Una novela, Tacos altos, que hace buenas las palabras que José Saramago dedicó en su día al autor: «Una propuesta arriesgada que habla de la vida contemporánea, donde el bien y el mal comparten una frontera difusa.»
Por Gabriela Mayer, dpa
Ciudad de México, 4 de junio (SinEmbargo).- “Sospecho que hay un momento de la vida en el que cada hombre o cada mujer descubren quiénes son. Lo saben. De repente. Frente a una instancia crucial o frente a un hecho insignificante. Da lo mismo”, dice la protagonista, pero poco después añade: Yo, en cambio, todavía no sé quién soy. Y, por no saber, ni siquiera sé si es que ya me convierto en una mujer o aún me falta un poco de tiempo.”
Buena parte de esta incertidumbre tiene su origen en su identidad cruzada: de origen chino, pero criada en Argentina. De allí se ha marchado para vivir con sus abuelos en China, pero pronto regresará contratada como intérprete de unos empresarios. Y hay una segunda incertidumbre relevante: la del tránsito entre la niña y la mujer, que se materializará en esos tacos altos a los que hace referencia el título y que calzará por primera vez en este viaje de vuelta.
Federico Jeanmaire transporta al lector entre dos escenarios: Suzhou y Glew. El primero es chino y allí está la casa de los abuelos. El segundo es argentino, cerca de Buenos Aires y allí vivió la protagonista. Allí también el padre tenía un supermercado. Y una pistola. Y una noche hubo un incendio. Y ahora, en el momento del regreso, acompañada por su abuelo, ella retomará el idioma que aprendió, visitará a una amiga de antaño y aquello que quedó abierto en el pasado quizás podrá clausurarse…
Federico Jeanmaire (Baradero, Argentina, 1957) es licenciado en Letras, profesor universitario y especialista en El Quijote. Ha escrito numerosas novelas, algunas de las cuales lo llevaron a obtener los premios literarios más importantes de su país, como el Rojas, el Emecé y el Clarín.
Ahora vuelve al territorio de la novela con Tacos altos, para explorar “la identidad, que es el gran tema del siglo XXI”.
“En este momento del mundo hay muchísimas necesidades de que la gente se mueva. Ese movimiento por ahí no es querido ni deseado, sino que es simplemente salvarse de algo, buscar trabajo… eso te ubica en un lugar bastante extraño, en el cual todo lo automático que tienes de la cultura de nacimiento en algún punto se pone en duda, y también se pone en duda lo automático de la cultura que te va a recibir», dice el escritor a la agencia dpa.
El libro -recientemente publicado por Anagrama en Argentina, Chile, Colombia, Uruguay y España-, aún no ha llegado a México y está surcado por preguntas e incertidumbres vinculadas con la identidad cruzada y también por el tránsito de la protagonista de niña a mujer, hasta calzarse los tacos (tacones) altos a los que hace referencia el título.
Jeanmaire afirma que la novela surgió de su gran interés por la cultura china y también por los inmigrantes chinos en Argentina. «Tengo buena relación con ellos desde siempre. Yo trabajo en una biblioteca a la noche y siempre hubo muchos chinos allí», cuenta.
El escritor destinó el dinero que ganó con un premio literario a viajar por China con su hijo.
«Supongo que lo que te llama siempre más la atención de las culturas es lo que no comprendes, lo que imaginas. Los chinos son algo desconocido, al menos para mí y lo desconocido siempre te atrae. Cuando volví de ese viaje sabía que en algún momento iba a escribir una novela china», apunta Jeanmaire.
LA HISTORIA DE UN SUPERMERCADO INCENDIADO
En diciembre de 2013 hubo un intento de saqueo en el suburbio bonaerense de Glew y murió incendiado el dueño chino de un supermercado. «O bien no pudo o no quiso salir, porque estaba atrincherado y no quería entregar nada. Fue una noticia que salió muy pequeñita en dos diarios digitales y me interesó mucho el hecho», expresa.
«Me pareció algo muy lindo para empezar a pensar una novela, qué hay en la cabeza de un chino en Glew», señala. Sin embargo, con el correr de la escritura, ganó protagonismo la hija de este personaje. La novela se divide en dos partes, Suzhou y Glew, escenarios respectivos de la trama en China y Argentina. Jeanmaire cuenta entre risas que no conoce el suburbio en la provincia de Buenos Aires, pero sí la lejana Suzhou.
La protagonista pasó muchos años en Glew, donde su padre tenía un supermercado y luego vive con sus abuelos paternos en Suzhou. Allí recibe una oferta laboral que le permite regresar a Glew y saldar cuentas con el pasado. Su retorno «es un momento bisagra. Porque en principio ella no se lleva bien con esos tacos, pero descubre que la convierten en otra persona. Ese es un cambio fuerte que tiene en la novela y en su vida».
Al autor de Mitre y Montevideo le atrae especialmente enfocarse en el problema de la lengua. «Primero porque trabajo con la lengua, soy escritor y segundo porque la lengua es como el gran recipiente de la identidad. Entonces una novela sobre la identidad cruzada por una lengua así, artificial y rara, está bien».
Y es que, a sus 15 años, la joven de Tacos altos escribe para no olvidar el castellano y lo hace en presente por su dificultad para manejar los tiempos verbales. «Sobre todo al principio uno no sabe cuándo es que pasa cada cosa. La lengua china cuenta con esa particularidad, que no tiene tiempos verbales, solamente avisa con palabras muy específicas. Y en castellano quedaba muy atractivo», considera.
Jeanmaire destaca entre las particularidades de la cultura china que «es bastante cerrada, tradicionalista, muy apegada a sus creencias y a sus supersticiones. El chino sale, migra, pero cría a su descendencia como si estuvieran en China, porque la idea siempre es volver».
Asimismo sostiene que no le gustan «los libros que proponen lecturas unívocas». Por eso se muestra a favor de, «para decirlo en términos brutales, la literatura propositivamente ambigua. Supongo que eso me viene del Quijote», señala.
«Me parece que eso es lo peor de la literatura del siglo XX, lecturas muy fáciles, donde uno no puede sino estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que está leyendo, pero no le queda ninguna posibilidad de trabajar el texto, de ser parte del hecho literario», agrega.
Autor de Miguel, biografía ficticia de Cervantes con la que fue finalista del Premio Herraldey del ensayo «Una lectura del Quijote», Jeanmaire considera que la célebre novela tiene para él una importancia «absoluta». «Hace 30 y pico de años que lo leo y de hecho doy cursos del Quijote para volver a leerlo. Aprendí de eso, entonces está muy marcado en mi estética».