El poeta, diplomático y académico Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, Jalisco, 11 de febrero, 1934), falleció el 25 de septiembre en la ciudad de México, a los 81 años
Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).- Lo veíamos caminar por los pasillos de la FIL Guadalajara cuando recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances el nonagenario poeta francés Yves Bonnefoy y los periodistas ironizábamos con nuestra propia ignorancia y al mismo tiempo expresábamos nuestra admiración hacia un creador entrañable: El poeta francés será buenísimo, pero Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015) también.
Y no es que al gran intelectual mexicano fallecido el sábado en esta ciudad le faltaran reconocimientos; por el contrario, el escritor, poeta, periodista, diplomático y promotor cultural despedido el sábado en la Colonia del Valle, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013 en el campo de lingüística y literatura, por su trayectoria lúcida y sensible en la poesía, el ensayo y la expresión oral, entre otros muchos y merecidos galardones.
“Me da gusto que las nuevas generaciones nunca dejaron de buscarlo, de verlo como un maestro, de aprender de él. Hugo fue un hombre muy querido que deja un legado importantísimo en nuestra cultura y al que vamos a extrañar mucho”, dijo Elena Poniatowska, sin faltar un ápice a la verdad.
Porque Hugo –así le gustaba que lo llamaran más que maestro- dejó un legado primordial basado en una convicción firme a la que le dedicó su vida: no se puede vivir sin poesía.
El intelectual que sabía mucho nunca entendió, es verdad, cómo las personas podían estar ajenas al hecho poético, a esa palabra que conjuraba la muerte de los otros, la única muerte que en verdad duele e importa.
“Lo que duele es la muerte de los otros, la muerte particular uno ni la siente”, decía el hombre que amaba el jazz, la comida, los libros y que hasta último momento se mantuvo en activo, al frente de la columna “Bazar de Asombros” en el periódico La Jornada, donde este domingo se publicó su colaboración “El comité mexicano de apoyo a la Unidad Popular Chilena”.
“Nunca trabajamos para buscar un reconocimiento o para recibir agradecimientos. Lo hicimos porque sabíamos y sabemos que la disyuntiva de Rosa Luxemburgo sigue vigente: O el socialismo o la barbarie.”, escribió el poeta de quien hoy sus deudos destacan sobre todo el sentido del humor, la alegría, las sonrisas, el amor por la vida.
“Una pérdida muy profunda, gran señor, ¡gran sentido del humor!”, destaca el monero Trino en un tuit.
“No solo los poemas de Hugo Gutiérrez Vega son deliciosos. También lo eran esas ristras de chistes colorados que contaba con tanta gracia”, destaca la periodista Blanche Petrich.
LOS 80 AÑOS EN EL PALACIO DE BELLAS ARTES
“¡Que nos deje en paz la Huesuda!”, dijo el poeta al conocer la muerte de su compañero y amigo Ernesto Flores, “uno de los mejores editores de México y me atrevería a decir que de América Latina”, según definió en el 2014, cuando se le dio por morir a muchos poetas y escritores en nuestro país, entre ellos sus amigos entrañables José Emilio Pacheco y Juan Gelman.
Fue en mayo de ese año cuando Hugo Gutiérrez Vega recibió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, donde le volvió a pedir a “La Huesuda” que se lleve a los diputados y no a los poetas y donde para su grata sorpresa, su esposa Lucinda agradeció públicamente la vida compartida.
“Gracias por haberme adentrado en la poesía y conmoverme con la tuya y la de otros, gracias por estos 54 años juntos, con nuestro amor y desamor, gracias por nuestras hijas. Gracias por tu honestidad sin fisuras, por las infinitas veces que levantaste la voz a pesar de las represalias, para denunciar lo que sucede en México, desde que eras un fogoso orador de 20 años, gracias por no ejercer la censura, aunque te haya costado entre otras cosas renunciar a Difusión Cultural de la UNAM”, dijo su hoy viuda.
Su poesía “despojó a la sacrosanta lírica de sus mantos solemnes que ocultaban su hermosa desnudez y la puso a hablar en cristiano y no en culterano. Nos mostró que el poeta y el lector de poesía son gente que anda por las calles y no patitiesos engendros de la solemnidad”, dijo entonces el crítico literario y editor Domingo Argüelles.
