Posterior al régimen de Porfirio Díaz (1877-1911) -donde México había logrado altas tasas de crecimiento económico, pero a costa de un inequitativo reparto de la riqueza y de una creciente dependencia hacia el exterior-, se llevó a cabo la Revolución Mexicana, sin duda, el movimiento popular más importante que haya ocurrido en México desde los inicios del siglo XX hasta el presente.
La revolución mexicana produjo una cruenta lucha entre los generales que se disputaron el poder. Entre 1913 y 1928 fueron acribillados Emiliano Zapata y Francisco «Pancho» Villa, así como Álvaro Obregón cuando intentaba reelegirse presidente. Eran una expresión más de la revolución de 1910, que dejó un millón de muertos.
En sus dimensiones transformadoras, la Revolución resulta equivalente a los movimientos de Independencia y Reforma del siglo XIX. De ella nació la primera constitución en el mundo con contenidos sociales, la promulgada en Querétaro el 5 de febrero de 1917.
Posterior a ese marco histórico nació el actual Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó con 17 presidentes distintos durante 71 años consecutivos, hasta que triunfó el panista Vicente Fox en el 2000.
La creación de dicho instituto político ocurrió por la necesidad de lograr una estabilidad política que el país necesitaba después de un conflicto militar de la magnitud de la Revolución.
El poder revolucionario se ejercía en medio del fragor de la lucha, cuando se combatía y se administraba al mismo tiempo. En los periodos de paz relativa, en épocas de elecciones estatales o municipales, se enfrentaban grupos de los propios revolucionarios, y el poder central.
En las elecciones presidenciales, de 1920 a 1928, los conflictos que se suscitaron se resolvieron violentamente: en 1920 fue asesinado el presidente Venustiano Carranza, y su candidato, el ingeniero Ignacio Bonillas, no volvió a tener presencia en la vida política del país.
De 1923 a 1924, las fuerzas del gobierno derrotaron a la rebelión delahuertista y el candidato de la oposición, Adolfo de la Huerta, se fue al exilio; en 1927 murieron asesinados los candidatos generales Francisco Serrano y Arnulfo Gómez y al año siguiente León Toral, a quien se le identificó como cristero católico, asesinó al presidente electo Álvaro Obregón.
De ahí en adelante puede considerarse que los conflictos electorales ya no se resolvieron derramando sangre, pues se logró la institucionalización de la vida política a través del partido hegemónico que duró en el poder 71 años sin alternancia alguna.
Plutarco Elías Calles fue el sucesor de Obregón y elegido presidente en 1928. Para consolidar su poder, organizó un año más tarde el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Este es el antecedente directo del que, 17 años más tarde, sería el Partido Revolucionario Institucional que gobernó durante siete décadas a México.
“El Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue producto del grupo en el poder. Ni concibió ni hizo una revolución, a diferencia del partido bolchevique ruso, ya que fue procreado por la fracción victoriosa de una revolución. No nació para ganar el poder, sino para conservarlo”, escribió Jorge Alcocer en su ensayo “La tercera refundación del PRI”, publicado en 1993 en la Revista Mexicana de Sociología.
“El partido que Calles anunció en 1929 surgió para permitir el paso de la época de los caudillos a la de las instituciones. En aras de ese objetivo, muy pronto debió enfrentarse a su propio creador, Calles, que en 1935 pretendió perpetuar el «maximato» y con ello abrió una crisis que se resolvería en favor del poder presidencial. A partir de ese momento el partido encontró su lugar en el nuevo sistema político mexicano: instrumento del poder legalmente constituido, esto es, el partido al servicio del presidente”, aseguró el analista político y electoral.
LA FUNDACIÓN DEL PRI
El primero de diciembre de 1928 se firmó el Manifiesto del Comité Organizador del Partido Nacional Revolucionario (PNR), mediante el cual el General Plutarco Elías Calles invitaba a «todos los partidos, agrupaciones y organizaciones políticas de la República, de credo y tendencia revolucionaria, para unirse y formar el Partido Nacional Revolucionario».
