GUILLERMO ARRIAGA, CAZADOR DE TALENTO

09/06/2012 - 12:00 am

Guillermo es un hombre que dice lo que piensa, es un “tira netas”, no le gusta que lo definan como guionista, justifica su polémica afición por la caza, desconfía de los políticos mexicanos y lo que más le avergüenza es la corrupción e impunidad en el país. Arriaga, desde pequeño decretó su futuro ante sus padres, algo poco común en un niño, así que aunque diga lo contrario -su obra expuesta como escritor en Amores Perros, Babel y 21 gramos, entre otras-, tiene talento nato.  En esta conversación exclusiva concedida a Sinembargo.mx, Guillermo nos devela su sentir en aspectos personales de su vida y de los tiempos turbulentos que hoy vivimos como mexicanos.

No fuma ni bebe, mucho menos consume metadona, cocaína ni nada parecido. Tiene una cicatriz en la cabeza y un corte que le da poco volumen a su cabello grisáceo. De momentos, esboza una mirada al horizonte con esos ojos de animal nocturno y ágil cazador.

Trata de descifrar los olores por medio del gusto porque perdió el olfato durante una pelea, “antes no era bueno para las madrizas”, dice. Los nervios de sus manos han sido víctimas de las teclas, la gravedad y del escritorio. Están jodidos: sus dedos, las yemas de sus dedos, sus antebrazos.

Las palmas de sus manos han ido perdiendo y ganando la batalla; en ocasiones lo único que puede sentir es un ardor latente, como si lo estuvieran cocinando a fuego lento. Pero las cosas ya van mejor, parece.

Su andar es una metáfora de sí mismo. Su paso es firme como si quisiera dejar huella por donde quiera. Pisa fuerte porque así no pierde el equilibrio, sus botas se hunden en la tierra como si se tratara de alguien bastante grande…  de alguien muy pesado.

Durante algunos años de su infancia y adolescencia, Guillermo Federico Arriaga Jordán (1958) vivió en la Unidad Modelo, allá en Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México. Cuando tenía diez u once años, se paró frente a sus papás y sus hermanos y gritó: “yo voy a ganar Cannes, voy a ganar el Óscar y voy a ganar el Nobel, desde ahorita les aviso”. Tras esa sentencia, muchas tardes -usando una botella de Coca-Cola como micrófono- se dedicó a practicar el discurso de agradecimiento que diría en esos gloriosos recintos al que todo escritor quisiera llegar. Aquel niño comenzaba a soñar con algunos momentos que años después se harían realidad.

Tiene pinta de rudo, de esos que si los buscas en tres movimientos te dejan en el suelo. No por nada intentó ser boxeador de peso semicompleto. En verdad se ve rudo, no hace falta indagar más.

Quiso ser futbolista profesional, basquetbolista, tenista. Lo hacía tan bien, lástima. Era tan peleonero que se mantuvo yendo y viniendo de deporte en deporte, de un equipo a otro.

Fue actor de comerciales. No dice detalles al respecto, asegura que fue necesario para conocer ese mundo. También hizo programas para Televisión, sigue sin comentar mucho.

Afable, habla sobre lo que le ha costado llegar hasta hoy. Como escritor, le gustaría decir que las cosas no han sido fáciles, que ha sufrido mucho, pero la verdad es que es un hombre con suerte y muy trabajador. “Todo ha ido como lo planeé desde chavo. Ha sido una chinga porque es un trabajo diario”, comenta.

Se considera un hombre sin talento. Su literatura es producto de su dedicación, de la constancia, la disciplina y la fuerza con la que colma a sus letras. “El talento no siempre es el talento para escribir, sino el talento para empujar”, asegura.

Participó en algunos concursos literarios, de esos que brindan becas o posibilidad de publicar, pero nunca ganó. Sin embargo, algunos los jueces se dieron cuenta que había mucho potencial en aquel joven y lo apoyaron. Así fue puesto en librerías su primera novela “Escuadrón Guillotina” (1991).

