Miguel Gómez Espinosa, sacerdote de Tierra Blanca, Veracruz, dijo que antes de la desaparición de cinco jóvenes originarios de Playa Vicente, en el municipio existen desde hace más de 12 años las extorsiones, secuestros, cobros de piso. «Incluso hubo toque de queda, nadie salía después de cierta hora». Ese es el Veracruz de Javier Duarte de Ochoa.
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 15 de marzo (SinEmbargo/BlogExpediente).- «A mí me amenazaron hace poco, el que me llamó al teléfono de la parroquia se presentó como ‘El Comandante’. Me dijo que él mandaba en la zona y que tenía órdenes de levantarme. Vivimos con el Jesús en la boca. Tierra Blanca es foco rojo a nivel nacional. La gente se tiene que ir de la ciudad porque no se siente a gusto”.
Fueron las palabras del sacerdote Miguel Gómez Espinosa, párroco de la iglesia Nuestra Señora del Carmen, una de las tres que existen en Tierra Blanca, Veracruz. A 62 días de la desaparición de los cinco jóvenes de Playa Vicente, ningún embajador de la fe se ha acercado al campamento del ministerio público.
«Realmente no sabía que estaban ahí los padres. Creí que ya se habían marchado a sus casas. Como ellos no son de aquí, son de Playa Vicente, no soy yo el indicado para visitarlos. Este problema le corresponde al obispo de San Andrés”, dijo Gómez Espinosa al ser cuestionado sobre el tema.
«Los padres de los cinco jóvenes son muy valientes. Están arriesgando sus vidas. Uno se siente impotente de no poder hacer mucho por ellos», agrega.
“AQUÍ NINGÚN SACERDOTE SE HA VENIDO A PARAR”
José Benítez Herrera, padre de uno de los cinco desaparecidos, afirma que en los dos meses que llevan acampando en el Ministerio Público de Tierra Blanca, diversos actores políticos y religiosos de la zona se han ausentado. “Quisiera saber por qué nos han dejado solos. Desconozco si también tienen miedo o simplemente no les interesa nuestro caso”.
Miguel Gómez Espinosa, fue el único de los tres sacerdotes en la ciudad que decidió alzar la voz sobre el caso Tierra Blanca. Uno de sus colegas, Miguel Antonio Del Valle Cruz, mediante su secretaria, advirtió que sólo atiende los sábados y que para hablar con la prensa primero necesita saber el tema a tratar.
En una charla privada en la parroquia Nuestra Señora del Carmen, el padre Gómez Espinosa aceptó dar una entrevista.
“Yo estuve presente en la misa que ofició el obispo de Veracruz, Felipe Cruz Gallardo. Escuché en su momento a las familias, pero tampoco podemos tener injerencia de otra manera porque no sabemos la verdad. Comentamos lo que nos da el periódico y la televisión”, declaró el párraco.
En referecnia a la celebración católica del pasado 04 de febrero, señaló que no sólo se rezó por los cinco jóvenes de Playa Vicente, sino por los 31 casos de desaparecidos.“A Duarte le creció el hampa y se le salió de control […] Nuca pensamos que tanta gente se iba a atrever a levantar la mano”, dijo Miguel Gómez Espinosa.
“EN TIERRA BLANCA TE LEVANTAN POR 500 PESOS”
«A mí me amenazaron hace poco, el que me llamó al teléfono de la parroquia se presentó como ‘El Comandante’. Me dijo que él mandaba en la zona y que tenía órdenes de levantarme. Vivimos con el Jesús en la boca. Tierra Blanca es foco rojo a nivel nacional. La gente se tiene que ir de la ciudad porque no se siente a gusto”.
El sacerdote distrae sus nervios y arruga un trapo color blanco que tiene en la manos, no ahonda en su experiencia de hostigamiento por parte de los criminales y pide disculpas.
“El problema de alguien como nosotros es que todo mundo te conoce. Ni para cambiar de número, porque me llamaron al de la parroquia. Desconozco si les haya molestado algo de mí. Desconozco de quién se trate. Pero desde entonces vivo con precaución. Antes, luego de misa gastaba ratos en las bancas del bulevar Serdán, ahora mejor me encierro en la iglesia”.
Gómez Espinosa no niega que le resulta temeroso asistir a sus citas en las comunidades del lugar. «Uno anda con el Jesús en la boca, a las comunidades que voy paran y roban a motociclistas, hasta a los vendedores de Bimbo. Aquí te levantan hasta por 500 pesos, es lo que a uno le toca escuchar”, destaca el sacerdote.
“EL DEMONIO ESTÁ HABITANDO EN TIERRA BLANCA”
El sacerdote terrablanquense, antes de narrar parte de sus doce años de servicio en ese municipio, se limpia el sudor de su frente, solicita también los datos del reportero, y entonces comienza a relatar parte de su experiencia sacerdotal:
“Hubo un tiempo muy pesado por estos rumbos; extorsiones, cobros de piso, incluso hubo toque de queda, nadie salía después de cierta hora. Ahorita pasó lo de estos muchachos, pero problemas había desde hace mucho. Los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. El demonio está habitando en Tierra Blanca».
“Vemos a las familias asustadas. Nuestra postura de la iglesia está promoviendo la paz. El respeto a las personas, a la dignidad humana. No obstante, pareciera que aquí la gente se va haciendo a una cultura de la muerte», agrega.
Al padre se le atoran ciertas palabras, ahora pregunta sobre el nombre del diario al que pertenece el reportero que lo cuestiona, medita las preguntas previo a contestar. A las afueras de la oficina parroquial, el sacristán se pasea y cuida de su superior.
«Apenas fui a una imprenta de Veracruz para encargar mi propaganda para la feria patronal y la señorita que atendía me dijo: ¡Ay padre! es de Tierra Blanca, yo por allá no me paro ni porque me paguen. Y bueno dicen que si el río suena es porque lleva agua», abunda el sacerdote con cierto grado de resignación.
El padre acepta que en los dos meses que ha durado el campamento en el ministerio público de Tierra Blanca no ha acudido a visitar a los padres, no obstante, comparte que el encargado directo debería ser el obispo de Tuxtla Gutiérrez, Fidencio López Plaza, encargado de la diócesis a la que pertenece Playa Vicente, Veracruz.
“Este problema le corresponde al obispo de San Andrés. Yo lo vi en Tlacotalpan, le avisé de este caso y lo invité a asistir a la misa del obispo de Veracruz, Felipe Cruz Gallardo. Pero no llegó, porque me dijo que tenía reunión con su presbítero”, señala.
«Realmente no sabía que seguían ahí los padres. Creí que ya se habían marchado a sus casas. Pero ahora me doy cuenta que su lucha va en serio. Y, bueno, yo voy a los hospitales a ver enfermos, a las cárceles a ver presos, pero nunca he ido al ministerio público. No sé si podré asistir”, agrega.