Ciudad de México, 2 de agosto (SinEmbargo).– «Es un perro silencioso y tranquilo, alegre, alerta e inteligente, desconfiado con los extraños, buen guardián y excelente compañero». Así define la Federación Cinológica Internacional (FCI) a los xoloitzcuintles, una raza de perros mexicana con gran valor histórico y cultural.
«Tener un xolo es un poco raro, mucha gente se te acerca y te pregunta cosas como ¡¿Oye: esos son los que se comían los aztecas?!’ (esa es la pregunta más común). Eso te permite vivir una especie de reencuentro: el poder hablar de tus raíces». Paloma Alvarado platica mientras espera a «Tzontli», su xoloitzcuintle hembra de 9 años. Estaba de paseo.
Un color marrón con algunas manchas y uno que otro pelo rebelde en la cabeza que no obedeció a la norma de su ausencia en la raza se escondían debajo de un suéter celeste y un abultado chaleco rojo. «Su piel es delicada, por eso los tiene puestos». Tranquila, «Tzontli» (que significa cabello en náhuatl) olfateaba el asfalto. Sus patas delgadas y desnudas delineaban pasitos cortos y seguros.
«Son muy tranquilos. Es una raza sumamente noble y cariñosa, sin duda de las mejores. ¡No te arrepientes de tener un Xoloitzuintle!».
Como Paloma, muchos quieren a los xoloitzcuintles, pero estos perros han sido queridos no sólo como mascotas, sino que ya desde la prehistoria fueron entendidos como criaturas con atributos místicos: «los pueblos mesoamericanos creían que estos ejemplares poseían poderes curativos, y que aliviarían los malestares causados por el asma y el reumatismo y los cólicos menstruales, para lo cual sólo bastaba dormir con un ejemplar –como si de una bolsa de agua caliente se tratase– ya que irradian un confortable calor corporal», explica información del Portal Canófilo Mexicano, Perros de México.
La creencia de estas cualidades está aunada con la concepción que los pueblos mesoamericanos tenían de los perros, relacionándolos con las deidades de la muerte y el inframundo; y también como ofrendas para atraer lluvias. Para los mexicas y toltecas, Xolotl era el Dios perro, gemelo de Quetzalcóatl, Dios de la estrella vespertina, del relámpago, del juego de pelota, guía y guardián de los muertos en su viaje al Mictlán (el inframundo); pero no sólo eso, sino que también representaba un lado maligno: se le identificaba con la enfermedad y deformidades físicas.
Los diversos mitos que envuelven a los canes en las culturas mesoamericanas determinaron que los Xoloitzuintles fueran usados en la antigüedad, además de perros de caza y compañía, como animales de sacrificio y banquete de rituales especiales (y no como una comida cotidiana, como suele creerse).
Al parecer, los perros eran animales queridos. En los tiempos de la conquista, Fray Bernandino de Sahagún, un misionero franciscano documentaba: «Los perros desta tierra tienen cuatro nombres: llámanse chichi y itzcuintli; también xochcocóyotl, y también tetlamin, y también tehuízotl. Son de diversas colores: hay unos negros, otros blancos, otros cenicientos, otros burós, otros castaños escuros, otros morenos, otros pardos, otros manchados. […] Son mansos; son domésticos; acompañan o siguen a su dueño. Son regocijados; menean la cola en señal de paz; gruñen y ladran. Abaxan las orejas hacia el pescuezo en senal de amor […] Otros perrillos criaban, que llamaban xoloitzcuintli, que penitus ningún pelo tenían. Y de noche abrigábanlos con mantas para dormir. [sic]»
«Apenitas ningún pelo tenían», escribió.
Los Xoloitzcuintles se caracterizan por ser alopésicos (sin pelo) muchas veces en su totalidad. Esta característica se presenta debido a que tienen un gen dominante recesivo, que causa ausencia de pelo debido a una mutación.
Sobre la raza
Antes de finales del siglo XIX, la raza era desconocida a nivel mundial, pero posteriormente fue redescubierta. Según información de Xoloitzcuintles Magaldi «En 1890 algunos alemanes localizaron [ejemplares] en poblados de la sierra del Sureste Mexicano y los llevaron a su país para dar pie a la crianza, sacrificio y comercialización de su piel convertida con las cuales se elaboraban carteras, cinturones, polainas de zapatos, bolsas de dama, etc».
Por suerte ahora ya no son usados para esos fines. Actualmente, esta raza es muy apreciada por la comunidad canófila alrededor del mundo por su valor prehispánico.
De acuerdo con la FCI estos animales pueden presentarse en tres variedades: la standard (con una altura de entre 45 y 55 cm), la intermedia (36 a 45 cm) y la miniatura (25 a 35 cm). Las primeras dos son consideradas como perros de guardia y protección y la miniatura como perro de compañía.
Los hay con colores uniformes o con manchas. Negros, grises, rojizos, bronce… pueden llegar a tener manchas blancas. Éstos perros suelen nacer pelones, aunque algunos sí tienen pelos.
Debido a la mutación genética antes señalada, también presentan falta de premolares y de algunos incisivos; así que son, además de pelones, chimuelos. Un dato curioso es que, según Perros de México, mientras más pelón sea un xolo, será mayor el número de dientes que le falten. Estas particularidades hacen necesarios para estos perros algunos cuidados entre los que se incluyen mantener su piel limpia e hidratada o utilizar shampoos especiales para bañarlos.
Peo, en general, tener un xolo es como tener, querer y cuidar a un perro de cualquier otra raza, con la única diferencia de que tenemos un antiguo dios en casa.