Una nueva entrega de la columna del escritor y periodista, autor entre otras de la aclamada Malena o el fémur más bello del mundo (Premio Planeta 2014), nos hace reflexionar sobre la banalidad del mal mediante sendas historias de dos autores muy disímiles entre sí, aunque con tratamientos parecidos sobre temas de hondo interés.
La vida de los malos
Pensé que tras leer El Niño con el pijama de rayas, de John Boyne, difícilmente encontraría una nueva mirada sobre los campos de exterminio nazis. Luego de tantas películas y novelas sobre esta abominable tragedia me parecían agotadas las posibilidades de ser abordada sin repetirse. No obstante, Martin Amis lo consigue con Zona de Interés (Anagrama), una novela sobre la vida cotidiana de los directivos alemanes a cargo de Auschwitz, la ominosa tumba de millones de judíos y polacos.
El título remite a la plataforma a la que llegaban los trenes con su macabro cargamento, el lugar en el cual los oficiales elegían a aquellos prisioneros que les interesaban para los trabajos del campamento; el resto era destinado a los crematorios.
El ingenio de Amis consiste en presentarnos la tragedia como un telón de fondo y así, sin abordarla como tal, como si no fuese importante, la hace más terrible. Justamente es lo que hacen los personajes. El director del campo, el inseguro pero megalómano Paul Doll; su bella esposa, quien arrastra una pasión inconfesada; el apuesto Thompsen, a cargo de una de las fábricas y quien se enamora de la esposa del jefe; los dilemas de algunos de los oficiales adictos al sexo fácil pero peligrosamente punible por las autoridades de Berlín.
El lector poco a poco entra en sus pequeñas historias de celos y afanes, de competencia burocrática entre unos y otros, de sus empeños por mejorar “la eficiencia” del lugar. Algunos de estos oficiales encuentran excesivo e incluso repugnante, el exterminio de los prisioneros y sus condiciones de vida, pero lo expresan con un encogimiento de hombros, como un mero inconveniente del trabajo. Como un obrero que se queja de la mala ventilación de su taller o de las decisiones absurdas de sus jefes. Sus conciencias están a salvo gracias a que no hacen sino cumplir órdenes y ser leales a la idea de una gran Alemania.
Mediante este abordaje, Amis nos muestra in situ la banalidad del mal. Y quizá eso es lo más lamentable del exterminio. No requiere de operadores psicópatas o torturadores particularmente crueles (aunque los hay). Se trata, después de todo de crímenes legalizados por el Estado en un contexto en que la guerra deshumaniza a grados execrables. “¿Por qué si estamos haciendo el bien, huele tan mal?”, reflexiona Doll, quejándose del olor de los cuerpos incinerados.
La lista de Schindler ciertamente pudo conmover a las audiencias con su retrato de los oficiales nazis como engendros de la naturaleza. Pero en cierta forma esta novela es aun más impactante, porque no es otra cosa que un retrato de personas comunes y corrientes, o casi. Una crónica del proceso tan bien descrito por Auden, el poeta, en dos líneas: Decir ay cada vez por menos cosas.
Desde otra perspectiva, una sensación similar deja la novela El poeta de Gaza, de Yishai Sarid (Literatura Mondadori), escritor israelí. Un thriller apasionado y contemporáneo. Un agente de los servicios de inteligencia del Estado de Israel trabaja contra reloj para detener el ataque suicida de un palestino dispuesto a inmolarse en algún sitio público de Tel Aviv. Para evitarlo deberá infiltrarse en ambientes progresistas israelíes de escritores, donde conocerá a un viejo poeta palestino digno y sabio. Familiarizarse con “los enemigos del estado” fuera de una celda de interrogación desencadenará en el agente sentimientos encontrados que pondrán en tela de juicio sus convicciones. En cierta forma el detective llegará a conclusiones similares a las que deja la novela de Amis; el lector también y de paso recorrerá una historia trepidante de principio a fin.
@jorgezepedap