Alergias, infecciones, intoxicaciones, quemaduras: a pesar de gozar de una tradición milenaria, el estampado corporal con tintas entraña algunos riesgos para la salud.
Por José Luis García Pérez
Ciudad de México, 11 de abril (SinEmbargo/ElDiario.es).- Los tatuajes se han incorporado la fisonomía corporal como un elemento cotidiano más, al igual que las bufandas en invierno o las gafas de sol en verano. Se calcula que unos 100 millones de europeos se hacen un tatuaje en promedio cada año y esta práctica ha devenido en ocasiones una suerte de subcultura artística.
No es nueva sin embargo, sino que hunde sus raíces en muchas civilizaciones ancianas como el Antiguo Egipto, el Japón imperial o las culturas precolombinas. En todos estos lugares el tatuaje tuvo una función de distinguir a un grupo de personas del resto, ya fuera como sacerdotes, delincuentes, prisioneros o descendientes de familias aristocráticas.
Ahora bien, como toda práctica agresiva con el cuerpo, el tatuado requiere una serie de prevenciones higiénicas, posee regulación legislativa e implica asumir ciertos riesgos nada desdeñables.
A continuación se relatan nueve situaciones desagradables en las que nos podemos encontrar si nos hacemos un tatuaje.
INFECCIONES BACTERIANAS, FÚNGICAS Y VÍRICAS
El tatuado es una práctica minuciosamente regulada por normativas sanitarias y ha mejorado mucho sus condiciones en los últimos años, sobre todo desde el punto de vista sanitario. Es una actividad profesionalizada donde la mayoría de los tatuadores cumplen estrictamente los protocolos de higiene y esterilización de instrumental.
Lejos quedan los tiempos en que un tatuaje podía ser el vehículo de todo tipo de infecciones, dérmicas e incluso peores: se han relatado casos de transmisión de VIH o hepatitis por no cambiar de aguja entre un cliente y otro. Pero aunque estos accidentes ya no ocurran, las normas no siempre se observan al máximo.
En 2004 la revista Consumer realizó un estudio en 115 estudios de tatuaje en España en los que se puso de relieve la falta de información al cliente y unas condiciones de trabajo e higiénicas francamente mejorables. La revista amplió el estudio en 2008, constatando que las condiciones habían mejorado sensiblemente, aunque seguía habiendo unos pocos locales que no cumplían con algunas normas, como la esterilización de las pistolas o el uso de la ropa reglamentaria (guantes de látex de un solo uso, batas blancas, etc.).
Pero más allá de podernos encontrar con un profesional indeseable en cuanto a higiene personal, corremos el peligro de encontrarnos con que los colorantes estén caducados y contaminados por usar una de dilución no esterilizada. En 2012 hubo en Nueva York un brote de una infección dérmica debida a la bacteria ‘Mycobacterium chelonae’, que procedía de una partida de tinta en mal estado. Se calcula que entre el 1 y el 5 por ciento de los tatuajes comportan hoy en día infecciones bacterianas.
REACCIONES ALÉRGICAS E IRRITACIONES TEMPORALES
El tatuado es una práctica que implica la penetración dérmica y la introducción de una sustancia química debajo de la piel, lo que siempre entraña riesgo de reacción química. Un estudio de 2010 de la Universidad de Regensbug, Alemania, reveló que casi el 70 por ciento de las personas tatuadas habían sufrido alergias e irritaciones temporales como producto de la práctica.
El riesgo de alergias se multiplica hoy en día, y paradójicamente, con los avances en el campo del tatuaje y el pico de demanda, ya que se experimenta con nuevos tintes y colorantes, en busca de mejor calidad de los dibujos y mayor realismo. El problema es que muchas veces se utilizan colorantes industriales no testados ni regulados para estas prácticas, con lo que se desconoce sus efectos secundarios.
Un caso extremo es el de la llamada henna negra, que se utiliza para hacer tatuajes temporales, similares a los que se aplican numerosas culturas del sur del Mediterráneo. La henna es un colorante tradicional en el Magreb, que también se utiliza para teñir el pelo. Si se usa para hacer tatuajes, tarda en fijarse a la piel unas cuatro horas, por lo que para acortar el tiempo de fijado algunos tatuadores utilizan un componente añadido llamado parafenilendiamina (PPD) en una concentración que puede llegar al 15 por ciento.
