo, símbolo de podredumbre política. Estuvo detrás de Jorge Hank Rohn y es sabida su cercanía con Arturo Montiel, cuya escandalosa riqueza le arrebató la candidatura en 2006. Sin embargo, su amistad con estos personajes no es un problema para el precandidato del PRI; desgraciadamente y para nuestra vergüenza, el electorado mexicano es capaz de llevar al poder a los corruptos y a los ineptos, y allí está la elección del 2011 como ejemplo. El problema es que estos compadres de Peña Nieto son una variable peligrosa que él no puede controlar. Si existen expedientes –seguramente los hay–, y si el gobierno federal planea bien un golpe (algo que no ha hecho en cinco años), los Moreiras, las Elbas o los Atlacomulcos pueden costarle votos al PRI. Un golpe fuerte a cualquiera de estos corruptos sacudiría a Peña Nieto y le restaría votos. Se ve difícil que Calderón y su equipo tengan capacidad para hacerlo, pero sí puede suceder.
En fin. Falta un año para las elecciones presidenciales, decíamos, y pareciera que los mexicanos ya tomaron la decisión de regresar al PRI a Los Pinos. Las posibilidades de que llegue Enrique Peña Nieto son mayores día con día.
La realidad es que para frenarlo, hay una sola manera: que izquierda y derecha ofrezcan al país dos candidatos (no creo en las alianzas) que compitan contra el guapetón del copete. Pero los dos necios del 2006 se aferrarán en 2012. Y ganará el PRI.
Andrés Manuel López Obrador será el candidato de la izquierda llueva, truene o relampaguee.
Felipe Calderón impondrá al PAN otro pazguato del estilo de Luis Felipe Bravo Mena: un Cordero, un Lujambio.
Los cuatro flancos débiles de Peña Nieto son un simple divertimento, honestamente. Son nada. El hombre va que vuela a Los Pinos.
Por último, recomiendo a los ciudadanos que frustramos la transición de este país hacia la modernidad y permitimos el regreso del PRI, que nos acostumbremos a vivir con vergüenza.
Y a ver si en 2018 intentamos, otra vez, reescribir nuestra historia.