Justo en este momento, en el que el paradigma frente a las drogas parece dar un viraje hacia un enfoque de salud pública (o al menos eso dicen los que representan desde el lado optimista el tema del consumo) es importante saber qué nos pasa por dentro cuando consumimos.
Por Sara Kapkin Sierra
Ciudad de México, 19 abril (SinEmbargo/VICE).- Todas las drogas, legales e ilegales, producen alteraciones en las personas. No me refiero exclusivamente a los cambios en la personalidad de quienes consumimos en una fiesta. Me refiero, en esta ocasión, a los órganos internos de los seres humanos y sus conexiones internas: las tripas y el cerebro. Medir las consecuencias de la frecuencia, de la cantidad, del cuerpo.
Justo en este momento, en el que el paradigma frente a las drogas parece dar un viraje hacia un enfoque de salud pública (o al menos eso dicen los que representan desde el lado optimista el tema del consumo) es importante saber qué nos pasa por dentro cuando consumimos.
La cosa va en aumento. ¿O no? Yéndome un poco más allá de lo que oigo en la calle, me remito al Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Sicoactivas en Colombia, publicado en 2013, que indica que las drogas de mayor consumo son las legales, tabaco y alcohol, seguidas por la mariguana y la cocaína, donde se evidenció un incremento significativo en su uso. Y se sigue viendo.
Así que resulta importante preguntarnos cuánto dura una droga en nuestro cuerpo y qué le hace mientras tanto.
Antes debo aclarar algo. Este artículo parte de una base teórica: que la droga genera el efecto para el que está destinada. Ya antes nos han advertido que la droga que nos venden en las fiestas no es 100 por ciento pura. De hecho, en una entrada reciente, el columnista Pericles nos contaba cuatro formas en las que el dealer de cocaína nos engañaba, metiendo sustancias raras en el producto, y, por ende, generando efectos adversos en nuestro cuerpo.
Haciendo esta salvedad, y para saber qué hace una droga pura en nuestro cuerpo, consulté a tres médicos: Guillermo Alonso Castaño, maestro en adicciones y miembro del grupo de investigación en Salud Mental de la Universidad Ces; Jairo Téllez, toxicólogo, director del grupo de Toxicología de la Universidad Nacional de Colombia; y Ana María Giraldo, médica y cirujana de la Universidad de Antioquia, especialista en adicciones. Entre los tres me respondieron la pregunta.
PRIMERO LO PRIMERO: ¿QUÉ LE PASA AL CEREBRO?
«El consumo es como una escalera ––dice el doctor Castaño–– las primeras veces no genera problemas. Pero, sin darse cuenta, las personas que son susceptibles, y cumplen con todas las condiciones ––si tienen alguna hipersensibilidad cerebral o neurológica, antecedentes familiares (de consumo de drogas, trastornos mentales), trastornos afectivos, pocas habilidades sociales, contextos muy adversos donde el consumo de drogas es muy alto––, puede terminar siendo adictos». El terreno es resbaloso de todas formas.
El tema no es matemático. Quiero decir, no todo el que prueba drogas se convierte en un adicto. Pero cuando se ingieren ––a menos de que las cosas no salgan bien–– la droga produce placer, y ese placer y las emociones que trae consigo, es lo que incita a la persona a consumir más.
Y cuando los consumos empiezan a repetirse y a hacerse más frecuentes, las estructuras cerebrales se van alterando funcionalmente y dejan una especie de huella en el circuito cerebro-recompensa que hace que la persona le vuelvan a dar ganas de consumir.
«Es como si el cerebro aprendiera: la primera vez no tengo mucho conocimiento de qué produce la droga. Cuando la consumo siento cosas, aprendo cosas, que hacen que yo la busque una segunda vez, o una tercera o cuarta», dice Castaño.
¿CUÁNTO TARDAN PARA SALIR DEL CUERPO?
Que pase el efecto no quiere decir que las drogas ya se encuentren en el cuerpo. «Una vez que la sustancia ejerció su efecto máximo, va dando otros», dice Ana María Giraldo. Por ejemplo, en el caso del alcohol, que es una droga conocida por todos, está la cruda, el dolor de cabeza y, sobre todo, la deshidratación y el trabajo extra del hígado en sus labores.
Una vez que hay sensación de lo que sea «hay un efecto que se llama tolerancia ––continúa Giraldo––, y es que el sujeto, además de soportar mayores cantidades de la sustancia, se acostumbra a estar bajo el efecto de ella, entonces funciona relativamente bien, pero mientras tenga sustancias en el organismo se supone que todavía están actuando».
