Por primera vez, en 47 años, la marcha por Tlatelolco fue disuelta. Un grupo de no más de 30 embozados enfrentó a los granaderos. El tiempo no alcanzó ni para los discursos
Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).– Ayer la “V” de la victoria no pudo ser alzada porque al cuarto para las ocho de la noche, todo había terminado. La hora siniestra cuando en la Plaza de las Tres Culturas fueron acribillados los estudiantes por aire y por tierra no fue evocada. Sin precedentes en 47 años de conmemoración luctuosa, la manifestación por el 2 de octubre, fue disuelta.
Los llamados “anarcos” –ese grupo de jóvenes con pañoleta y en la mano bombas molotov– lograron interrumpir este duelo tradicional que este año llevaba en su vanguardia a los padres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, el 26 de septiembre de 2014 y que fue bautizada como “Jornada de Tlatelolco a Ayotzinapa. 47 años de lucha contra la impunidad”. El 2 de octubre de 2015 no eran más de veinte, pero intentaron derribar las vallas de elementos del cuerpo de Granaderos que desde las 15:00 horas se habían apostado por todos lados: Pino Suárez, Moneda, Madero y Cinco de Mayo tuvieron desde muy temprano su presencia en azul. Luego, como en noviembre del año pasado, quisieron prenderle fuego a la Puerta Mariana del Palacio Nacional. El intento ocasionó que los granaderos respondieran con gas lacrimógeno.
La marcha de ayer ocurrió al revés. Las tres mil personas que se habían congregado desde las cuatro de la tarde en la Plaza de las Tres Culturas regresaron del Zócalo hacia el Eje Central. Llevaban enrollados sus banderines, ya rotas sus cartulinas. Buscaban el Metro, bicicletas, una forma de salir del termómetro político del país. Atrás se quedó la columna de humo, generada a un costado del Palacio Nacional. Decenas de elementos de la Policía Federal de la Comisión Nacional de Seguridad rodearon el recinto que fue remodelado para que Enrique Peña Nieto tomara posesión y efectuara algunos actos de despacho. Y el rebote de algunos gritos: ¡Policía, hermano, la lucha es de este lado! Pero la tarde no vaticinaba ningún derroche de amabilidad. Los elementos policiacos -los del GDF- se retiraron entre mentadas de madre y el unísono: “¡Puto!”.
Tres estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no se resistieron y entonaron la porra “goyaaa, goyaaa…”. Pero todo se volvió confuso.
“¿Por qué no puede haber marcha este 2 de Octubre?” –decían otros estudiantes. Alguien añadió: “Nos han cansado. Nos están quitando todo”. Hacía ya una hora que los organizadores invitaron a las personas a desalojar la plancha del Zócalo y recomendaron salir por Tacuba.
Desde el 1 de diciembre de 2012, cuando Peña Nieto tomó posesión como Presidente de la República, en las calles del Centro Histórico se había desarrollado un guión. Las manifestaciones avanzaban con normalidad, los organizadores tomaban el micrófono y emitían un discurso. Después, los llamados «anarcos» aparecían con sus capuchas, sus bombas, sus piedras, sus palos. Pero esta vez, ese guión se cumplió mucho antes. Y nadie pudo decir nada a excepción de uno de los líderes del 68, Félix Hernández Gamundi, que invitó a desalojar de una manera pacífica. Ahí estaba el hombre que junto con Jesús Martín del Campo impulsó el enjuiciamiento del ex Presidente Luis Echeverría Álvarez por la masacre de Tlatelolco ante la Fiscalía de Delitos contra el pasado, ya extinta. Veía cómo en 2015, la conmemoración del 2 de octubre iba a concluir en nada.
Esta es la segunda ocasión en que la manifestación por Tlatelolco transcurrió sin Raúl Álvarez Garín –el otro líder emblemático- quien falleció en septiembre del año pasado.
GRANADEROS Y ANARQUISTAS SE ROBAN LA MARCHA
Oscureció y la calle 5 de Mayo, donde se ubica el bar La Ópera, así como el Banco de México, se quedó con algunas pintas en negro: “La anarquía es la vida”, “Ayotzinapa”, “Fue el Estado”, “68 x43”. Se suponía que este 47 aniversario por el 2 de octubre le tendería un lazo de solidaridad a los padres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero; pero ni siquiera los padres de los jóvenes podían transitar por el Centro Histórico: en Madero, la valla de granaderos no les permitía el paso de regreso.
Al cierre de esta nota, cuatro personas habían sido detenidas y tres policías habían resultado heridos. El reporte de la Cruz Roja arrojó que 35 personas se intoxicaron por inhalación de gas lacrimógeno sin que nadie fuera hospitalizado.
Para esta manifestación que no fue, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) había enviado 67 visitadores y dos ombusdmóviles para acompañar a los manifestantes. La ruptura de la marcha del 2 de octubre ocurrió al mismo tiempo que integrantes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitaron México. Al mediodía, en conferencia de prensa, habían expuesto su informe sobre el país. Al documento lo llenan las palabras “crisis”, “violencia”, “inseguridad”, “pobreza”, “tortura”, “ejecuciones extrajudiciales”, “desaparición forzada” e “impunidad”.
“El efecto de la violencia y las violaciones a los derechos fundamentales es especialmente grave y desproporcionado sobre personas en situación de pobreza, las personas migrantes, solicitantes de asilo, refugiados y desplazados internos, mujeres, niños y adolescentes, defensoras y defensores de derechos humanos, periodistas, pueblos indígenas, personas lesbianas, gay, bisexuales y trans (LGBTI) entre otros”, dijo de viva voz Rose-Marie Belle Antoine, presidenta del organismo.
Momentos después, el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, Roberto Campa Cifrián, brindó su propia opinión. Que las observaciones presentadas por la CIDH “no reflejan la situación general del país”, sostuvo.
Como en otros años, a la marcha de ayer del 2 de octubre acudieron personas que en el 68 eran estudiantes, pero también estudiantes actuales, maestros, activistas y sindicalistas; sobre todo del Mexicano de Electricistas. Aunque el grupo de anarquistas ayer no alcanzaba los treinta, en el camino de la manifestación, lograron realizar pintas en comercios; sobre todo en la Ribera de San Cosme.