En esta pobre nación del oeste de África, marcada por la guerra, la pobreza y últimamente por el ébola, la lectura no es algo que la gente suela hacer por diversión. Los niños leen cuando se les pide en las escuelas, aunque Liberia sigue teniendo una de las mayores tasas de analfabetismo del mundo.
Por Public Radio International
Traducido por Antonio Iborra Rovira, de Global Voices en Español
Ciudad de México, 12 de marzo (SinEmbargo/GlobalVoices).-One Moore Bookstore, una pequeña tienda situada en una calle ajetreada del centro de Monrovia, representa a muchos noveles. Si bien hay tiendas que ya venden libros de texto, esta es la primera en vender libros destinados únicamente al placer de la lectura. Y sus propietarios publican algunos de los libros de buscan los niños liberianos. Esta librería es un sitio diferente en el que se lee historias a los niños para que se diviertan.
En esta pobre nación del oeste de África, marcada por la guerra, la pobreza y últimamente por el ébola, la lectura no es algo que la gente suela hacer por diversión. Los niños leen cuando se les pide en las escuelas, aunque Liberia sigue teniendo una de las mayores tasas de analfabetismo del mundo.
Todo ello cambiará merced a la propietaria de One Moore Bookstore, Wayétu Moore (30 años), una autora afincada en Brooklyn que huyó de Liberia con su familia cuando contaba con 5 años. Abrió esta librería el año pasado y ha estado publicando libros para los niños liberianos desde 2011.
Como en otros países no desarrollados, la mayoría de los niños liberianos solo tienen la oportunidad de leer libros donados por países occidentales.
“Estos libros son sobre Bobby jugando a béisbol o Cindy en un callejón sin salida, pizza y cosas que realmente no son comunes en el día a día de un niño de Liberia”, dice Moore.
Los libros donados también sirven para idealizar las culturas extranjeras y hacer que parezcan más legítimas que la propia de los niños, dice Moore. En conjunto, aumenta la dificultad de comprensión.
“Si un niño entiende el concepto, realmente lucha por aprender a leer, pero si no lo entiende, tendrá que aprender a leer, así como a qué hace referencia el concepto”, afirma.
Moore, su hermana Wiande, también escritora, y su hermana Kula, artista, se propusieron cambiar esto. Escribieron J is For Jollof Rice, el primer libro escrito para niños liberianos. Después llegaron otros libros de escritores liberianos y su hermano artista, Augustus.
Su editorial, One Moore Book, ha seguido adelante y ha creado una serie con un autor haitiano-estadounidense, Edwidge Danticat. Y ahora están desarrollando libros para Brasil y Guinea; una quinta serie verá la luz a finales de este año en Ghana.
Los libros están ejerciendo un poderoso impacto, dice la experta en educación liberiana, Mamawa Freeman Moore. “Ves la reacción de los niños ante estos libros. Aumentan su interés y los motiva a leer”.
En calidad de profesora de la Universidad de Liberia, Mamawa está perfectamente calificada para evaluar el impacto de los libros. Aunque ejerce un papel más importante en su creación: es la madre de Wayétu Moore.
UNA MISIÓN DE RESCATE
En 1989, Mamawa Moore era profesora en Liberia y madre de tres niñas. Se le concedió la prestigiosa beca Fulbright para estudiar educación en la Universidad de Columbia y su familia decidió que era una oportunidad muy importante como para desaprovecharla. Mamawa dejó a sus hijos y a su marido y partió hacia Nueva York, sin ser consciente de la masacre en la que iba a sumirse su país.
Unos meses después, Charles Taylor, primer ex Jefe de Estado condenado por crímenes de guerra por parte de tribunal penal internacional, dio inicio al reino del terror que iba a acabar con la vida de 250.000 personas.
El padre de Wayétu huyó de la capital con las niñas cargadas a la espalda. Deambularon durante semanas, escondiéndose en el bosque y comiendo lo que encontraban. Finalmente hallaron refugio en una aldea del medio rural.
En Nueva York, Mamawa no sabía nada. No había línea de teléfono, ni móvil, ni Internet. “Las únicas noticias que recibía de mi familia era gracias a las noticias de la CNN”, dice.
Y esos reportajes estaban llenos de historias de brutalidad y de niños soldados. Encima, Mamawa estaba embarazada. Iba a dar a luz a un niño en Nueva York sin saber si el resto de su familia estaba viva o muerta.
Tras la llegada del bebé, supo que debía ir y buscarlos. Mamawa tomó un vuelo a la vecina Sierra Leona y en la frontera encontró una mujer luchadora que conocía a su familia y que quería sacarlos del país.
Relatar el momento todavía hace que se le salten las lágrimas. “Después de casi una semana trajo a mi familia. Fue un día feliz. Muy, muy feliz. Nunca lo olvidaré”, relata.
Wayétu tenía cinco años cuando huyeron. Finalmente la familia se instaló en Houston, pero el trauma hizo que Wayétu se volviera triste y que la asediaran pesadillas. Mamawa animó a sus hijos a conocer el arte, deseando que les ofreciera algo de alivio.
“Leía y escribía, leía y escribía”, apunta Wayétu. “Lo cual me ayudaba a mejorar. Me ayudó a encontrar mi voz”.
Wayétu quiere que los niños y niñas de Liberia tengan la oportunidad de acceder al mismo santuario de palabras que encontró ella. Mientras mira cómo leen los niños en su librería, dice que se ve guiada por un sentimiento de deuda. Conoce a chicas que deben salir de la escuela todos los días para vender sachets de agua y que no pueden volver a casa hasta que no los hayan vendido todos. Las chicas como ellas no tienen tiempo para hacer los deberes, pero Wayétu lo entiende.
“Yo podría ser esa mujer que envía a su hija después de la escuela a vender para llegar a fin de mes”, dice mientras la emoción se instala en su garganta. “Esperaría que le importara lo suficiente a alguien como para volver y devolvérmela”, afirma.
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