El 4 de marzo de 1929 se fundó el PNR como un “partido de partidos”, de convocatoria amplia, institución donde convergieron fuerzas políticas afines, pero distintas.
El PNR sería la institución más poderosa para la competencia política; fue entonces el lugar para diseñar los primeros acuerdos y prácticas en la lucha por el poder público; el medio que llevó a la realización de relevos de gobiernos por medio de elecciones y en condiciones de estabilidad. De este partido surgieron cuatro presidentes de la República: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Lázaro Cárdenas del Río.
El amplio acuerdo hizo que el PNR surgiera con un gran predominio, porque en él convergieron los líderes y organizaciones más importantes del país.
En 1933 los grupos políticos afines al gobierno –organizaciones campesinas, agrupaciones sindicales, diputados, senadores, gobernadores y jefes militares -, agrupados ya dentro del Partido Nacional Revolucionario, se alinearon tras dos precandidatos: los generales Manuel Pérez Treviño y Lázaro Cárdenas.
Pesó, sin lugar a discusión, la decisión final del Jefe Máximo, el General Calles, cuyas simpatías personales estaban con el primero de ellos, pero quien al final, valorando seguramente las consecuencias de su decisión, se inclinó por el segundo, que reunía mayoría dentro de aquellos grupos políticos afines al gobierno.
En ese entonces, la oposición organizada estaba poco desarrollada y representaba una fuerza política de reducida importancia relativa.
LA INSTITUCIONALIZACIÓN
El 30 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas lanzó la declaración formal de la Asamblea Nacional Constitutiva del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) que sustituiría al PNR, organizado con base en cuatro sectores: el obrero, el campesino, el popular y el militar, buscando que estos cuatro grandes sectores de la sociedad realizaran su principal actividad política dentro de los cauces y con apego a los principios del partido.
Fue durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, por primera vez después de concluida la fase armada de la Revolución, cuando surgieron organizaciones políticas para oponerse a ésta, de manera principal a sus acciones agraria y educativa, destacando como las más importantes y las de mayor trascendencia en la sociedad y en el tiempo, el Partido Acción Nacional y la Unión Nacional Sinarquista.
Cárdenas también organizó el movimiento sindical, profundizó la reforma agraria y creó Pemex, la gigantesca petrolera del Estado Mexicano.
“Con Cárdenas el partido cambió por vez primera de nombre (de PNR a PRM) y adoptó la vena radical de la Revolución. Fue antiimperialista, nacionalista, estatista, filosocialista y aliado del PCM en la táctica de Frente Único de la III Internacional. Pasó a ser un partido de sectores, corporativo, de afiliación colectiva y en no pocos casos sin nexos con los ciudadanos que por la vía de sus organizaciones gremiales o campesinas, pasaban a ser, sin saberlo, miembros del partido. La Revolución Mexicana encontró en el PRM su expresión e instrumento. El Estado hizo de él instrumento de control y continuidad. El reparto de posiciones y prebendas fue, desde ese entonces, negociación que pasaba por el partido”, escribió Jorge Alcocer en su ensayo.
Del Partido de la Revolución Mexicana, tan sólo surgió un presidente de la República, que fue el general Manuel Ávila Camacho, quien además gobernó durante casi todo el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial. Con él, se terminaron los gobiernos militares.
El 18 de enero de 1946, con el lema «Democracia y Justicia Social», se efectuó la Segunda Gran Convención del Partido de la Revolución Mexicana, que dio lugar a su transformación como Partido Revolucionario Institucional. En ese evento, se designó como primer presidente del Comité Central Ejecutivo a Rafael Pascasio Gamboa.
Con el predominio del PRI (que había sustituido al PRM); en su momento, se superaron las tentaciones hacia los autoritarismos de izquierda y de derecha, que aparecieron en el entorno de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría.
Con el PRI se realizaría una transformación, al dejar atrás la tradición de los gobiernos presididos por militares, para arribar a los de carácter civil, en un proceso sin aparentes fracturas ni enfrentamientos. Desde entonces, cada seis años, el presidente nombró “con dedazo” a su sucesor.
