La franqueza del Papa, visto por algunos como más liberal y crítico que sus antecesores, le ha permitido conectar con la gente en varios lugares. Pero eso está por ponerse a prueba en México, una nación que tiene arraigada la imagen de otro pontífice más conservador y quien se ganó el corazón de los mexicanos en cinco visitas que hizo al país: Juan Pablo II.
Por E. Eduardo Castillo
MEXICO, 9 de febrero (AP) — El propio Papa Francisco adelantó el tono de lo que se debe esperar de su primera visita a México: hablar de frente, sin darle la vuelta a los problemas que enfrenta el país de habla hispana con mayor número de católicos del mundo.
A poco más de una semana de su llegada al país, el pontífice envió un mensaje a los mexicanos en el que reconoció que hay un México de violencia, corrupción y narcotráfico. «Y por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso», dijo sin vacilar.
La franqueza del Papa, visto por algunos como más liberal y crítico que sus antecesores, le ha permitido conectar con la gente en varios lugares. Pero eso está por ponerse a prueba en México, una nación que tiene arraigada la imagen de otro pontífice más conservador y quien se ganó el corazón de los mexicanos en cinco visitas que hizo al país: Juan Pablo II.
A México también viajó una vez Benedicto XVI en 2012 pero la afinidad al momento está más inclinada hacia Juan Pablo II, a quien incluso llamaron el «Papa mexicano», pese a su origen polaco.
Un sondeo telefónico nacional realizado por el diario Reforma, divulgado a finales de enero, señaló que un 53 por ciento se identifica más con Juan Pablo II y 14 por ciento con Francisco. El estudio se realizó a 500 adultos, con un margen de error de más menos 4.4 puntos porcentuales y aunque hasta ahora es el único estudio que ha preguntado sobre las afinidades, otros expertos y encuestadores coinciden en los resultados.
Carismático e histriónico frente a las multitudes, Juan Pablo II movilizó a cientos de miles de mexicanos en cada uno de sus viajes. Al también llamado «papa viajero» le compusieron canciones, en radio y televisión transmitían constantemente que estaría en el país.
«En este momento Juan Pablo es más cercano a los mexicanos que Francisco», dijo Roy Campos, Presidente de la encuestadora Mitofsky.
«El simple hecho de ser un latinoamericano hasta el momento no le ha dado tanta ventaja entre los mexicanos», dijo Andrew Chesnut, director de estudios católicos de la Universidad Virginia Commonwealth.
En algunos otros países latinoamericanos, sin embargo, ya se nota la simpatía que la gente le otorga a Francisco.
En su natal Argentina, una encuesta entre mil 200 personas de la firma Giacobbe & Associados S.A., señaló en diciembre que Francisco era considerado el segundo personaje más influyente entre los argentinos, sólo detrás del Presidente Mauricio Macri.
En Bolivia, el gobierno de Evo Morales solía tener una relación de confrontación con los obispos católicos, aunque después de la visita del Papa a mediados de 2015, las tensiones bajaron de tono.
En las calles, por ejemplo, los jóvenes se muestran más entusiasmados con la personalidad de Francisco que los adultos, quienes manifiestan una mayor cercanía hacia Juan Pablo II.
«Es como más liberal», dijo Tania Escamilla, una estudiante de psicología de 22 años, sobre Francisco, tras salir de la Catedral de ciudad de México, uno de los lugares que visitará Francisco. «Toca temas que otros no lo tocarían o que de plano los juzgarían».
Eso, añadió Escamilla, puede atraer más a los jóvenes hacia la religión católica, que batalla para evitar la salida de los fieles.
Como otros países, México también ha visto una caída del catolicismo. Del 96.2 por ciento de católicos en 1970, se pasó a cerca de 83 por ciento en 2010, según el censo nacional.
Aunque no ha hecho cambios dramáticos dentro de la Iglesia católica, Francisco ha priorizado durante su papado temas como la solidaridad hacía los más necesitados y a los inmigrantes, ha reconocido los efectos del cambio climático y se ha mostrado favorable a que se aprueben reformas para proteger al planeta. También ha cambiado el tono en algunos temas polémicos como la pederastia clerical y la homosexualidad.
«¿Quién soy yo para juzgarles?», dijo hace más de dos años, en una actitud mucho más conciliadora que sus predecesores sobre los sacerdotes gays. Y en medio de señalamientos de víctimas y activistas de que el Vaticano por décadas encubrió a curas pederastas, Francisco ha instruido a aplicar normas estrictas contra los abusadores, aunque en México no tiene previsto reunirse con víctimas.
Algunos mexicanos mayores son cautos sobre Francisco. Para Esther Palacios, una recepcionista de 67 años, «habrá que esperar» lo que dice y ver cómo actúa, ya que para esta mujer, «tenía más carisma el otro papa», en referencia a Juan Pablo II.
Jesús Rodríguez, un jubilado de 62 años, elogia la inclinación de Francisco hacia los más pobres, aunque cree que con Juan Pablo II los mexicanos tuvieron más afinidad.
«Fue muy generoso», dijo. Y sobre Francisco, consideró que «estamos todos los mexicanos (esperando) ver cómo se comporta con nosotros».
Tanto Francisco como Juan Pablo II son dos pontífices reconocidos por su carisma, pero Chesnut recordó que tienen una orientación pastoral y teológica distinta.
Francisco, dijo, tiene un enfoque hacia los pobres y oprimidos, mientras que Juan Pablo II se destacó por la importancia que dio a la familia y su resistencia al comunismo.
Para el obispo Eugenio Lira, coordinador de la visita del papa, lo que hace diferente a Francisco de sus antecesores es que «ha sabido adaptarse» a los nuevos tiempos y consideró que no se había expresado así, por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX.
«Habla a la gente de hoy en un lenguaje de hoy: mensajes breves, directos, llenos de imágenes, fuertes y hasta con una simpatía que gana los corazones», dijo.
Francisco llega el viernes a México, donde permanecerá seis días y recorrerá lugares a los que no fueron sus antecesores y que han estado marcados por la violencia, la pobreza y la migración.
«Esta visita inminente de Francisco será aire fresco en una iglesia cuyo aire está enrarecido», dijo Gonzalo Balderas, académico del departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana y para quien en México la institución católica es vista como alejada de las víctimas y acostumbrada a callar ante situaciones como la pederastia clerical.