No siempre es fácil adaptarse a un gato como mascota, sobre todo si con anterioridad sólo se ha convivido con perros. Conoce los «problemas» comunes de quienes aún aprenden a querer a estos felinos.
Por Claudia Castro Val
Ciudad de México, 2 de noviembre (SinEmbargo).– Tener un gato es completamente diferente a tener un perro. Parece una afirmación muy obvia, pero algunas personas que por alguna razón conviven con un gato luego de haber vivido con un perro, pueden tener algunos problemas para entenderse con el felino.
Alicia García, una dog lover que hoy también ama a los gatos, creció entre perros desde su niñez hasta su juventud: “Mis padres son amantes de los perros, así que en casa siempre había un perro rescatado o adoptado. Crecí entre pelo y ladridos”, recuerda. Pero cuando Alicia se casó, tuvo el tino de hacerlo con un amante de los gatos. “Yo moría por tener un animal de compañía en casa, pero en realidad prefería un perro. Cuando adoptamos a Toto, nuestro primer gato, yo estaba contenta, pero no lo entendía mucho… Encima descubrí que soy alérgica a los gatos”.
Para Alicia no fue muy grata la primera experiencia con Toto: “Cuando estaba en casa, me la pasaba estornudando. Toto fue un gato callejero durante no sé cuantos años, así que no se dejaba acariciar fácilmente, me respondía con un zarpazo, incluso con una mordida, y yo no entendía porqué si sólo quería hacerle cariños”.
Como Alicia, muchas personas cometen el error de esperar que un gato se comporte como un perro, cuando son completamente distintos.
LOS «PROBLEMAS» DE UN GATO
Independencia. A diferencia de un perro, un gato puede pasar lapsos largos solo, mientras tenga comida y agua limpia. Aunque esto es muy práctico para el ritmo de vida que llevamos hoy en día, algunas personas esperan muestras de afecto gatunas que, aunque existen, no son comunes. Un gato no moverá la cola cuando llegues a casa, aunque sí puede restregarse entre tus piernas para marcarte como “su territorio”. También puede jugar con tus zapatos o pedirte que juegues con él.
Limpieza. Casi todos convendríamos que la limpieza de los gatos es una virtud, pero para algunas personas puede ser un rasgo demasiado exigente. Un gato puede no beber agua si la encuentra sucia, o si detecta que otro gato bebió de ella; entonces tendrás que cambiarla. Lo mismo con el arenero: es posible que haga sus necesidades fuera de él, o prefiera no hacerlas, si el espacio no está limpio.
Rudeza. A diferencia de los perros que generalmente disfrutan las caricias y piden más, los gatos pueden pedir caricias y cariños, pero se cansan rápidamente. A veces sólo quieren reposar en tus piernas sin que los acaricies y tienen suficiente con sentir tu calor. El problema es que suelen expresar su hartazgo con un rasguño o con una mordida, así que hay que aprender los gustos y ritmos del gato. Lo mismo al jugar con ellos: si no toleras los rasguños en las manos, lo mejor es que busques un juguete.
Las uñas. Uno de los problemas más comunes de tener un gato en casa es su tendencia a arañar los muebles. Algunos dueños de gatos optan por la desungulación, que es la extirpación de las uñas del gato, pero aunque es una solución aparentemente fácil para el problema, asociaciones proanimales y veterinarias, rechazan la práctica de esta amputación. “Es un proceso quirúrgico muy doloroso que, además, implica complicaciones en más del 50 por ciento de los casos”, señala por ejemplo el Grupo de Estudio de Medicina Felina de España (GEMFE). Lo mejor es comprarle juguetes adecuados, conseguir protectores de muebles y consultar con tu veterinario para que te aconseje cómo persuadir al felino de su actividad destructiva.
Las bolas de pelo. La primera vez que Alicia escuchó un maullido extraño de Toto y vio sus contracciones estomacalaes para luego expulsar un “algo” entre saliva, se asustó y llamó al veterinario: Toto había expulsado su primera bola de pelo. Es una situación muy común en los gatos, pues al bañarse con su propia lengua, irremediablemente tragan pelo que luego desechan para evitar una obstrucción en su intestino. Así que es una manera de mantenerse saludables y no hay mucho que puedas hacer, sólo buscar un alimento especializado para reducir los episodios.
Escalan. La realidad es que, si un gato puede escalar muebles, lo hará. Existen muchos modelos de juguetes-rascadores en el mercado para que tu gato aprenda que sólo ahí puede escalar. Rociar el juguete con catnip es una buena opción. Pero mientras aprende y es joven, lo mejor será que coloques ese jarrón, herencia de la abuela, fuera del alcance de un felino inquieto.
APRENDER A QUERERLOS
Alicia tiene hoy tres gatos a los que adora: “Entender su forma de ser me costó un poco de trabajo. Cada uno tiene su gatonalidad, como digo yo, y no tiene que ser como yo espero. El punto más importante para lograr esta adaptación fue sacudirme la idea de que un gato puede comportarse como un perro. Son muy distintos y ambos son adorables. Ha sido un buen ejercicio aceptar a mis gatos como son”.
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