Inauguramos una sección especialmente confeccionada para PUNTOS Y COMAS. Se trata de una nota curada por los editores de la legendaria publicación mexicana, que este año arriba a los primeros 28 años de vida, retratando el lado profundo de un México definido por una cultura poderosa y singular, no siempre vista o valorada
Por Alberto Ruy Sánchez
Ciudad de México, 7 de mayo (SinEmbargo).- «Ya véngase a dormir, Laurita, nada más se está acabando los ojos.» La antropóloga Laura Romero transcribía en la noche, a la luz fugitiva de un foco amarillento, las entrevistas que había logrado durante el día. Doña María, la partera más anciana del pueblo nahua de San Sebastián Tlacotepec, la cuidaba y le enseñaba cada día algo nuevo. Laura, insaciable, posponía el momento de acostarse hasta que doña María le dio un argumento irrefutable: «Ustedes nomás aprenden leyendo. Todo lo hacen con su cabeza, por eso andan como locos. Nosotros no aprendemos sólo de los libros, aprendemos cuando soñamos. Ahí se nos abren los ojos. Así que ya véngase a dormir.» Y se fue a dormir al lado de doña María.
Durante seis años Laura estuvo escuchando y observando de cerca, tratando de comprender de qué manera se mira en la oscuridad y por qué procedimientos esas personas privilegiadas, que nacen dos veces, los chamanes o ixtlamatki, se vuelven capaces de curar, de aliviar males físicos y espirituales, de detectar el padecimiento gravísimo que es «la pérdida del alma» y establecer los remedios eficaces para contrarrestarla. Cuenta que si bien hay especialidades entre los chamanes: las hierbas, los huesos, los partos, todos ellos tienen en común algo que los hace distintos: «ellos sí saben», dicen en la comunidad. Porque los chamanes han nacido y se han preparado para leer en las cosas del mundo lo que los otros no pueden ver. «La habilidad chamánica, dice Laura Romero, consiste en percibir y mirar lo ausente y escuchar lo que el silencio revela.»
Los chamanes saben leer la piel de cada persona de otra manera. Con el tacto miran. Con tabaco o cal o incienso, barajas, huevos, granos de maíz crean maneras de diagnosticar los males. Todo eso, con palabras poderosas y gestos, se vuelve parte del lenguaje ritual para erradicarlos. El lenguaje que el Chamán pronuncia con las cosas de su entorno para su entorno: «La actividad chamánica es un acto enunciativo que emplea el lenguaje para crear y recrear el mundo.» El chamán huye del ruido tóxico cotidiano y de la luz hiriente. Explora los límites de lo humano para que su comunidad pueda atacar las dañinas ausencias del alma.
El chamanismo tiene que ver con la medicina tradicional pero también con ritos agrícolas, con ciclos y fluctuaciones de los climas, sus azotes y virtudes, con procesos familiares y hasta políticos. El chamanismo incide en las relaciones humanas y nos habla con profundidad de su naturaleza. Los Chamanes son piedra angular de la comunidad. En ella, dice Laura, el Ixtlamakeh es «como director de una compleja orquesta ontológica donde cada músico aporta sus notas y sus silencios, cede el turno, escucha al otro y sigue su partitura. Y, a veces puede realizarse la ejecución sin él al frente.»
UNA ROSA DE LOS VIENTOS CHAMÁNICOS
Etnohistoriadora reconocida varias veces con el Premio Fray Bernardino de Sahagún, Laura Romero vivió cotidianamente ese mundo chamánico nahua durante seis años con extrema delicadeza. La misma con la que nos comunica su experiencia y su riguroso aprendizaje en un texto central del número 118 de la revista libro Artes de México que ella coordinó con la dirección editorial de Margarita De Orellana. En él, ocho exploraciones distintas de mundos chamánicos forman una especie de rosa de los vientos del chamanismo mexicano y ayudan a comprender el fenómeno del chamanismo en general.
Aunque cruza distintas etnías y muy diferentes religiones, en Durango, en Chiapas, en Puebla, en Veracruz, en Nayarit o en la huasteca potosina el fenómeno adquiere lógicamente formulaciones propias, siempre asombrosas, que dan sentido a la vida de un México profundo pero extendido que tantas personas normalmente desconocen y muchas veces ven con enormes prejuicios y burdos estereotipos.
El chamanismo es uno de los fenómenos sociales más elaborados y complejos y a la vez de los más simplificados y mal entendidos por quienes practican o desean un esoterismo fácil, folclorizante o muy comercial. Por eso era importante que una edición de Artes de México estableciera con extremo rigor y al mismo tiempo con un público amplio en mente, los textos mínimamente indispensables para comprenderlo en su diversidad. Y también en su seductora belleza.
Una edición donde quien nada sabe del fenómeno tenga una iniciación con paso firme y a la vez una páginas donde hasta el que más sepa pueda descubrir, completar lo que sabe con el conocimiento y la experiencia de otros, imaginar nuevos caminos.
Dice la historiadora Margarita De Orellana que si se emprendiera una historia del chamanismo en México ésta tendría necesariamente cientos de volúmenes. Con esa conciencia ha decantado los rasgos esenciales del fenómeno en ocho exploraciones imprescindibles. Lo importante es que cada autor de esta edición ha sido de verdad testigo muy cercano y a la vez se ha planteado el reto de comprender y compartir su experiencia y sus reflexiones. Más el asombro de vivirlas.