Este compuesto, cuyo uso para esta actividad es ilegal, ayuda a fijar el tatuaje con rapidez pero tiene efectos abrasivos permanentes sobre la piel, de modo que deja la zona donde estaba el tatuaje marcada con una quemadura.
LAS REACCIONES SE PUEDEN VOLVER CRÓNICAS
El problema es que los compuestos colorantes usados en los tatuajes crean una reacción autoinmune permanente en el cuerpo, de modo que la persona que ha tenido una reacción alérgica siempre mostrará sensibilidad a estos compuestos.
Al tratarse de colorantes industriales usados en el textil, por ejemplo, es muy posible que la persona tenga que dejar de llevar determinados tipos de ropa. También en el caso de la henna negra, el PPD se usa en peluquería y cosmética, con lo que la persona afectada desarrollará alergia crónica muchos productos.
INTOXICACIONES DÉRMICAS
Las nuevas gamas de colorantes usados en el tatuado incorporan metales pesados como el titanio, el aluminio, el cobre, el cobalto, el plomo y el cadmio, todos ellos potencialmente tóxicos en altas dosis. Se utilizan para conseguir determinados efectos en el tatuaje y se desconoce qué efectos secundarios pueden tener a largo plazo.
CUIDADO CON EL SOL
En el caso del cadmio, sí se sabe que reacciona con la luz solar provocando quemaduras y sarpullidos en la zona del tatuaje si el contacto con el sol es mínimamente prolongado.
PROBLEMAS CON LAS PRUEBAS MÉDICAS
Estos mismos metales pueden presentar una conductividad eléctrica superior a la del resto de la piel por causa de su concentración en metales. Pruebas que para la mayoría de personas no tienen por qué presentar problemas, como la resonancia magnética nuclear, que utiliza radiaciones e imanes para obtener imágenes del interior del cuerpo, pueden provocar a los tatuados quemaduras de electrocución en la zona del tatuaje.
PUEDE OCULTAR ENFERMEDADES DÉRMICAS
Cuenta la leyenda que un inglés descubrió que hacía años que tenía un melanoma tras someterse a sesiones de láser para quitarse un tatuaje. A medida que el tatuaje se desvanecía, la extensión de su cáncer de piel se hacía más evidente. Puede que sea cierta o no, pero es perfectamente verosímil: los tatuajes tapan las evidencias de enfermedades dérmicas.
La normativa sanitaria recomienda evitar los tatuajes en zonas de verrugas, lunares o descamaciones frecuentes, pero a veces la tentación de la persona por lucir su dibujo en una determinada zona del cuerpo es muy grande.
QUITARLOS ES MÁS CARO QUE PONERLOS
Si alguna vez nos hacemos un tatuaje y, por el motivo que sea, al cabo de un tiempo queremos eliminarlo, necesitaremos someternos a un tratamiento de borrado con rayos láser.
En función de el área del tatuaje y la cantidad de colores que hayamos incluido en él, podemos necesitar entre cuatro y doce sesiones en las que sufriremos quemaduras en la piel de diverso grado. Además, dependiendo de la densidad de colorantes en la zona tatuada, el precio puede llegar a 400 euros por sesión.
SI ES EN LA ESPALDA, NO HAY EPIDURAL
Esto no solo afecta a las mujeres que están a punto de parir; también a los hombres que vayan a ser intervenidos quirúrgicamente de las extremidades inferiores o de operaciones de espalda. En tales casos deberá utilizarse anestesia general, mucho más pesada y agresiva.
A las futuras mamás con tatuajes en la zona lumbar, les tocará parir con dolor, ya que la introducción de una aguja a través del tatuaje entraña peligros de contaminación de la médula espinal con los tintes del tatuaje que los médicos no están dispuestos a correr. De todos modos, este apartado está actualmente en revisión por médicos y anestesistas.
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