No guionista, no escribano: escritor, por favor

Él no está dispuesto a venderse como un escribano ­–esos que ponen en papel las ideas y los mundos de otros-, por eso no usa palabra guión. “Yo no guío a nadie”, dice. No importa que se trate de novelas de sus autores favoritos, Arriaga no hace adaptaciones de textos que no sean suyos; prefiere proponer sus historias, opta por compartir su cosmogonía, quiere mantenerse como un tipo arriesgado, propositivo, aunque lleve más tiempo. Prefiere venderse, así como puede venderse una obra auténtica, pues.

“Si un día viene la muerte, sé que la voy a agarrar a chingadazos”

No se va a dejar, no no no, no tan fácil, eso promete este badajo. Podemos creerlo, ya ha enfrentado a la muerte en varias ocasiones. “Perro Negro / Perro Blanco”, que fue el texto que dio vida a Amores Perros, surgió de un accidente en carretera cuando tenía veintisiete. Tiempo antes, en 1983 sufrió de una infección en el pericardio, la membrana que cubre el corazón. Después de ese amargo episodio, Arriaga no paró de escribir. Cabe destacar que fue esa pericarditis la que originó la historia de 21 Gramos. “¿Puedo amar con un corazón ajeno?”, una de las preguntas que se hizo Arriaga, pero que también se hace Paul interpretado por el actor estadunidense Sean Penn en dicho filme.

Ama la vida y la felicidad, por eso dos de sus coordenadas que rigen sus textos son la muerte y el dolor. Explica que la muerte es algo que va a pasar, pero en algunos casos –sobre todo en las clases medias y altas- se niega. “Ponerse botox es negar la muerte, ponerse un peluquín es negar la muerte, la cirugía contra las arrugas es negar la muerte, y alguien puede ir de aquí allá pensando que la muerte no llega, pero sí, en algún momento”. Por eso Arriaga les recuerda, a través de sus historias, que hay tragedia, que hay dolor, que la vida se termina y que tarde o temprano a todos nos toca.

“Vamos de un lado a otro”

Algo que jamás se había visto en el cine mexicano, o por lo menos no de manera tan masiva, son las estructuras no lineales. Y él sabe jugar muy bien con eso. Todo parte del síndrome de déficit de atención que padece desde niño, pues explica que no es tan fácil hacer procesos lógicos lineales, a parte que nunca se puede tener una conversación lineal, siempre se va de un lugar a otro. Pese a que utiliza lo no lineal en muchas de sus obras para cine, las estructuras en Amores Perros, 21 Gramos, Babel y Fuego, no son las mismas. También, asegura que nunca ha escrito sus historias de forma lineal y después las corta, no, siempre las escribe y brinca como se van desarrollando.

¿Michael Jordan improvisaba?

Dice que sí, en muchas ocasiones el astro del deporte ráfaga improvisaba sus jugadas, pero también, explica Arriaga, que para hacer esas improvisaciones, después de los entrenamientos, Michael se quedaba a hacer mil tiros. Esta ilustración parte tras cuestionarlo sobre la reescritura.

Memo es de esos escritores que se toma su tiempo (hasta tres o cuatro o cinco años) para terminar un texto. Afirma que tiene que ver con la belleza del lenguaje. Tan así que 21 Gramos la reescribió 70 veces,  con Fuego, al menos hizo 40 tratamientos distintos, un poco menos porque según dice, ya ha aprendido un poco.

Muchos piensan que en Amores Perros, o que en 21 gramos los actores improvisaron los diálogos, pero no, esa naturalidad parte de la obra, detalla. Seguro es así como salen los niños cuando se esculpen a mano.

El Director

Poco antes de 2008, su médico le hizo algunas recomendaciones, algo así como: “aléjese un buen tiempo del teclado”, “no escriba”, “no escupa historias por los dedos, mejor díctele a alguien”. Arriaga Jordán no pudo oponerse tanto, sabía que tenía que dejar que los nervios de sus manos se regeneraran, así que decidió dirigir Fuego. Esa indicación médica fue uno de los motivos por los cuales se animó.