El antropólogo Pedro Pitarch, quien nos ha ofecido recientemente dos libros fundamentales, verdaderos parteaguas para comprender las nociones de alma y cuerpo en el mundo maya actual, La cara oculta del pliegue, y La palabra fragante (ambos editados por Artes de México), esplora el principio del silencio en los rituales tzeltales de Chiapas. «Silencio es el nombre de los cantos chamánicos en las tierras altas de Chiapas. En conjunto los cantos se llaman ch’ab, que significa silenciar. Los cantos dirigidos a recuperar las almas extraviadas o secuestradas se llaman ch’abtayel, esto es, hacer enmudecer. Y los cantos dirigidos a detener las emociones contaminantes de los espíritus y de los muertos son biktal ch’ab, algo así como empequeñecer o apagar por medio del silencio.» Según lo vivido por Pitarch, la función principal de las palabras cantadas por los chamanes tzeltales en sus rituales curativos o incluso preventivos es silenciar, calmar, sofocar el ruido tóxico del mundo de los espíritus.
La muerte pasa de aquel mundo al nuestro en forma de ruido. Contra ella, el chamán extiende una barrera dilatada de cantos de transe y otros rituales llenos de silencios que se convierten en cerco protector. Lograr el mutismo de los espíritus parranderos es la salud de los cuerpos vivos.
En otra región y otro mundo mental, en el complejo y muy vital universo huichol, los chamanes son los Marakate (plural de mara’akame): «los que saben soñar». Pero los sueños son experiencias peligrosas, muy difíciles de controlar. Donde todas las fuerzas nocturnas pueden ser benéficas o dañinas y algunas veces las dos cosas al mismo tiempo. En contra de los lugares comunes que circulan sobre el mundo huichol, Johanes Neurath derriba toda posibilidad de pensarlo como un mundo idílico donde el hombre convive en armonía con la naturaleza.
Los chamanes huicholes son seres nocturnos que con enormes dificultades y esfuerzos rituales se mantienen a flote en el agitado mar de la negrura. Ello buscan el amanecer del desierto, porque «la obscuridad es ruidosa y se opone al silencio transparente del desierto.» Tal vez sea él quien con más agudeza ha penetrado las paradojas del mundo huichol contemporáneo. Y es autor de un libro clave sobre el arte huichol ritual: La vida de las imágenes (editado por Artes de México).
INQUIETUD Y SEDUCCIÓN
David Lorente Fernández explora el mundo de los graniceros, los que fueron alcanzados por un rayo en la Sierra de Texcoco, donde convertirse en chamán es aprender a soñar. Aprender a ver con los ojos del espíritu pero también a entrar en otro mundo transformándose constantemente. Entrar a un carnaval ritual de metamorfosis. El granicero cambia también sus ojos, la perspectiva de su mirada, logrando ver naranjas y plátanos donde otros sólo ven nubes agresivas y granizo. Aprenden a ver con los ojos de los espíritus.
En un proceso acelerado de modernización, el mundo chamánico se multiplica entre los nahuas de Cuacuila. Iván Pérez Tellez relata el fascinante y complejo rito de iniciación necesaria, sus increíbles horizontes míticos, su incesante creación de imágenes inquietantes. No menos fascinante es el mundo que nos cuenta Alessandro Questa en Puebla, donde la dinámica mitológica y práctica del chamanismo es evidente. Carlos Heiras Rodríguez muestra cómo en la Huasteca potosina los espíritus mueven las cosas y surge un ejército de seguidores de papel, cuerpos habitables por espíritus y creados para la ocasión. Porque de cualquier modo cada persona es muchas y está en muchas cosas. Neyra Alvarado nos sitúa entre los tepehuanes de Durango, donde los chamanes son los que «saben fumar». Todos añaden dimensiones y rumbos al universo chamánico que aquí se perfila con precisión y riqueza formal.
El chamanismo crea espacios, inventa y cuida paisajes que van de lo visible a lo invisible y cultiva las fuerzas que en ellos actúan. El chamanismo señala el movimiento del mundo en su diversidad aguda. Hay quienes quieren verlo como un mundo estático y pasado, un ancla. Pero es brújula y es quilla. Es puntada tensa y nudo corredizo de las otras redes sociales, las que están vivas en las comunidades. Lo que de verdad sí se mueve en México.
Por otra parte, la dimensión estética del chamanismo es muy amplia y va desde la palabra cantada, verdadera poesía contemporánea de México, hasta la estética hipercodificada de las ofrendas. Hay grandes fotógrafos detrás del fenómeno chamánico y muchos antropólogos que han querido hacer sólo fotos testimoniales se han ido convirtiendo en creadores excepcionales. «En estas páginas, dice Margarita De Orellana, intentamos atrapar y compartir momentos de vida que nos deslumbraron y nos iluminaron sobre ciertos resquicios de México cargados de sentido y de belleza.» Todo eso, en sus múltiples facetas, está presente en esta edición que con el escueto título de Chamanismo y el enigmático subtítulo de Obscuridad, silencio, ausencia, Artes de México propone como un libro de seducción, de inquietud y de referencia sobre este fenómeno.
El lunes 9 de mayo, a las 18.00 horas, en la librería Rosario Castellanos (Tamaulipas 202, colonia Condesa), el número 118 de Artes de México dedicado al Chamanismo será presentado por Laura Romero, Margarita De Orellana, Iván Pérez Téllez y Johanes Neurath. Dentro de la Feria del Libro Independiente.
Una sección curada por ARTES DE MEXICO http://www.artesdemexico.com