Ciudad de México, 30 de julio (SinEmbargo).– ¿Cuál es el aspecto de nuestra vida que no ha sido invadido por la industria? En nuestras sociedades también los animales son un producto, y como todo producto, este puede fabricarse, venderse, desecharse… Da igual que sea un objeto inanimado o un ser que respira.
Las fábricas de cachorros o Puppy Mills (traducción literal en inglés) son los espacios en los que muchos de los perros que solemos ver exhibidos en vitrina son producidos, cual cosa vendible, con el único fin de obtener dinero; suelen ser clandestinas y estar impunes ante autoridades a pesar de ejercer maltrato contra los animales.
Encerrados, hacinados, enfermos… En las Puppy mills se crían perros en masa; ahí, los animales se encuentran en condiciones no sólo de encierro, sino también de hacinamiento; suelen sufrir por falta de atención veterinaria, misma que propicia la proliferación de enfermedades; están sometidos a altos niveles de estrés y viven en condiciones insalubres: dormir, comer y permanecer parados sobre la propia mierda no puede ser cosa saludable.
La operación de estas fábricas implica hacer a perras parir tantas camadas como sea posible. Perras que suelen no contar con cuidados debidos y a las que se les deja morir (o se mata) tras dejar de ser útiles para tener crías. Para eso, «a las perras se les pone a parir comúnmente antes de que sea seguro hacerlo, porque cuanto antes comiencen, más cachorros producirán en su vida. En la cría de cachorros a menudo se dan hormonas y esteroides para tratar de aumentar el número de cachorros que producen. Estos medicamentos pueden causar dolor extremo y efectos secundarios graves y todo en un intento de aumentar el número de cachorros con fines de lucro, explica la organización Animal Rescue.
Los cachorros, por otro lado, son destetados mucho tiempo antes de lo recomendado, cuestión que puede llevarlos a ser propensos a más enfermedades. La organización Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), explica que «los cachorros son arrancados de sus madres y se venden a los intermediarios que los empacan en cajas para el transporte y para su reventa a las tiendas de mascotas. Los cachorros que se envían de la fábrica a la tienda de mascotas pueden viajar cientos de millas en camionetas, camiones con remolque y aviones, a menudo sin una alimentación adecuada, agua, ventilación, o refugio». De modo que algunos pueden morir en el trayecto.
Una vez en vitrina, estos animales terminan siendo «malas opciones» para ser comprados puesto que frecuentemente presentan problemas de conducta como timidez, miedo o agresividad derivados de la falta de socialización durante su criamiento y por una «falta de monitoreo de defectos genéticos y trastornos de la personalidad que se transmiten de generación en generación», según la organización antes citada.
De acuerdo con datos de la organización Animal Rescue, tan sólo en Estados Unidos existen alrededor de 15 mil fábricas de perros y éstas los venden a través de internet y anuncios en periódicos y los exportan a diversos lugares al interior de su país e inclusive a otros países como México. Sin embargo, aún con el alto nivel de producción en el rubro de Estados Unidos, México también exporta cachorros al país vecino.
Ambas operaciones han sido documentadas por medios como Los Ángeles Times (2004) o National Geographic (2006). Ambos espacios ponen el dedo en el contrabando de mascotas entre California (EU) y Baja California. «Los contrabandistas son en su mayoría hispanos que son ciudadanos estadounidenses o que tengan una residencia de Estados Unidos […] A menudo los traficantes ponen en anuncios en línea y en los periódicos y la lista de un número de teléfono celular desechable, por lo que no pueden ser rastreados más tarde», explica National Geographic, que indica además que el tráfico de cachorros en California puede generar ganancias para un contrabandista de más de 10 mil dólares por mes.
De acuerdo con Los Ángeles Times, en respuesta a solicitudes de agencias locales, los agentes de Aduanas (en aquel 2004) añadieron a los «cachorros enfermos a su lista de artículos de contrabando, como drogas y armas, para los que buscan vehículos que cruzan la frontera en San Isidro.
Lo que diversas organizaciones recomiendan hacer ante este fenómeno es no contribuir a que siga aconteciendo mediante la compra de animales y optar en su lugar por la adopción a través de refugios, grupos de rescate o centros de atención canina. Si en verdad se requiriera comprar a un perro, lo mejor es constatar que el vendedor sea un criador responsable, mismos que suelen seguir una serie de procedimientos que implican garantizar que el futuro dueño del perro sea también confiable para tenerlo.
Informar a tus conocidos de las Puppy mills también es una forma de combatirlas.