Hoy secuestraron a una periodista en Veracruz. La entidad va de horror en horror desde que Javier Duarte de Ochoa llegó al poder. Dos de los hijos de Gregorio Jiménez aspiran a trabajar en medios de comunicación, a dos años de que su padre desapareciera y reapareciera muerto. Quieren usar las cámaras y el equipo dejado por su padre para seguir sus huellas. Carmela, la esposa, lo respeta; pero no los quiere ver ejerciendo en Veracruz. No en la tierra gobernada por Duarte…
Por Ignacio Carvajal
Ciudad de México, 8 de febrero (SinEmbargo/Blog Expediente).– A dos años del secuestro y homicidio del periodista de nota roja Gregorio Jiménez de la Cruz, la compasión mostrada en público por Javier Duarte de Ochoa, Gobernador de Veracruz, parece ser sólo una fachada para acallar las protestas de los periodistas y de sus deudos.
La casa de Villa Allende en donde vive la familia de Goyo, escenario del secuestro por parte de cinco pistoleros, se encontraba en obra negra al momento de los trágicos sucesos. Uno de los ofrecimientos del Gobierno de Veracruz para reparar el daño fue la conclusión de la morada.
Sin embargo, los trabajos los terminó de pagar la administración municipal. La pequeña casa, ubicada en la colonia El Milagro, en medio de marismas y maleza, fue acondicionada con protecciones reforzadas, paredes, lámina de metal y baños.
Y pasados unos meses de la tragedia, los apoyos económicos a la familia fueron anulados.
Eran cinco mil pesos mensuales entregados por medio de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas.
En ocasiones, la misma familia tenía que andar regateando ante Namiko Matzumoto para el envío del dinero. La funcionaria a su vez hacia lo mismo ante las instancias superiores para que le depositaran el cheque a la viuda, Carmela Hernández.
Las becas para los hijos del reportero encontrado sin vida el 11 de febrero de 2014, en Las Choapas, es algo que tampoco se concretó. En los anuncios efectuados por el Gobernador Javier Duarte de Ochoa y su administración en general, se mencionó el respaldo con becas educativas para los huérfanos.
A la tragedia de morir porque el Estado no garantiza la libertad a los periodistas, la tragedia de sobrevivir para la familia.
Lo más representativo para la familia resultó ser la entrega de una casa en la capital del estado, que ahora es rentada para solventar el gasto de la familia.
En lo legal, los amparos promovidos por cinco de los acusados y la autora intelectual del crimen han atrasado el dictamen de una sentencia, como ha reconocido el juez del caso, Héctor Espinoza Espino.
Los amparos han sido presentados por la defensa bajo el argumento de presuntas violaciones al debido proceso, lo cual está contenido en la causa 51/2014, donde se sigue el periodo de instrucción a Teresa de Jesús Hernández de la Cruz, presunta autora intelectual, a José Luis Márquez Hernández, Santos Márquez Hernández, Jesús Antonio Pérez Herrera, Gerardo Pérez Hernández y Juan Manuel Rodríguez Hernández.
La Fiscalía veracruzana informó en 2015 que el amparo promovido por la presunta autora intelectual fue desechado por los tribunales federales al no estar debidamente acreditadas las supuestas violaciones que la exonerarían.
«Nos dan un año, pero como se han emitido amparos se ha atrasado y se han presentado pruebas a desahogarse, entonces, nos tenemos que ampliar para evitar que más adelante pueda ser una salvaguarda por reposición del procedimiento», dijo el juez Espinosa Espino.
LOS VIVOS
Mientras la familia de Goyo Jiménez fue timada en estos dos años, la vida dio vueltas para funcionarios y personas públicas involucradas en el caso.
Amadeo Flores Espinoza dejó la Procuraduría tras dos años de ausencia en la función pública. El nativo de Cotaxtla regresó al Comité Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y podría convertirse en el primer líder tricolor que pierda el estado tras más de 80 años de hegemonía.
