Francisco festejó el nacimiento de Jesús con los miles de peregrinos que viajaron al Vaticano: lo que es verdaderamente importante es mostrar un comportamiento sencillo, dijo.
Laura Serrano-Conde
Ciudad del Vaticano, 24 dic (EFE).- El Papa Francisco celebró hoy su tercera Misa del Gallo en el Vaticano con la que lanzó a los fieles católicos de todo el mundo un mensaje claro: es necesario mostrar un comportamiento sobrio y sencillo en una «sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres».
La de hoy era una misa con un significado especial, pues se celebra en el marco del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, y precisamente este fue uno de los valores más defendidos en su homilía, con la que dio inicio a los ritos de Navidad.
«En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Dios nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante», afirmó Jorge Bergoglio en un discurso ofrecido ante miles de fieles de todo el mundo.
Subrayó que «en un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda» y también «poner en práctica la voluntad de Dios».
«Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración», señaló.
Francisco festejó el nacimiento de Jesús con los miles de peregrinos que viajaron hasta el Vaticano para conmemorar esta fecha, y les aseguró que Cristo enseña «lo que es verdaderamente importante» en la vida, es decir, mostrar un comportamiento sencillo y entregar bondad y misericordia al prójimo.
«(Jesús) Nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para él y su familia. Encuentra cobijo y amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios», destacó.
Apuntó a que «desde aquí, comienza para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del rescate perpetuo».
«De este Niño, que lleva grabados en su rostro los rasgos de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos nosotros sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de renunciar a la impiedad y a las riquezas del mundo, para vivir una vida sobria, justa y piadosa», proclamó.
La Misa del Gallo comenzó a las 21:30 hora local (20:30 GMT) y duró aproximadamente dos horas.
El papa Francisco inició este acto acercándose en procesión al altar, al son del canto de la «Kalenda», que en latín recorre desde la Creación hasta la noche en la que nació Jesús, y una vez allí, descubrió e incensió la figura del Niño, situado a los pies del altar.
Tras la celebración eucarística, Francisco portó entre sus brazos al Niño Jesús y lo llevó en procesión hasta el Nacimiento, instalado en la basílica vaticana.
Además, como es habitual, doce niños de todas partes del mundo realizaron un homenaje floral ante la imagen de Jesús.
Este año, los niños que participaron procedieron de países que el papa ha visitado o visitará: había niños de Kenya, de Uganda, de Filipinas, de Estados Unidos, pero también de México, a donde Bergoglio viajará del 12 al 18 de febrero.
Concluida la ceremonia, las miles de personas que acudieron al Vaticano pudieron contemplar, en el centro de la plaza, el belén levantado delante del obelisco, que incluye 24 figuras talladas y pintadas en madera, y realizadas a tamaño real.
Junto al belén, también se eleva en la plaza vaticana un abeto rojo regalado este año por tres ayuntamientos de la región de Baviera, en el sur de Alemania, que mide 25 metros de altura y que está iluminado con bombillas de los colores del Vaticano: blanco y amarillo.
Bergoglio se asomará mañana al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro del Vaticano para leer su mensaje de Navidad e impartir la bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y al mundo) a los miles de fieles que se acerquen a escucharle.