El género policial, el noir, la novela negra, a cargo de dos autores muy distintos que analiza en su columna semanal el escritor y periodista Jorge Zepeda Patterson
Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).- Si tienes afición por la novela policíaca leer a Pierre Lemaitre es imprescindible; si no la tienes, también. Al terminar Alex, la obra de este autor francés recién publicada por Alfaguara, serás un converso del género noir o, mejor dicho, del género Lemaitre.
No sólo porque se trata de un escritor de una prosa tan eficaz como elegante (ganó el prestigioso premio Goncourt en 2013), cosa que rara vez aparecen juntas en una novela policíaca, también porque la concepción de la trama es absolutamente brillante. Sin trucos ni inverosímiles ases bajo la manga, Lemaitre nos sorprende una y otra vez cuando creíamos haber develado el misterio que nos propone.
De entrada, su detective, el comisario Camille es un antihéroe donde los haya. Apenas un poco más alto que un enano, acomplejado y cascarrabias, no parece ser un personaje capaz de cautivarnos. Un hombre dedicado a incordiar a los que lo rodean, dolido y frustrado, pero dotado de un extraño talento para entender la mente criminal y las pasiones oscuras de los otros. Un Sherlock Holmes de los sentimientos y las perversiones ocultas en los seres humanos.
Concédanle a Camille la lectura de cuarenta páginas de esta novela y el enano los habrá atrapado. Al igual que Alex, la víctima secuestrada al arranque de la obra.
El final, en cambio, produce una sensación extraña. O mejor dicho, “los finales”. Porque tiene tres. A la mitad de las 383 páginas el crimen se resuelve y uno, como lector, atestigua la conclusión del caso sin entender para que son las siguientes 160 páginas que aún no se han leído. Hasta que Camille nos muestra que el caso no ha hecho más que arrancar. Y cuando por fin concluye y nuestras pulsaciones regresan a la normalidad resulta que el verdadero desenlace nos espera una hora de lectura más adelante. Las reseñas afirman que se trata del libro policíaco del año. No se equivocan.
EL FINAL DE LA TRISTEZA
El final de La tristeza del samurai, de Víctor del Árbol (Tusquets) es más predecible, pero las incidencias de la trama y el atractivo de los personajes nos conducen inexorablemente a terminarla. A medio camino entre el thriller político y la novela policíaca, Del Árbol es uno más de los autores españoles que echan mano de la historia reciente de su país para dar cuenta de una longeva y brutal tragedia familiar cruzada y achuchada por las pasiones políticas: inicia en la Guerra Civil y termina más de cuarenta años después con el intento de Golpe de Estado de Tejero, en 1981.
Y desde luego, como en tantas otras tragedias familiares, el amor subyace en el corazón de esta historia; bueno, el amor y el asesinato inexplicable de una hermosa mujer a manos de su amante. La tristeza del samurai (el enigmático título de la novela es ya una razón suficiente para leerla) muestra que el rencor y el odio son pasiones mucho más confiables que el cariño o el deseo cuando medimos el tiempo en décadas. En suma, una especie de El tiempo entre costuras (la gustada novela de María Dueñas), pero en código de novela negra.
@jorgezepedap