Ciudad de México, 26 de junio (SinEmbargo).– El 85 por ciento de los 30 millones de toneladas que consumen los mexicanos anualmente de maíz proviene de campesinos que poseen no más de siete hectáreas y a diario enfrentan batallas contra las reglas que las grandes empresas comercializadoras del grano han impuesto para desfavorecerlos. Aunado a esto, las políticas gubernamentales asistencialistas y de apoyos económicos sólo sirven para la manutención de las familias y no para invertir en las actividades agrícolas, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Para organizaciones campesinas y de especialistas del sector agropecuario, el abandono deliberado al que están sometidos los pequeños productores proviene de la puesta en marcha de la política neoliberal en México y, concretamente, con la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) en 1994, que trajo consigo la focalización del mercado en grandes empresas y el olvido de la base productiva.
Desde entonces y con nuevos factores como la migración, los productos transgénicos y y el calentamiento global, el escenario para los pequeños productores no es el más favorecedor, ya que además enfrentan un desamparo por parte de las autoridades.
La importancia del maíz en la sociedad mexicana es fundamental, en tierras nacionales se dio origen a más de 60 tipos de este grano. De acuerdo con un estudio realizado por la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), en México se siembran actualmente 9 millones de hectáreas de maíz; se producen alrededor de 23 millones de toneladas y se importan hasta 12 millones anuales.
Sin embargo, tan sólo de 2013 a 2014, el pago a los productores por tonelada de maíz se redujo 30 por ciento.
El costo de producción de la tonelada de maíz tiene un aproximado de entre 2 mil 800 pesos y 3 mil pesos; pero las empresas buscan comprarla en 2 mil 500 pesos.
La Red en Defensa del Maíz ha señalado en reiteradas ocasiones que las empresas y el Gobierno mexicano han dado ataques brutales a la agricultura nacional y que es evidente que el objetivo de las empresas es quebrar la producción independiente para dar paso a programas de intensificación de cultivos con mecanización y paquetes agrotóxicos.
“Los pequeños productores de maíz en México están enfrentando un problema de falta de políticas gubernamentales de apoyo a las pequeñas y medianas producciones. La política gubernamental se ha enfocado a apoyar a la producción en gran escala, principalmente en zonas de riego y en el noroeste del país, olvidando que la mayoría de la gente que lo produce no corresponde a esos sectores, la mayoría tienen entre 5 y 7 hectáreas, representan el 85 por ciento de las unidades de producción de maíz”, dijo en entrevista para SinEmbargo, el ingeniero agrónomo Víctor Suárez Carrera, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo A.C. (Anec).
Explicó que bajo la óptica del Gobierno federal, este 85 por ciento no resulta competitivo, cuando en la práctica han demostrado un alto potencial productivo de menores costos y de alimentos más saludables, a pesar de la ausencia de una política de reconocimiento y de apoyo productivo “hoy están viviendo una situación de pérdida de rentabilidad, los costos de producción se han incrementado, los precios se han desplomado y el gobierno no tiene ni una sola perspectiva para ellos”.
“Nosotros [los productores] no fuimos considerados dentro del proyecto de nación de los Presidentes. Nos abandonaron. Y desde entonces miles de productores han abandonado la actividad y muchos han optado por abandonar el país, han abandonado sus tierras o las vendieron. Lamentablemente, las cosas no han cambiado. La política pública del gobierno no está encaminada a fortalecer los procesos productivos de las comunidades”, señaló Pedro Torres Ochoa del Frente Democrático Campesino de Chihuahua, un ejemplo de comunidades que intentaron organizarse adoptando un modelo empresarial para poner en venta sus productos.
Sin embargo, el modelo no funcionó por el control que las grandes empresas tienen en el mercado, compran los productos a bajo costo, la empresa campesina quebró y no hubo margen de utilidad, “esta gente decide precio, calidad volumen, deciden todo y compran lo que ellos quieren y de la forma en que ellos quieren, muchas veces perjudicando a los productores que están dentro de organizaciones comunitarias, eso lo pasan por alto”, agregó.
“[Los productores] Se enfrentan a la codicia que existe sobre sus territorios, a una lógica de mercado donde para los grandes productores son un material más que debe cotizarse en el mercado, es una lógica avasallante, pero aún con todo eso, no han logrado extinguirlos. En Estados Unidos hay mas presos que campesinos en el campo. Aquí son dueños aunque sea del jitomate que ya se comieron, es importante el nivel de dependencia que tienen, cuestión que tampoco agrada”, dijo al respecto Verónica Villa del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC Group).
LOS QUE SALEN GANANDO
En México son tres las empresas que más se han beneficiado del maíz. Sus ganancias son cuantiosas y han logrado tener presencia internacional.
