El sistema del manejo de descargas de agua del Valle de México es obsoleto, no sólo porque se priorizan plantas de tratamiento que no funcionan, sino porque se contaminan ríos de agua de manantial con desechos fecales, que dejan destrucción, muerte y enfermedad en comunidades donde azota la pobreza, denunció Greenpeace.
San José Acoculco, Hidalgo, 5 de noviembre (SinEmbargo).– Los 461 habitantes de San José Acoculco fundaron su pueblo sobre las montañas de Atotonilco, Hidalgo. Fidel Rojo recuerda que cuando niño, aquello era, muy a pesar de la arenisca, un lugar donde abundaban la vegetación y las vacas y chivos y los niños que se bañaban en el río con el agua de manantial que sabía ácida, gracias a las sales y minerales de la tierra. Sin embargo, el paso del tiempo y el sistema de drenaje del Valle de México terminaron convirtiendo aquel lugar en un basurero con corriente que a cada segundo que avanza deja a su paso muerte y enfermedad.
–¿Sabe de dónde viene esta agua? –se le pregunta.
–De México. Del baño de ustedes –responde sereno Fidel, mientras chicotea con una vara a un borrego agonizante, para que se levante del suelo–. Eso [señala a la oveja], es lo que pasa cuando mis animalitos beben el agua del río.
–¿Su familia se ha enfermado por el río?
–No tomamos ni usamos agua de ahí. Pero por el aire también nos hemos enfermado.
Rojo, quien de oficio es pastor, asegura que lo más preocupante y urgente por atender son los puentes: «apenas se cayó un hombre del puente de allá arriba y se mató. La Conagua [Comisión Nacional del Agua] dijo que pondría nuevos puentes y nada. Lleva dos años dice y dice pero ya se olvidaron».
San José Acoculco no es un desierto, pero tampoco es una montaña verde, sino un lugar de árboles con signos de putrefacción, esqueletos de roedores, lodazales mezclados con plásticos de refresco, ropa, animales muertos y espuma. El olor, que se siente a la entrada del pueblo, advierte una especie de abandono. En algunas zonas hay pequeñas parcelas, ya con espigas, donde posan casi secas decenas de milpas, para el autoconsumo de la gente y el zacate apilado de los animales de campo.
Bajo el sol de las tres de la tarde, camina Benito Reséndiz. En su mano lleva un manojo de alfalfa. Él es el custodio del pozo de San José Acoculco. Quien quiera que intente robar o contaminar el agua de aquel agujero tendrá que vérselas con este hombre, quien ve al líquido como algo sagrado.
«Cuando nos vinieron las aguas negras tuvimos que gestionar el pozo con el municipio de Atotonilco. Por eso nunca nos falta agua. Yo lo cuido las 24 horas. Día y noche. Aunque dicen que espantan pero yo le tengo más miedo a los vivos», dice el orgulloso Benito.
Él también sabe que el río de su pueblo, que forma parte de la Cuenca de Tula, fue contaminado por las descargas fecales y pluviales provenientes del Distrito Federal y del Estado de México.
«Lo único bueno de las aguas negras es que la utilizamos como abono. Antes no se daba la milpa, pero con esta agua ya se dan elotitos. Pero nada más sembramos para nosotros. Porque, ahora sí que lo malo, es que con esta agua crece una hierba espinuda que no muere con la primera pasada de medicina [herbicida]», asegura Benito Reséndiz.
Pero Benito no pierde la esperanza, dice, pues pronto abrirá la Planta de tratamiento de aguas residuales de Atotonilco, la cual «va a limpiar el río con químicos».
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La organización internacional Greenpeace detalla que el esquema para gestionar las aguas negras en el Valle de México es «caduco», pues el sistema de drenaje junta las descargas fecales, con agua de lluvia y son vaciadas a los ríos y finalmente en los océanos, cuya consecuencia es la contaminación de la vida en todo el recorrido; en lugar de realizar acciones integrales y locales para atender esta problemática.
«Si estas aguas fueran tratadas y aprovechadas en lugar de ser expulsadas, el Valle de México ya no tendría que quitarle agua a otras entidades. Es un absurdo que esto no se aproveche y es que el modelo lineal de manejo actual del agua en la Cuenca del Valle de México es insostenible , y se basa en la idea de que el agua es un bien a extraer o importar, utilizar y desechar», informa la organización.
«El agua se contamina y por tanto se desperdicia cuando existe una crisis de agua en la Ciudad de México. Lo que pasa es que no notamos qué pasa con el agua, que el hecho de tener agua al abrir la llave es a costa de la sobreexplotación del manto acuífero en la zona urbana y de la importación de otros lugares, como el sistema Lerma y Cutzamala. Por eso la solución es tratar el agua donde la descarguemos y donde la tenemos. Se trata de aprovechar, tratar y rescatar. No se trata de tirarla a los ríos y contaminar todo a su paso», explica Paloma Neumann, campañista de la Operación Ciudad de Greenpeace.
Neumann asevera que el sistema de descarga de aguas negras no es funcional y pone de ejemplo Planta de tratamiento de aguas residuales de Atotonilco, la más grande de América Latina, cuya inversión se estima en más de 10 mil millones de pesos, la cual tuvo que haber sido entregada en 2012 pero a la fecha sigue sin operar.
«No queremos más gigantescos elefantes blancos con inversiones millonarias. Necesitamos cambiar el paradigma sobre el agua: tratarla donde se ocupa, aprovecharla y no contaminar los ríos», refiere.
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Durante su campaña, el hoy Presidente Enrique Peña Nieto firmó ante notario público seis compromisos a los hidalguenses. En su Tercer Informe de Gobierno el Jefe del Ejecutivo federal aseguró que ya cumplió con cuatro, pero no dio avances. Una de estas promesas fue poner en operación de la Planta de tratamiento de aguas residuales de Atotonilco, pero a la fecha sigue sin ser abierta, a pesar que la Conagua informó que sería este 2015 la inauguración.
Promotora del Desarrollo de América Latina de Carlos Slim. Asimismo Controladora de Operaciones de Infraestructura de ICA, Atlatec, Acciona Agua, Desarrollo y Construcciones Urbanas, Green Gas Pioneer Crossing Energy y LLC,fueron las empresas que ganaron las licitaciones para la planta, con una inversión de casi 5 mil millones de pesos.
Pero pasa el tiempo y los habitantes de San José Acoculco siguen en espera que la planta les brinde trabajo y les regrese su agua cristalina.
De hecho, al río que pasa por ahí ya le pusieron el «de la revancha», porque en el Valle del Mezquital, Hidalgo, esa agua se ocupa para la cosecha de hortalizas que se venden en la Ciudad de México y Área Metropolitana.
Alfalfa, maíz, cebada, trigo, sorgo, avena y demás hortalizas son bañadas con agua pestilente, con químicos y desechos fecales. De hecho un pequeño grupo de agricultores se opone a que el agua sea tratada, pues las aguas negras representa un ahorro en abono.
En tanto, el ciclo de estas aguas negras, dicen los campañistas de Greenpeace, quienes saben todo el recorrido, inicia cuando «alguien de la ciudad va al baño y jala la cadena».