El ex funcionario ya es recordado como el Fiscal que dejó el puesto por el asesinato de periodistas.
Namiko Matzumoto, ex secretaria técnica de la Comisión Estatal para la Defensa y Protección de los Periodista, en medio de una negociación, pasó a la presidencia de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH).
Matzumoto ya es recordada como la primera titular de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAP), y a la que más periodistas le han asesinado durante su periodo.
Con esas credenciales llega a un organismo cuestionado y rebasado por la profunda crisis en derechos humanos en Veracruz, heredada por el defensor de pederastas, Fernando Perera Escamilla.
Benita González, integrante de la CEAP, que fue de las que más gestionaron apoyos y acercamientos para la familia del finado, ascendió en la organización y ahora es la Presidenta. En los pocos meses que lleva mataron a Armando Saldaña y Rubén Espinoza se tuvo que exiliar en la Ciudad de México, donde terminó asesinado. Además mataron a Moisés Sánchez y a Juan Mendoza.
Victoria Rasgado, que tomó posesión de la Presidenta de la Asociación de Periodistas de Coatzacoalcos 14 meses después del homicidio de Gregorio Jiménez, y que participó, de manera mesurada, en las protestas por el secuestro del reportero de Allende, ahora aspira a la candidatura en alianza de los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD) por Coatzacoalcos; ya antes figuró como candidata por su municipio Natal, en Moloacán, y perdió.
Gina Domínguez Colío, vocera que amedrentó a los reporteros que se atrevieron a protestar, una pluma valiosa para entender la realidad de Veracruz en su momento, vendida al Duartismo, salió de la coordinación de Comunicación Social por la puerta de atrás y terminó al frente de la Fundación Colosio, desde donde se hace notar para conseguir una diputación local.
Sayda Chiñas, una de las periodistas que colaboró activamente en la articulación de las protestas callejeras y la presencia en redes sociales –que fue lo que en realidad presionó al Gobierno de Javier Duarte-, y que llevó el tema de Goyo a foros internacionales, perdió su empleo. No soportó las presiones al interior de la empresa ligada a Marcelo Montiel, se volvió incómoda para sus jefes y para el poder. Sólo le quedó la puerta de la dignidad. Sigue colaborando con La Jornada Veracruz.
EL HIJO
Me lo encontré un día allá por la laguna de Villa Allende. Montado en moto. Pantalón de poliéster de esos que venden en los bazares de usados. Un chalequito de periodista. Gorra y zapatos de trapo. «Soy Luis, el hijo de Goyo Jiménez de la Cruz, y también voy a ser reportero» dijo, retador.
Andaba en medio de la buruca de unos vecinos que disputaban unos terrenos. La cámara a la caza de la imagen por si la vecina que traía el machete le brincaba a la que andaba con un garrote. No pasó nada. Sólo el griterío. ‘No salió la nota, puro chisme’, y se fue.
Me lo volví a encontrar meses después en la orilla el Río Coatzacoalcos. Ofrecía pescado fresco a los que descendían del trasbordador. Mojado y ataviado humildemente, el hijo mayor de Gregorio Jiménez puso pausa a sueño de ser reportero.
Contó que desde el pleito con las vecinas en la laguna, comenzó a patrullar Allende al pendiente de los conflictos y sucesos. Tomó algunas notas buenas y las mandó a los diarios de nota roja de Coatzacoalcos; alguna agencia de internet local le ofreció trabajo.
«Me ofrecieron una ayuda, que allí me darían algo a la quincena, pero nunca me pagaron, sólo dos o tres veces, y poquitito. Ni para la gasolina de mi moto, por eso se me descompuso y ya no tuve para repararla», dijo.
Ahora Luis Jiménez anda a pie. Calza zapatos regalados y le quedan grandes. Se miran salpicados con mezcla y la ropa también y es que en las mañanas, muy temprano, se levanta para ayudar a los pescadores a vender lo capturado.
