Ciudad de México, 7 de julio (SinEmbargo).– Los colibríes son uno de los grupos de aves más numerosos y diversos del mundo. Inconfundibles por sus diminutos y veloces cuerpecitos, estas aves se distribuyen exclusivamente en el continente americano y son de gran importancia ecológica, puesto que contribuyen a la polinización, y consecuente conservación, de un millar de especies de plantas.
Una investigación realizada por los ornitólogos María del Coro Arizmendi Arriaga y Humberto Antonio Berlanga García, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indica que, hasta hoy, se han descrito alrededor de 330 especies de colibríes, de las cuales, 57 se distribuyen en la República Mexicana y Norteamérica. Lamentablemente, 18 se encuentran bajo alguna categoría de riesgo o en protección especial.
Tan sólo en México, que cuenta con 13 especies endémicas de estas avecillas, siete se encuentran en alguna de estas situaciones: dos en peligro de extinción (una en peligro crítico), cuatro en alguna situación de amenaza y una bajo protección especial.
El caso más alarmante es el de la Coqueta de Atoyac, que habita en el estado de Guerrero y está clasificada en «Peligro Crítico», es decir, pertenece a la última categoría de la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) antes de que un animal se extinga. De acuerdo con la organización, esta ave se distribuye en un rango extremadamente pequeño, y se estima que su población es de entre 250 y 999 individuos maduros, pero el número va decreciendo.
Otra especie única de México, el Colibrí miahuatleco, se distribuye exclusivamente en el bosque nublado de la Sierra de Miahuatlán, Oaxaca, y se encuentra clasificado «En Peligro» debido a que la actividad humana en el bosque que habita ha propiciado la tala y quema del terreno para la siembra de maíz y cultivo de cítricos.
Las cuatro especies de colibríes que se encuentran en alguna situación de amenaza y que también figuran en la lista roja de la UICN, son el colibrí tijereta mexicano, que vive en «manglares abiertos y bordes de selva» en los estados de Yucatán y en Veracruz, clasificado como casi amenazado; el colibrí guerrerense, catalogado como vulnerable; la ninfa mexicana, que se distribuye en Nayarit, Jalisco y Colima, como vulnerable; y el colibrí frente verde mexicana que es el de menor amenaza.
Por otro lado, el fandanguero tuxtleño, endémico de Veracruz, Oaxaca y Chiapas ha sido declarado bajo protección especial, aunque no esté identificado como especie amenazada.
Para la conservación de los colibríes en México, se han instalado algunos jardines que propician la observación y conocimiento de éstos, así como la generación de conciencia ambiental. Por otro lado, la UICN resalta la educación con maestros y miembros de las comunidades, así como cursos de capacitación para miembros gestores de las reservas, conservación y uso sostenible de los recursos naturales. En el caso de la Coqueta de Atoyac, el más amenazado de los colibríes endémicos, se impulsó incluso la creación de un folleto sobre las aves en náhuatl, la lengua local, para impulsar en interés por su conservación.
SOBRE LA ESPECIE
Los colibríes encierran todo un conjunto de mecanismos y características inimaginables, y los ornitólogos María del Coro y Humberto Berlanga, comparten algunas de estas en su libro Colibríes de México y Norteamérica:
Los colibríes son aves muy «versátiles» y se les puede encontrar prácticamente en todos los ecosistemas, con excepción de zonas con climas muy fríos. Están dotados de una asombrosa capacidad de vuelo que les permite mantenerse suspendidos en el aire y moverse en cualquier dirección, desde «ir en reversa», hasta avanzar de forma lateral con aleteos que alcanzan hasta 80 veces por segundo; y, durante el cortejo, hasta 200 veces. Pero no sólo sus aleteos son rápidos: estas avecillas avanzan con una velocidad que va desde los 50 a 95 km/hr cuando realizan vuelos en picada, también durante el cortejo.
Nextarívoras por excelencia, estas aves se alimentan del néctar de las flores, aunque también comen invertebrados pequeños, para lo que utilizan sus picos largos, delgados y sus lenguas tubulares largas y extesibles. No pueden pasar más de 10 minutos sin comer, puesto que para realizar todas sus hazañas necesitan consumir la mitad de su peso en alimento al día.
Otros datos interesantes sobre estos pequeños es que tienen una de las temperaturas corporales más altas registradas entre los animales de sangre caliente, (cercana a los 40 grados C) y además el cerebro más grande entre las aves, pues puede representar hasta un 4.2 por ciento de sus peso corporal.
La publicación de estos científicos mexicanos es un material que invita a todo interesado y/o amante de la naturaleza a acercarse a esta especie y a concientizar a la gente para que las alitas de estas aves no detengan su incansable vuelo.