Nairobi, 15 oct (EFE).- El cambio climático y el desarrollo de grandes proyectos de infraestructuras amenazan la supervivencia del ecosistema y las comunidades de la remota región de Turkana, considerada una de las cunas de la Humanidad, en el noroeste de Kenia, advirtió hoy Human Rights Watch (HRW).
Los pastos y recursos hídricos de Turkana, el lago permanente en un entorno desértico más grande del mundo y fuente de sustento de 300.000 personas, podrían verse reducidos por el cambio climático, con consecuencias nefastas también para la seguridad en esta volátil región keniana.
La organización hizo público hoy su informe «No queda tiempo: Cambio climático, amenazas medioambientales y derechos humanos en Turkana», a pocos días del encuentro sobre este fenómeno ambiental que se celebrará en Bonn la próxima semana.
El documento alerta de las dificultades que tendrá el Gobierno de Kenia para asegurar el acceso al agua y la comida, y garantizar la salud y la seguridad en Turkana, si no modifica su legislación nacional y consigue un mayor apoyo internacional.
Esta árida región del interior de Kenia es conocida por el hallazgo de «El niño de Turkana», el esqueleto completo de un niño que falleció hace 1,6 millones de años, el más antiguo jamás encontrado.
Con sus limitados recursos, Turkana es ejemplo de cómo el cambio climático, con el aumento de las temperaturas y el cambio de los patrones de lluvias, «afecta de forma desproporcionada a una población ya de por sí vulnerable».
«La combinación de cambio climático, desarrollo a gran escala y crecimiento de la población supone una gran amenaza para el pueblo de la región de Turkana», dijo Amon.
Entre 1967 y 2012, las temperaturas máximas y mínimas en Turkana subieron una media de entre 2 y 3 grados, mientras que el patrón lluvioso ha cambiado: la temporada de lluvias larga se ha acortado y es más seca, mientras que la corta dura más tiempo y es más húmeda.
Cuando las tierras de pasto disminuyan, la inseguridad y el conflicto en esta región, donde los choques entre comunidades son frecuentes, se acrecentarán, advirtieron desde HRW.
Al mismo tiempo, los proyectos hidroeléctricos y de irrigación de plantaciones de azúcar que se están desarrollando en el valle del río Omo en la vecina Etiopía amenazan con reducir los niveles de agua en el lago Turkana hasta mermar sus bancos de peces.
En Turkana viven 1,2 millones de personas, en su mayoría pastores de cabras y pescadores que se encuentran entre los kenianos más pobres.
Los residentes de esta región, que sufre sequías cíclicas, tienen tantas dificultades para obtener agua que su supervivencia peligra casi a diario.
Mujeres y niñas caminan largas distancias para cavar pozos en los cauces secos de los ríos; los niños enferman porque no tienen comida ni agua limpia para beber o lavarse.
«¿Cómo sobreviviré cuando mis animales hayan muerto y el lago haya desaparecido?», pregunta un pastor anciano.
HRW llamó a abordar el problema que el cambio climático plantea a estas comunidades en el encuentro de Bonn, última sesión negociadora antes de la cumbre de final de año en París, donde se espera que se alcance un gran acuerdo global para atajar el fenómeno.