Los tiempos que permanecen las drogas en el cuerpo pueden variar. «Para consumidores esporádicos, se espera que excreten las sustancias más rápidamente. Las cantidades también son importantes: un consumidor esporádico de mariguana puede tener un tiempo menor de la sustancia en el organismo porque tiene un depósito menor».
Aunque depende de muchas cosas, la doctora elaboró la siguiente tabla basada en su experiencia en el trabajo con adictos (y el efecto que las drogas le generaban durante el paso del tiempo) así como la revisión de los textos que la literatura académica ha dado del tema. En promedio, en una persona sin adicciones pero sí de consumo frecuente, las drogas salen en estos periodos.
- Cocaína (4 a 7 días).
- Anfetaminas (48 horas).
- Mariguana (21 a 30 días).
- Alcohol (12 a 24 horas).
- Morfina (6 a 48 horas).
¿Y MIENTRAS SALEN, QUÉ LE HACEN AL CUERPO?
El doctor Téllez, el toxicólogo, nos mencionó los efectos droga por droga. Para completarlos, consulté el Manual de Drogodependencia para Enfermería (2002)compilado por los directores Mario Martínez Ruiz (doctor en Medicina, especialista en Medicina Interna) y Gabriel Rubio Valladolid (doctor en Medicina y siquiatra), que es de fácil entendimiento y que presenta una guía completa de los efectos. Acá va, resumido, el diagnóstico.
COCAÍNA Y ÉXTASIS (ESTIMULANTES)
Ambos estimulantes, al ingresar ––sea por vía inyectada, inhalada o tomada–– se absorben en el estómago, van al torrente sanguíneo y llegan al cerebro. Aumentan la actividad cerebral poniendo a la persona alerta, con profusión de ideas, y la hacen más sociable.
Las dos van también al corazón y a las arterias y aumentan la frecuencia cardíaca: el corazón late más duro (con el éxtasis es peor). En palabras de Téllez, «secretan esa adrenalina que tiene que ver con el estímulo síquico cardiovascular y se da como una compensación del organismo, porque necesita mucha más sangre y mucho más oxígeno».
También actúan en los pulmones y toda la parte respiratoria. Dilatan esos órganos. Esa gran cantidad de aire da una sensación de placer. Asimismo, exacerban el deseo sexual.
Según el Manual, los efectos de la cocaína sobre el sistema nervioso central ––SNC–– son explicados por el aumento de dopamina (DA) y serotonina 5-HT en el sistema límbico, la parte del cerebro que regula los instintos sexuales, el hambre, la memoria y las emociones. De igual forma, el resto de los efectos se explican por el aumento de noradrenalina (NA): midriasis ––dilatación anormal de la pupila con inmovilidad del iris––, hipertensión arterial, taquicardia, arritmias, hipertermia, temblor, convulsiones, sudoración, etc.
El éxtasis, por su parte, atraviesa con facilidad la barrera hematoencefálica ––una barrera que, de todas formas, es bien difícil de sobrepasar––, y afecta directamente al hígado. Una parte, sin embargo, se excreta a través de la orina, sin metabolizar. El mecanismo de acción del éxtasis no está del todo claro, pero dentro de lo que se ha descrito involucra los sistemas de neurotransmisión.
Tiene, además, una acción estimulante en la liberación de serotonina, que regula el estado de ánimo, la ansiedad, el control de los impulsos, el apetito, la temperatura, y diferentes procesos cognitivos, por lo que las alteraciones de este sistema se reflejarán en todas estas áreas.
MARIGUANA Y LSD (ALUCINÓGENOS)
Aunque muchos no lo crean, según el doctor Téllez el LSD es una de las sustancias que pueden ser más graves para la mente. Actúa casi exclusivamente en el cerebro y no precisamente estimulando ni deprimiendo, sino cambiando la percepción de la realidad. Puede incluso llegar a producir algo que se llama la despersonalización del individuo (es decir, cuando no se sabe qué es realidad y qué es ficción).
Va al estómago y por la sangre sube al cerebro. Principalmente actúa sobre una hormona neurotransmisora que se denomina dopamina, la de todas las sensaciones cerebrales: ataca lo visual ––el pensamiento visual–– y la sensación de riesgo.
Es una droga de enorme potencia y poder alucinógeno. Se absorbe en 60 minutos, manteniéndose en sus niveles máximos durante 3 horas. Se distribuye rápida y eficazmente, cruzando la barrera hematoencefálica y la fetoplacentaria. Es metabolizada en el hígado, antes de ser eliminada. Los investigadores españoles dividen la acción de LSD en las siguientes fases:
La fase somática o física, que ocurre tras la absorción de la droga y consiste en la estimulación del SNC y cambios en el Sistema Nervioso Autónomo ––SNA––, predominantemente de acción simpaticomimética (hipertermia, midriasis, taquicardia, hipertensión, hiperglucemia, vértigo, estupor y náuseas).