Siempre quiso dirigir sus obras, así que esa era la oportunidad perfecta. Obviamente la primera respuesta por parte de los productores fue una negativa rotunda. Pero como era de esperarse, la necedad lo obligó a trabajar, a investigar, a realizar un plan que terminó convenciendo a todos. Cabe señalar que Fuego fue bien recibida por los diferentes públicos del mundo, y atrajo grandes logros y el reconocimiento en varios festivales cinematográficos.

Un poco de ego, poco

El éxito y la fama no le llegaron por sorpresa, ha sabido vivir con eso desde muy joven. Hoy, este cazador tranquilamente  puede comer con estrellas como Charlize Theron en algún restorán de alta cocina en Los Ángeles y mañana puede ser el mesero en alguna fiesta de sus amigos y/o carnales los Estrada, allá en el norte del país. Ni las nominaciones al Óscar, ni los premios en Cannes, nada. Es complicado ver su ego hasta el cielo.

Como Director, escucha las recomendaciones de todo mundo, aunque no siempre esté de acuerdo con las sugerencias, se toma el tiempo de escuchar, no le gusta pasar por alto algún comentario,  no importa de dónde venga.

Le fastidian las personas arrogantes, le ha declarado la guerra a ese tipo de actitudes. Pese a que es uno de los escritores chilangos más reconocidos, se acerca a la gente, visita su antiguo barrio, cuando va de cacería habla con los campesinos, sabe de qué hablar con ellos por eso lo aceptan fácilmente. Viaja por el mundo, muchas veces visita las zonas peligrosas: los Tepito que existen en las ciudades del mundo, como el caso de las favelas en Brasil, por ejemplo.

Un cazador que escribe

Es muy criticado por ser cazador. Lo han tachado de frustrado, de asesino, y de mil cosas peores. Narra que la cacería es un rito que lo pone en contacto con la naturaleza, y es ese contacto el que lo ubica en el lado más contradictorio: la muerte. Todos sus personajes están relacionados con este rito. Dice que él solo caza lo que come y que caza con arco porque la ventaja no es tan grande como si tuviera un rifle. “Si alguien cazara a un animal en peligro de extinción, yo lo denuncio”, asegura. Memo dice respetar a las demás personas que se dedican a esta actividad, pero hay reglas que no se deben romper.

Pronto piensa hacerse experto con la lanza, porque la cazaría le brinda cierto sentido de pertenencia: “Te hace sentir que perteneces a este mundo natural”.

“Nada humano me es ajeno”

La pobreza es la peor tragedia para él. La injusticia, la desigualdad no las tolera. Esta preocupación lo ha llevado muchas veces a apoyar de una u otra forma a gente en desgracia.

“En mi casa, el pecado nunca fue el sexo, la pobreza era algo así como el peor de los pecados”. Arriaga lamenta que una persona se enfrente a la falta de oportunidades, a la violencia, a la inseguridad, al rechazo social.

Aprecia mucho, que pese a las dificultades de las clase desprotegida, la gente lucha, trabaja, se divierte, no para… no se detiene.

Hablar con los dioses

Tiene el tiempo encima, pero está muy emocionado por lo que se trae entre manos: Hablar con los dioses. Un proyecto en colectivo donde participarán algunos de los directores que ha admirado desde tiempo atrás. Dice que será filmada en 12 países, o más. No adelanta mucho, pero parece que se trata de un filme bastante ambicioso.

“En algunas partes del mundo si dices que eres ateo te asesinan. Me preocupan las religiones porque habitualmente son una excusa para el ostracismo, la negación y la intolerancia, en lugar de ser el paso para descubrir lo mejor del ser humano”, indicó Arriaga en una entrevista en Londres.

Entre sus amigos y directores invitados se encuentran: Kusturica, Bahman Ghobadi, Amos Gitai, Hideo Nakata, Warwick Thornton, Mira Nair, Jose Padilha, él y dos directores sorpresa.

“Sabes lo que es trabajar con las personas que admiras, bueno, en esa situación estoy”, confiesa.

Si usted quiere saber más, no le busque: casi todas las madrugadas a Guillermo se le puede encontrar en Twitter. Eso quiere decir que está trabajando, pero seguro le contesta.

en Sinembargo al Aire

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