“En sus versos cabe todo, lo mismo Grecia que la Reina Victoria, la abuela que hablaba con pájaros y el perro de la carnicería, los poetas mismos, las cosas, los pájaros, la mujer, su mujer, las mujeres, el amor, la tristeza, la oda, la elegía, pero también el humor y la gracia”, precisó.
todos somos lo mismo, / todo es uno, / uno es todo, / cada hombre es, al fin, / todo este mundo / y el mundo / es un lugar / desconocido…, fueron los versos de Hugo Gutiérrez Vega que eligió el periodista Luis Tovar, uno de sus más cercanos y quien formó parte de la guardia de honor en el sepelio, para despedirlo.
48 LIBROS, MUCHOS NUEVOS POETAS
Son 48 los libros (13 en prosa, 35 de poesía) los libros legados por Hugo Gutiérrez Vega. El otro tesoro que deja de herencia son sus ensayos periodísticos y sobre todo una gran camada de nuevos poetas a los que impulsó con su generosidad proverbial.
Fue un gran promotor de la cultura mexicana, que difundió a lo largo de una intensa vida diplomática que lo llevó a España, Italia, Grecia y Puerto Rico. Fue rector de la Universidad de Querétaro y aun así se empeñaba en calificarse como “aprendiz de todo y maestro de nada”.
Lo lloran su viuda, Lucinda Ruiz Posada, sus hijas Fuensanta y Lucinda Gutiérrez Ruiz, sus nietos Rita y Bruno, y el ya mencionado periodista Luis Tovar, asistente más cercano de Hugo Gutiérrez Vega.
Lo llora otro poeta, el gran Vicente Quirarte: “fue uno de los hombres de cultura más queridos y respetados de México, siempre coherente con sus ideas y generoso para compartir sus conocimientos”, dijo.
“Con pesar me uno a la pena de la comunidad cultural de México por el deceso de Hugo Gutiérrez Vega”, escribió en las redes sociales el titular de CONACULTA, Rafael Tovar y de Teresa, la misma red social elegida por el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, para lamentar el deceso de un “intelectual excepcional” que pone a “las letras de luto”, afirmó.
La obra poética de Hugo Gutiérrez Vega ha sido traducida al inglés, francés, italiano, ruso, rumano, portugués y griego; su primer poemario fue Buscado amor (1965); seguido de Desde Inglaterra (1971), Resistencia de particulares y Samarcanda y otros poemas (1972), Cuando el placer termine y Cantos de Plascencia (1977), Poemas para el perro de la carnicería y algunos homenajes (1979), Meridiano 8-0 (1982), Cantos de Tomelloso y otros poemas (1984), Georgetown blues y otros poemas (1985) y Por favor su currículum (1986).
En sus publicaciones antológicas están Las peregrinaciones del deseo (1987), que reúne más de dieciocho libros de poesía desde 1966 a 1985; Nuevas peregrinaciones (1994) en donde se incluyen los que ha dedicado a Grecia: Los soles griegos (1990), El nombre oculto de Grecia (edición bilingüe en la Editorial Nuevos frutos, Atenas 1991), Cantos del Despotado de Morea (1993) y Una estación en Amorgós (1997).
En Bazar de asombros (Tomos I y II, 2000 y 2001, respectivamente) se reúne su extensa obra en prosa fundamentalmente conformada por ensayos de crítica literaria, conferencias, memorias y crónicas periodísticas.
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca, su fe y su arte eran la poesía: “La poesía es música, aún la prosa poética aparentemente más árida es canto. Es difícil entender cómo las personas pueden vivir sin poesía, ya que la considero un artículo de primera necesidad, que ilumina y ayuda no sólo a vivir, sino también a morir”, dijo.
“Era un chiquillo bastante imaginativo porque era un chiquillo solitario. Mi madre murió cuando yo tenía tres años y me fui a vivir con mi abuela. Soy como dicen en Jalisco criado de abuela, en la compañía amable, cariñosa, y un poco irónica de la abuela, pero en la soledad, una soledad que llenaba leyendo cuentos de hadas, libros de viajes, 30 o 40 libros que contenían todo.
Entonces pensé que me interesaba todo y me pregunté cómo le iba a hacer si me interesaba todo. Pues bueno, voy a ser aprendiz de todo y maestro de nada, de esa manera he picado por aquí, por allá y he hecho un poco de la poesía, un poco de teatro, un poco de literatura, un poco de periodismo, con la diplomacia, y no soy maestro de nada. Sigo siendo aprendiz y lo seguiré siendo hasta que me vaya”, afirmó.
El viernes se fue Hugo Gutiérrez Vega. Era lector infatigable de Federico García Lorca. Una cátedra en la Universidad de Guadalajara lleva su nombre y escribía libros de poesía “que ni se venden”, para intentar que el mundo sea un poquito mejor de como lo había encontrado.
Con información y fotografías de CONACULTA