La fase sensorial o perceptiva, que se caracteriza por distorsiones sensoriales y pseudoalucinaciones, es el efecto buscado por los consumidores.
Y la fase psíquica, que representa el máximo efecto de la droga, y consiste en cambios de humor, desorganización del proceso de pensamiento, percepción alterada del tiempo, despersonalización, alucinaciones y episodios sicóticos, cosa que se conoce como un mal viaje.
De la mariguana se habla mucho más, ahora que empiezan a popularizarse sus efectos medicinales. Y, como todo, tiene cosas buenas y malas. Pero a grandes rasgos podríamos decir ––según lo que nos contó el doctor Téllez–– que en la mariguana hay dos grandes grupos de componentes: unos que actúan sobre la siquis y otros que actúan sobre los otros órganos del cuerpo.
Por ser fumada, la absorción es rápida. Además de los efectos sobre el SNC, se observa elevación de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial, mientras que la temperatura corporal desciende. El THC ––principal componente sicoactivo de la mariguana–– es apenas soluble en agua y una vez absorbido es distribuido a órganos y tejidos, especialmente los que tienen concentraciones significativas de materia grasa, penetrando rápidamente en el cerebro y cruzando la barrera hematoencefálica y fetoplacentaria.
El THC, según el manual puede persistir en el cuerpo durante varios días, semanas e incluso meses. Y la acumulación puede prolongar e intensificar los efectos con consumos repetidos. El THC afecta al funcionamiento del SNC, el aparato cardiovascular, aparato respiratorio, sistema inmune y sistema reproductor así:
En SNC puede aumentar todos los sentidos y altera la percepción del tiempo. Da una sensación aumentada de bienestar, cierta euforia, relajación y alivio de la ansiedad.
En el sistema cardiovascular, produce un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial. Se puede producir vasodilatación de los vasos corneales y conjuntivales, ––ojos rojos––, y puede producir aumento de apetito, boca seca, con ocasionales crisis de mareo y náuseas.
En el aparato respiratorio, como con cualquier cosa que se fume, es perjudicial.
En el sistema inmune, los consumidores crónicos presentan cierto grado de inmunosupresión, haciéndose más susceptibles a infecciones o enfermedades.
ALCOHOL Y HEROÍNA (DEPRESORES)
Para el doctor Téllez, el alcohol es lo más malo que existe en el mundo del consumo. Como se diluye en grasa y en agua, es capaz de llegar a todos los órganos del cuerpo: a los sistemas.
Los efectos se producen en función de la dosis, es decir, de los niveles de alcohol en sangre o alcoholemia. Según el manual aparecen así: en los primeros 15-30 minutos se produce un rápido ingreso en el torrente sanguíneo, enlenteciéndose posteriormente. Estas son las fases de la borrachera: excitación (0.5 g/l.), es decir, estar prendido; fase hipnótica (2 g/l.), cuando uno habla y no se entiende, o tambalea; anestésica (3 g/l.), cuando ya no emites palabra y quedas tirado en un sofá sin más opción que «dormir»; y muerte, por 5 g/l o, en el caso de bebedores frecuentes, tal vez menos de 3g/l.
De la heroína, el doctor Téllez dice que «comparada con otras, en un grado de toxicidad, yo no diría que es la más tóxica, yo diría que el alcohol es superior a eso. Lo que pasa es que la heroína tiene mayor grado de adicción».
Por ser una sustancia depresora, quienes consumen heroína de una forma continua desarrollan algo que se llama el trastorno depresivo severo, no le encuentran sensación a nada y además también inhibe el sistema inmunológico. Cualquier bacteria o microorganismo, que se puede coger en cualquier parte, en el consumidor de heroína se convierte en marca mayor.
Dicen los investigadores españoles que la capacidad metabólica del organismo hace que la vida media de la mayor parte de los opiáceos sea de 2-5 horas (morfina, heroína, codeína, meperidina). Debido a ello, los adictos tienen que consumir una media de 4-6 veces al día. La excreción de los opiáceos se realiza principalmente por el riñón, y en forma de morfina.
La gran liposolubilidad ––solubilidad en grasa–– de la heroína hace que esta droga se absorba bien por cualquier vía de entrada. Se distribuye rápida y ampliamente por todo el organismo (cerebro, riñón, hígado, bazo, pulmón), sin tendencia a la acumulación, eliminándose en un plazo de tiempo que puede oscilar entre dos y cinco días.
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