Como la sombra que se va y las razones para leer la nueva novela del Premio Príncipe Asturias de las Letras, en la lupa de nuestro columnista habitual, quien también analiza 11/22/63, de Stephen King.
La ventaja de una novela que contiene tres obras metidas en una sola, es que hay muchas razones para leerla. Tal es el caso de Como la sombra que se va, el más reciente libro del autor español Antonio Muñoz Molina (Seix Barral).
Por una parte, la narración trepidante de los meses en que James Earl Ray se mantuvo prófugo tras asesinar en un hotel de Memphis en 1968 a Martin Luther King, líder de los derechos civiles afroamericanos. Aunque perfectamente apegado a la realidad gracias a los documentos recién abiertos de los archivos del FBI, Muñoz Molina logra un relato detectivesco tan fascinante como turbador. El periplo a salto de mata que Ray recorre a través de Canadá, Londres y Lisboa en su intento de llegar a Angola es digno de la mejor obra del género novela negra. Las rutinas para pasar inadvertido, los recursos a los que echó mano en su afán de cambiar su apariencia, las muchas ocasiones en las que estuvo a punto de ser aprendido, las mujeres que conoció en el camino.
El autor se detiene en particular en la estancia de Ray en Lisboa, y recorre palmo a palmo los lugares que el prófugo hizo suyos; un pretexto perfecto para contarnos otra historia que también transcurrió en la capital lusitana veinte años después: la escritura de su primera novela, El invierno en Lisboa.
Si el lector tiene interés en escribir algún día una obra de ficción, no puede perderse estas páginas. Muñoz Molina relata de manera honesta e iluminadora la dura tarea de construir una trama, personajes plausibles, escenarios verosímiles. Pero sobre todo describe el proceso desgarrador que supone un acto de creación: las dudas, la impotencia, el horror del autor al explorar sus propios demonios. Tengo a Muñoz Molina como el escritor español más interesante en este momento. Vea por qué.
El “tercer” libro, entreverado en los otros dos, no es menos atractivo. Un viaje a la mente del asesino y de su víctima. Las razones de James E. Ray para cambiar su vida por Martin Luther King, las razones de este para inmolarse. ¿Fue un complot? ¿Un asesino solitario? ¿El arrebato de un fanático o un acto estratégico para modificar el rumbo de las reivindicaciones de la población negra de Estado Unidos? Lo cual lleva a la pregunta de fondo: ¿hizo alguna diferencia? ¿qué habría cambiado si el líder no hubiese sido asesinado?
Justo esta pregunta me llevó a recordar un libro de Stephen King que leí hace tiempo (o quizá la coincidencia de apellidos entre el escritor y Don Martin forzó el recuerdo). El extraño título lo dice todo: 11/22/63, es decir la fecha en que John F. Kennedy fue asesinado. Un profesor de escuela, Jake Epping, penetra inadvertidamente en un túnel del tiempo y queda atrapado en algún momento a fines de los años cincuenta. Cuando se convence que no tiene forma de regresar a su época, a la vida a la que pertenece, decide hacer algo útil con la extraña anomalía de la que ha sido víctima. Y concluye que a poco más de tres años del asesinato del presidente de Estados Unidos, está a en posibilidades de hacer una contribución a la historia: salvarlo. Kennedy habría evitado la intensificación de la guerra de VietNam, miles de muertes se habrían ahorrado, se dice a sí mismo el joven profesor. En el mundo en el que ahora vive, sólo él sabe la terrible tragedia que se avecina.
Epping asume que la única manera que está a su alcance para salvar a Kennedy es asesinando a Lee Harvey Oswald antes de que llegue a Dallas y su fatídica fecha. La conclusión es impecable, salvo por un hecho: ¿y si Oswald era un chivo expiatorio? Eso significaría no sólo que no evitaría el atentado sino que incluso correría el riesgo de ejecutar él mismo a un inocente. Para asegurarse de hacer lo correcto, Epping dedica los siguientes tres años a investigar a Lee Oswald, obviamente antes de que se haga famoso. Se convierte en su vecino, en confidente de Marina su esposa, sigue sus pasos, aborda a sus amigos. Cualquier cosa que le permita develar el verdadero papel de Oswald más allá de cualquier duda; después de todo, la conclusión a la que llegue entraña una sentencia de muerte.
Desde luego no diré el resultado. Baste dar cuenta de la fascinación que provoca la travesía por la mente de este presunto asesino. En honor a Stephen King hay que reconocer que su investigación es minuciosa e irreprochable. En cierta forma una meticulosa biografía novelada de Oswald. Salvo por el incidente que pone en movimiento esta historia, el fantasioso túnel del tiempo, el resto es absolutamente realista y verosímil. Por lo demás, siempre he considerado a King un autor infinitamente mejor de lo que se le atribuye; el típico caso del escritor menospreciado en razón de su extraordinario éxito comercial. Intente usted provocar escalofríos de pánico en un lector mediante la simple descripción de una atmósfera lúgubre, como él lo hace.
Y si las reflexiones que hace Muñoz Molina sobre el proceso de escribir son recomendables para todo interesado en la creación literaria, permítame declarar imprescindible el texto Mientras escribo (On Writing), del propio King. A mi juicio el mejor manual que existe sobre las herramientas del oficio de escritor.
@jorgezepedap