Entre los asistentes, muchos de ellos sin vivienda alguna, estaba el malagueño Roberto Carlos, de 36 años y que se gana la vida en las vías romanas tocando su inseparable guitarra, el único objeto que nunca ha vendido, ni siquiera cuando vivía en la calle, tal y como explicó a Efe
Ciudad del Vaticano, 14 ene (EFE).- Alrededor de dos mil pobres e inmigrantes de Roma disfrutaron hoy de un espectáculo circense al que acudieron invitados por el papa Francisco, olvidándose así por unas horas de las frías calles de la capital italiana.
Entre los asistentes, muchos de ellos sin vivienda alguna, estaba el malagueño Roberto Carlos, de 36 años y que se gana la vida en las vías romanas tocando su inseparable guitarra, el único objeto que nunca ha vendido, ni siquiera cuando vivía en la calle, tal y como explicó a Efe.
Él fue el encargado de dar comienzo al espectáculo con una canción titulada «Francisco es universal», que le gustaría «hacérsela escuchar» al papa, según confesó, visiblemente emocionado, durante la entrevista.
Su actuación fue recibida con los aplausos del público, que no dudó en bailar, y comenzó proclamando una de sus máximas: «Los últimos serán los primeros, no perdamos la fe».
El mensaje de la canción para su autor es claro: describir a «un papa que es muy buena persona con todos los pobres, que no nos margina y nos quiere como uno más y te ayuda como si fuera tu padre o tu abuelito», dijo.
La iniciativa solidaria de esta tarde se ha desarrollado gracias a la Limosnería Vaticana, encargada de realizar las obras de caridad del pontífice, y ha contado con la colaboración del circo Rony Roller.
Los asistentes, que también pudieron hacerse unos chequeos médicos gracias a un ambulatorio instalado para la ocasión, llegaron al recinto en autobuses y acompañados por numerosos prelados, incluidos obispos y cardenales.
Eran personas sin hogar, inmigrantes, mendigos y discapacitados que, acompañadas por religiosas, asistieron al espectáculo desde la primera fila de la carpa, inundada por un intenso olor a palomitas de maíz.
«Ahora, gracias al Vaticano, puedo levantar un poco la cabeza hacia arriba, cosa que en mi país no pude hacer», agradeció el cantante malagueño, que actualmente vive en una habitación en Roma junto a su esposa Eva y su hija de 16 años.
Roberto Carlos aseguró que el Vaticano le ha facilitado la vivienda en la que reside, gracias al contacto que estableció un día en que fue a ducharse a uno de los baños que el papa ha hecho instalar en la plaza de San Pedro.
«Fui a comprobar que era verdad y me di la mejor ducha de mi vida, hasta que vi acercarse a un sacerdote que se me presentó y me dijo que quería saber mi historia. Ese día me cambió la vida», confesó Roberto, con los ojos brillantes y visiblemente emocionado.
El sacerdote que logró cambiar la vida del español y su familia resultó ser el polaco Konrad Krajewski, el limosnero del pontífice, que, gracias a la mediación de otro sacerdote, finalmente ofreció la vivienda al músico callejero.
Roberto y su familia recibieron este año de la Santa Sede una imagen del papa Francisco firmada por él, y es invitado a todos los eventos para desfavorecidos en el Vaticano. La esposa de Roberto, Eva, catalana de nacimiento, contó a Efe que se encuentra inmersa escribiendo un libro biográfico que debe finalizar en menos de un año a petición del padre René, de los Legionarios de Cristo.
«Me pidió a mí y no a Roberto que lo escribiese porque quería el punto de vista de la mujer y madre que lucha por sacar adelante a su familia», aclaró Eva, quien añadió que en su vida «todo es un milagro». EFE