LA PRIMERA REFUNDACIÓN: LOS ABOGADOS
“Al desaparecer el cuarto sector-el militar-, Alemán refundó el partido. No negó la herencia de su antecesor, simplemente la perfeccionó y adecuó para la nueva etapa. El partido de los tres sectores y las tres centrales (CTM, CNC, CNOP); el partido del «señor presidente», el partido oficial quedó constituido y por segunda vez cambió de nombre”, señala Alcocer en “La tercera refundación del PRI”.
Desde entonces, México vivió un largo período de estabilidad y crecimiento hasta la presidencia de Luis Echeverría en 1970, quien eliminó todo vestigio opositor que había sido lanzado dos años antes por la «masacre de Tlatelolco» en la que murieron miles de estudiantes.
Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Pacheco, fueron los seis presidentes civiles que tuvieron una formación en la abogacía. Con ellos se dio la nacionalización de la industria eléctrica y la de la banca, además de que se celebraron los Juegos Olímpicos de 1968.
Con López Portillo comenzó un período de inestabilidad que dejó al país con una monumental deuda externa y se profundizó la crisis. De ella surgió la primera oposición seria al PRI, cuyo liderazgo fue asumido por el hijo de Cárdenas, Cuauhtémoc, al formar el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1988.
LA REFUNDACIÓN FALLIDA: CARLOS MADRAZO
Carlos Alberto Madrazo Becerra, ex gobernador de Tabasco y padre del que sería candidato a la presidencia de la República en el año 2006, llegó a la presidencia del CEN del Partido Revolucionario Institucional el 7 de diciembre de 1964 e intentó una reforma en el partido para la elección democrática de los candidatos.
Propuso que no fueran elegidos por el presidente en turno, sino a través de una elección interna entre los militantes del partido y por ello entró en pugna contra el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Al ver fracasado su intento, renunció a la presidencia del instituto político en noviembre de 1965.
Madrazo Becerra falleció en Monterrey, Nuevo León, el 4 de junio de 1969, en un accidente aéreo, que se presumió fue en realidad un asesinato político, aunque esto nunca se haya comprobado.
LA SEGUNDA REFUNDACIÓN: LOS TECNÓCRATAS
En 1988 el PRD devino en un fenómeno que dejó al PRI en clara desventaja, después de una gris sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado y de un terremoto en la Ciudad de México en 1985, que despertó la “conciencia” de la sociedad civil organizada.
El aparato del partido no podía permitirse una derrota e impuso la presidencia del «Harvard boy» Carlos Salinas de Gortari. Contra todos los principios de su partido, Salinas firmó un amplio acuerdo comercial con Estados Unidos, el TLC o NAFTA, y comenzó a abrir la economía mediante la privatización de las empresas estatales. Todo acompañado por una profunda corrupción que trajeron los llamados tecnócratas.
Cuando Salinas eligió a su sucesor, Luis Donaldo Colosio, se dio cuenta tarde de que supuestamente éste no estaba dispuesto a seguir los postulados de su gobierno y mucho menos tolerar el nivel de corrupción del PRI.
Colosio fue asesinado durante la campaña en Tijuana el 23 de marzo de 1994. Ernesto Zedillo fue elegido de prisa como candidato y gracias a la implacable maquinaria del PRI logró arrebatarle una vez más la presidencia a la oposición.
Zedillo tuvo que realizar una incipiente apertura y se llegó a una nueva elección, con un instituto electoral independiente y con un candidato fuerte -Vicente Fox- que dejó fuera al PRI del gobierno, después de 71 largos años.
LA TERCERA REFUNDACIÓN: LOS PRAGMÁTICOS
“La solidez del dominio priísta sobre la política de México la ilustran cifras de difícil equiparación: entre 1929 y 1989 no perdió una sola de las gubernaturas en juego; ganó, en procesos electorales fielmente cumplidos, más del 96% de los más de dos mil municipios que conforman la geografía del país; nunca, hasta 1992, perdió la mayoría en un congreso local. Obvio, pero hay que anotarlo, lleva 10 presidentes de un sexenio cada uno, más los tres del período del «maximato», y desde 1929, todas las legislaturas del Congreso de la Unión con mayoría, y sólo hasta 1988 se vio obligado a aceptar senadores de oposición”, indicó Jorge Alcocer en el ensayo de 1993.