Gruma, empresa se dedica a la producción, comercialización, distribución y venta de harina de maíz, tortilla empacada y harina de trigo, a través de Maseca, su marca comercial, tiene el 50 por ciento del mercado de harina de maíz en México y controla el 74 por ciento del mercado de la tortilla.
El dueño de Gruma es Roberto González Becerra, quien además es dueño de Grupo Financiero Banorte-Ixe, el tercer banco más importante de México y que lo adquirió durante la administración de Carlos Salinas.
Tras su muerte, el negocio quedó en manos de su familia, pero la fortuna que les dejó Maseca asciende a los mil 900 millones de dólares, de acuerdo con la revista Forbes.
En 2014, Gruma logró ventas por 3 mil 400 millones de dólares, de los cuales el 70 por ciento provinieron de operaciones fuera de México.
También está el “Rey de los cereales”, Minsa. Esta empresa, que tienen presencia en casi todo el mundo, produce harina de maíz para tortillas, botanas, cereales, pastas y pan. También ha entrado al mercado del maíz dorado, blanco, amarillo, azul, morado y rojo; se enfoca a la fabricación de harina de maíz nixtamalizado, maíz nixtamalizado deshidratado y tortilla empacada; todo esto, presuntamente orgánico, libre de transgénicos y libre de gluten.
Cuenta con un capital contable de 2 mil 840 millones 972 mil pesos y en el primer trimestre de 2015, tuvo ingresos netos de mil 322 millones de pesos.
Finalmente, está Cargill, empresa que inició operaciones en México desde 1965. Se dedica a la producción de alimentos, artículos y servicios agrícolas en 67 países. Esta empresa compra, procesa y distribuye cereales y otros bienes a fabricantes de alimentos de nutrición animal.
En 2014, generó por ventas, 134 mil 872 millones de dólares, mil millones más de lo obtenido en 2013.
Tanto Cargill y Minsa, han sido dos de las empresas más beneficiadas por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), a través de la Coordinación General de Comercialización.
“Todo esto se deriva de la decisión que el gobierno tomó hace 30 años, de entregar al sistema alimentario mexicano a las corporaciones agroalimentarias trasnacionales […] Se trata de un abandono deliberado, bajo el argumento de que no necesitamos producir nuestros propios alimentos porque los podemos importar más baratos de Estados Unidos y Canadá”, sostuvo Suárez Carrera.
LOS PROGRAMAS DE SAGARPA
La Sagarpa tiene en funcionamiento 11 programas de apoyo, de los cuales cinco son de apoyo a la agricultura.
La Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (Aserca) es la encargada de aplicar a los productores agropecuarios, pesqueros, acuícolas y otros sectores rurales, para prevenir y saber administrar los riesgos que puedan presentarse.
Otro de los programas es ProAgro, antes ProCampo, busca contribuir a la producción y productividad de las Unidades Económicas rurales, a través de incentivos para la inversión física, humana y tecnológica, así como el manejo post cosecha, uso eficiente de la energía y de los recursos naturales.
Estos programas son dirigidos a propietarios ejidales para la compra de tractores o implementos agrícolas, hacer invernaderos, riego por goteo, subsidio para el diesel o vales de descuento.
Aserca canaliza alrededor de 8 mil a 9 mil millones de pesos al año, pero de acuerdo con el directivo de la Anec, es repartido con gran disparidad: “mientras a los productores de Sinaloa los pueden apoyar con 200 pesos por tonelada de maíz y produce en 100 hectáreas 1000 toneladas, recibirá hasta 800 mil pesos o más. En contraposición, un productor de Tlaxcala, de Puebla, Chiapas, Veracruz o Campeche, recibe solo Procampo o ProAgro Productivo, que son mil 500 pesos por hectárea. Eso provoca que la brecha entre los grandes productores comerciales y el resto, sea cada vez más grande y el abandono se profundiza”.
“Los campesinos y los indígenas siempre figuramos en el discurso de las autoridades y los políticos. Siempre dicen que hacen mucho por ayudarnos pero realmente no están haciendo nada. Lo que sí hacen es vendernos dentro de su proyecto de comercio internacional […] La mayor parte de la gente del campo, la que no ha migrado, vemos que se sigue sufriendo el problema de la política pública que no ayuda. La gente sigue produciendo el alimento, pero los problemas del mercado y de los altos costos de producción continúan”, concluyó Torres Ochoa.
“Es difícil separar el tema económico del cultural. La gente ha construido toda su vida en torno al maíz, que ha sido el fundamento material de toda una civilización. La gente de las comunidades no es que esté muy interesada en preservar al maíz, no es una cuestión de decisión, sino que es todo un sistema de producción que está adecuado a los climas, a los ciclos del agua, de la humedad; es un sistema de cientos de miles de años. Quitarle a la gente sus tierras y la producción de maíz, es quitarle el eje principal de su modo de vida”, agregó Verónica Villa de ETC Group.