El diario británico da cuenta de los altos costos humanos, sociales y económicos que implica llevar el líquido vital a una de las urbes más grandes del mundo.
Ciudad de México, 12 de noviembre (SinEmbargo).– El dominio sobre el agua en la Ciudad de México «visto desde un punto de vista de la sustentabilidad y de la equidad social, se trata de uno de sus más absurdos fracasos», así reseña The Guardian «la crisis de agua» por la que atraviesa la capital del país.
El diario británico, que a lo largo de una semana siguió la trayectoria «de cada gota que pasa por la Ciudad», menciona que este recorrido «expresa una historia heroica, trágica, inacabada, de crecimiento urbano y desarrollo humano». En el extenso reportaje firmado por Jonathan Watts se mencionan los altos costos humanos, sociales y económicos que implica llevar el líquido vital a una de las urbes más grandes del mundo.
Se mencionan los atropellos cometidos a las comunidades indígenas de los mazahuas, quienes «han sufrido la constante erosión de su territorio y sus recursos naturales», y de los hñähñü, quienes han tenido que convivir con los desechos sucios que nadie más quiere.
The Guardian menciona, además, cómo el suministro está ligado al nivel de ingreso de las delegaciones. Menciona que mientras que en la «Miguel Hidalgo y Cuajimalpa, donde se ubica buena parte de los campos de golf de la ciudad, la presión del agua es [….] suficiente para que funcionen los aspersores que riegan el pasto», en Iztapalapa la escasez hace que la tensión sea parte de su territorio.
«Desechar un recurso que cae libre del cielo, para reemplazarlo por exactamente la misma H2O traída desde lejos es caro, ineficiente, un derroche de energía y en última instancia inadecuado para las necesidades de la población. También produce una paradoja: a pesar de que la Ciudad de México tiene más días lluviosos que Londres, sufre de una escasez comparable con la de un desierto, lo que hace que el precio de cada litro de agua sea de los más elevados del mundo, a pesar de que su calidad a menudo es baja», menciona el diario británico.
El reporte refiere que los crecientes costos sociales, económicos, sanitarios y medioambientales «son una fuente de estrés y conflicto». Refiere que los líderes políticos y las grandes corporaciones impulsan proyectos de ingeniería hidráulica aún más voluminosos, que son rechazados por los conservacionistas y por grupos indígenas.
«El Congreso y las ONGs se enfrentan a la posible privatización del agua. En tanto, la escasez y las inundaciones crean tensiones sociales en el Distrito Federal y en los estados aledaños», dice la publicación.
El Sistema Cutzamala, detalla el diario, es la mayor fuente de agua para la Ciudad de México y está ubicada a 120 kilómetros de la Ciudad de México, en la tierra de los mazahuas, una de las 62 principales etnias de México.
El rotativo inglés dice que desde la llegada de los españoles los mazahuas han sufrido la constante erosión de su territorio y sus recursos naturales, al principio en nombre de la “civilización”, ahora en el del “desarrollo”. Esto implica, dice The Guardian, que se les fuerce a compartir sus ríos, arroyos y manantiales con una de las ciudades más sedientas del mundo.
Recuerda que la primera presa, la Villa Victoria, fue construida en 1962 como una planta de energía hidroeléctrica, sin embargo una década después los planes cambiaron cuando se dieron cuenta que el agua era más importante que la electricidad.
Actualmente, se bombean unos 5 mil 300 litros de agua todos los días a una altitud de mil 100 metros con la electricidad que genera esa presa.
“Se trata de una operación tanto militar como energética”, indica The Guardian, pues explica que a un lado de la planta de tratamiento de agua y de la estación de bombeo de agua, está ubicada una base militar llamada Los Berros, la cual se encuentra rodeada por altos muros, alambre de púas y es vigilada por guardias.
Manuel Araujo, miembro del grupo Frente Mazahua, dijo a The Guardian: “Nos sentimos invadidos […] Antes vivíamos rodeados por la naturaleza, ahora estamos rodeados por torres de alta tensión y alambre de púas”.
Los mazahuas, que se mantienen en pie su lucha, hace poco tomaron el sitio de la planta de clonación durante 15 días en demanda de que cada hogar de la comunidad reciba agua potable.
El diario dice que algunos de los habitantes de la zona llegan a recibir agua una vez a la semana y que deben ir hasta un río cercano por ella, para poder bañarse y lavar su ropa.
“Me molesta que se llevan el agua de aquí y no obtengo nada a cambio. Ni siquiera hay suficiente agua para mi casa”, dijo al medio Ofelia Lorenzo una de las participantes en la toma.
La mujer forma parte del Ejército Zapatista de Mujeres Mazhua para la Defensa del Agua, cuyo objetivo principal es crear conciencia en la Ciudad de México acerca de la fuente primordial del agua.