A lo largo de más de siete décadas la formalidad del relevo en los cargos públicos se había cumplido a través de elecciones; sin embargo, estos procesos electorales previos a 1979 -año de la primera reforma política- fueron simple «formalismo» o «ritual».
La ruptura de la unidad priísta, sin elecciones libres y competidas, dio origen a la expansión de oposiciones independientes, o semiindependientes, lo que abrió una etapa de competencia cada día más acrecentada en los espacios municipales y regionales.
Además se dio el reacomodo político originado por la elección de 1988, cuyos componentes más significativos serían la consolidación del PAN como partido alternativo y el surgimiento del PRD.
Lo anterior alteró la disposición hegemónica para trastocarla a nivel nacional en un sistema virtual de tripartidismo, y en algunos estados de bipartidismo PRIPAN, o en menor número PRIPRD.
El día de hoy, ante el escenario electoral del 1 de julio de 2012, y con un virtual candidato que es puntero en las encuestas de preferencia entre los votantes, el PRI ha tenido que convertirse en un partido “atrapalotodo”, escoba o “catch-all”, que busca atraer electores de diversos puntos de vista e ideologías, en contraposición con otros partidos que defienden una ideología determinada y que buscan votantes que se adhieran a esa ideología.
El PRI es hoy un partido de masas que lo único que pretende es atraer al máximo número de votantes y de trascender los intereses de grupo con el fin de conseguir una mayor confianza general, aunque esto conlleve una drástica reducción del bagaje ideológico, pues actualmente no se tiene muy clara su desdibujada postura política.
EL FUTURO: DEPENDE DE LA VICTORIA O DE LA DERROTA EN JULIO DE 2012
“La prisa que marca a los partidos opositores, acentuada en sus ideólogos y estrategas, los ha llevado, una vez más, a decretar el fin inexorable del sistema de poder. Para desgracia de los bisoños ideólogos de la crisis final del sistema, éste parece tener todavía un arsenal de recursos por utilizar. Quizá, el no ser un partido de Estado, en el sentido estricto de la palabra, termine por otorgarle al PRI ( )su capacidad de adaptación y sobrevivencia”, aseguraba Jorge Alcocer en su ensayo escrito hace más de una década.
Hasta 1989 el PRI gobernó las 32 entidades federativas; hoy, el partido político, que también es la primera fuerza política nacional, gobierna en 20 estados de la República: Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Durango, Tlaxcala, Nayarit, San Luis Potosí, Veracruz, Hidalgo, Querétaro, Colima, México, Aguascalientes, Tabasco, Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Zacatecas y el más reciente, Michoacán con Fausto Vallejo.
A raíz de la elección federal de 5 de julio de 2009, con 184 diputados electos y 53 plurinominales el PRI ganó la mayoría en la Cámara de Diputados, y se colocó como el segundo grupo político en la Cámara Alta, con 33 senadores electos, lo que lo hace la primera fuerza política en el Congreso de la Unión, con 12 millones 821 mil 504 votos.
A nivel local, el PRI gobierna 921 municipios de dos mil 457 que componen el país, con 438 legisladores a nivel estatal, de un total de mil 138. En los 31 congresos locales, tiene uno de mayoría calificada, 12 de mayoría absoluta y siete mayorías, más la representación que tiene en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
En los últimos años ha recuperado numerosos municipios, y ha llegado a gobernar al 60 por ciento de los mexicanos.
“¿Es transformable el PRI? ¿Su desaparición es condición sine qua non para el tránsito a la democracia? Si respondemos positivamente a la pregunta, entonces el futuro democrático de México está condicionado a la crisis terminal del sistema fundado en 1929”, se cuestionaba Alcocer hace ya 11 años.
Al parecer -como lo demuestra su gran estructura política y “camaleónica” historia- el PRI no está muerto, sólo está esperando su momento para regresar al poder presidencial, con Peña Nieto o con cualquier otro candidato, en un futuro que no se visualiza tan lejano.