Le dan dinero o le regalan algunos peces para la comida de sus hijos y esposa. Habita una casita de láminas, trozos de cartón, madera y piso de tierra. Como la que su papá dejó el día que se lo llevaron. Sigue soñando en que algún día aprenderá periodismo, hará notas policiacas, como El Pantera, clave de Goyo Jiménez.
EL AMPARO
El 18 de junio hubo una pequeña fiesta en una celda del penal Ostión Duport de Coatzacoalcos. Es la prisión de Teresa de Jesús Hernández de la Cruz. El convivio fue para esperar noticias favorables sobre el amparo que tramitó alegando que había sido torturada para admitir culpa por el homicidio de Gregorio Jiménez y que las autoridades concluyeron como un asunto vecinal.
Ese día se atavió con un vestido nuevo color azul rey. Arracadas, cadenas de oro y se tiñó el pelo de tonos rojizos. Entallada en su atuendo caminaba de un lado a otro en el área de mujeres a la espera de la gran noticia.
“Ya mero me voy, muchachas, ya merito, primero Dios” decía. Hubo hasta pastel de la marca Chocolate, carnitas, tacos, música y su familia aguardaba el veredicto que al final fue negativo. El amparo resultó desechado. Se apagó la fiesta.
VIDA Y MUERTE
Ese 11 de febrero de 2014, antes de mediodía, le despertaron expectativas de que Goyo había sido localizado con vida. En Coatzacoalcos, funcionarios del estado la treparon en un helicóptero y, acompañada de dos familiares, Carmela Hernández voló a Xalapa. A la Fiscalía General. Le darían noticias, prometieron.
El corazón desbordante. Cada respiro un “sí me lo darán con vida”. Bajó de la nave y apenas entró al cuartito en donde la concentraron con otras autoridades y sus dos acompañantes, el mundo la tragaba y deglutía cada segundo.
Los 30 minutos que Amadeo Flores –actual Presidente del Comité Estatal del PRI- la hizo esperar para reportarle personalmente resultaron un ir y venir de la agonía a la sanación.
“El hombre entró con una computadora. Se paró frente a mí y después de muchas palabras me dijo que habían encontrado a Goyo…: (el tiempo se detuvo, relata) ‘Señora, lo encontramos en un rancho en Las Choapas; pero no son buenas noticias. No lo encontramos como queríamos’”.
“Después me dio unas fotos para reconocerlo. Era él. La playera que traía puesta. Sólo vi del pecho para abajo. Creo que me bloqueé. Me dio mucho coraje. Mucho enojo. Mucho. Estaba muy muy enojada. Amadeo me enseñó más fotos, quería que identificara en Cosoleacaque, que allí tenían el cuerpo. Era él».
“¿Para eso me hicieron venir hasta acá? y, si estaba muerto, ¿para qué me hicieron ir hasta Xalapa? ¿Por qué no nos dijeron allá y luego querían que fuéramos a Cosoleacaque a reclamar el cadáver? El coraje no se me pasa”, recuerda..
Carmela Hernández tuvo su primer acto de dignidad. No subió al helicóptero especial para el trasladado a Cosoleacaque. Se fue a la central de autobuses y abordó uno hacia donde los restos de su esposo aguardaban.
Cinco horas de viaje: 400 kilómetros de llanto amargo y coraje. Seis días de esperar a Goyo se volcaron en dos años de insatisfacciones y más lamentos.
Siguió Moisés Sánchez, Armando Vargas, Juan Mendoza y Rubén Espinoza.
El miedo no le da tregua pese a que los presuntos responsables están internos en el penal a la espera de sentencia.
El terror sigue en casa, pues dos de los hijos de Goyo aspiran a trabajar en medios de comunicación. Quieren usar las cámaras y el equipo dejado por su padre para seguir sus huellas. Carmela lo respeta, pero no los quiere ver ejerciendo en Veracruz. No en la tierra gobernada por Javier Duarte.