“Nos dimos cuenta de que el gobierno no hacía mucho caso a los hombres, así que decidimos unirnos a la lucha. Me uní al grupo en 2003 porque nuestros ríos estaban siendo fuertemente dañados. Nuestras cosechas se han visto afectadas. Ya no hay tantos peces como antes. Debido a que tomaron el agua subterránea, la tierra está seca. Es por culpa del Sistema Cutzamala. Ahora le pedimos al gobierno que nos pague lo que hemos perdido. No estamos peleando, sólo defendemos nuestros derechos”, contó Lorenzo a The Guardian.
El movimiento tiene como sus principales preocupaciones el agua y la tierra, a través de éste han logrado que el Gobierno les construya un centro comunitario, granjas pesqueras, ha pavimentado carreteras y provisto de agua potable con pipas a algunos hogares. Pero los líderes aún consideran que esto es insuficiente, pues nuevas tierras se encuentran amenazadas.
LOS DESECHOS QUE NADIE QUIERE
Pero una vez usada, el agua que traen a la Ciudad de México, ya sea para beber , cocinar, diluir, limpiar, apagar la sed o fuegos, regar las plantas o desechar excrementos, de pronto ya no es bienvenida aquí, así que debe comenzar su trayecto de salida.
El agua que sale de las casas de los habitantes de la capital, específicamente de la zona oriente, entra a una tubería de desagüe, después a una cloaca distrital, y de ahí fluye hacia uno de los tres canales principales que llevan los desechos de la Ciudad de México hacia los estados circundantes.
The Guardian dice que al contrario de otras ciudades, donde desechar el agua es más barato que proveerla, el Distrito Federal parece determinado a complicarse la vida, pues al estar rodeado de montañas, y tras haber secado la mayoría de sus ríos y lagos, no existe una ruta de salida natural.
Pero luego de que los desechos de los capitalinos salen finalmente de la ciudad, luego de un recorrido por un sistema de 11 mil kilómetros de estaciones de bombeo y cloacas de concreto, que son muy propensas a bloqueos e inundaciones, y de continuar su paso por en ríos que corren a más de cinco metros por encima de casas y avenidas, finalmente llegan a una descomunal nueva planta de tratamiento de aguas residuales – se dice que es la mayor del mundo – que se encuentra casi lista y pronto debería procesar la producción entera de aguas residuales de la Ciudad de México.
Este complejo, construido por un consorcio en el que participa Carlos Slim, se ubica en el estado de Hidalgo a 100 kilómetros al norte de la Ciudad de México.
Pero de la misma manera que enviar agua a la Ciudad ha afectado a las comunidades aledañas al sistema Cutzamala, esta planta que se encuentra en el verdoso Valle de Tula, ha provocado la ira de comunidades indígenas locales, en este caso los hñähñü, quienes consideran que su territorio está siendo utilizado como basurero, precisa el diario.
Esta comunidad indígena ha tenido que vivir durante un siglo con los desechos sucios que nadie más quiere, sus tierras han tenido que albergar las mayores fosas sépticas y canales de desechos en todo el país. Todo ello se ha vuelto parte de su vida diaria.
Sabino Juárez, un poeta, político y activista, mostró a The Guardian el manantial de la localidad que se encuentra con las aguas negras del DF.
“Cuando éramos niños, esta agua era cristalina. Se podía pescar y nadar en este río. Mire ahora [dice, señalando un torrente apestoso, amarillento]. Ya no quedan peces”, declaró al diario.
El activista asegura al medio que el pueblo rural de Endhó es el “escusado” de la capital del país, “es el sitio más contamino del planeta”. Ese lugar, dijo Juárez, es también un “monumento a la corrupción, el cinismo, la inmoralidad y la incompetencia”.
Esa comunidad que no sólo ha tenido que lidiar durante cien años con los desechos de la ciudad, además en sus tierras adyacentes conviven con una refinería petrolera y con otras industrias sucias.
La contaminación de las aguas, con metales pesados y otras toxinas, han afectado las cosechas. Los pobladores incluso dicen que ya no es posible cosechar tomates ahí, y que las producción de trigo y de chile han caído.
Por ello, Juárez alerta: “Esta agua proviene de la Ciudad de México. Está sucia. Está envenenada. Hay un círculo vicioso de contaminación. La ciudad nos envía su contaminación, y la enviamos de regreso en los alimentos. Es un gran problema sanitario.”
Incluso, dice el diario británico, científicos de la Universidad de Chapingo han identificado toxinas en el agua que causan leucemia, diabetes y cáncer.
En la actualidad, la lucha de esta comunidad está enfocada en la planta para tratar aguas residuales. Las autoridades del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) afirman que la planta limpiará buena parte de las toxinas que hoy azotan la región. En algún momento, el plan es permitir que el agua tratada se filtre por los acuíferos locales, y utilizarla después para reabastecer a la ciudad. Pero se han revelado pocos detalles acerca de la manera en que el consorcio empresarial obtendrá un retorno a su inversión, lo que genera ansiedad entre los hñähñü.
La principal queja de esta comunidad indígena queja es que nadie los ha consultado sobre este proyecto. Pues, si bien siempre han querido tener agua libre de contaminantes, al mismo tiempo temen que pudieran perder las aguas residuales gratuitas, ricas en nutrientes, de las que dependen para regar y alimentar sus cosechas.