Ciudad de México, 11 de junio (SinEmbargo).- El aumento en los sismos, la contaminación ambiental y el desperdicio del agua que la explotación del gas sale a través del fracking, ha provocado que organizaciones civiles de los principales países afectados, entre ellos México, teman un desastre ecológico. Además, los daños a los seres humanos por el exceso de químicos utilizados podría perjudicarlos desde antes de nacer, como lo reveló un nuevo estudio realizado en Pennsylvania, Estados Unidos.
Una investigación realizada por expertos de la Universidad de Pittsburgh encontró que existe una relación entre vivir cerca de zonas con alta cantidad de pozos de gas natural que han pasado por el proceso de fracturación hidráulica conocido como fracking y el riesgo de tener un bebé con un peso más bajo del promedio al nacer.
Esta técnica consiste en la extracción de gas y petróleo de rocas lutitas, en cuyos poros se encuentra atrapado, a través de la inyección en el subsuelo de una mezcla de agua, arena y productos químicos a presiones tales que permitan su ruptura.
El rápido incremento en su utilización, la poca información a la población que habita en zonas aledañas y la tendencia de las políticas públicas a favorecerla, hacen que desde finales de 2013 organizaciones y analistas resalten los contras de este tipo de explotación de los recursos.
Simplemente en el territorio de Pennsylvania, donde se hizo la investigación, el número de pozos explotados de esta manera aumentó de 44 en 2007 a más de 2 mil 800 en 2010, según informaron en un comunicado.
«Estos hallazgos no pueden ignorarse. Hay una necesidad clara de estudios en poblaciones de mayor tamaño, con unos mejores estimados de la exposición y unos registros médicos más profundos», dijo en un comunicado presidente del Departamento de Salud Ambiental y Ocupacional de la Facultad de Postgrados en Salud Pública de la universidad y coautor del estudio, Bruce Pitt.
Tras el análisis de 15 mil 400 bebés nacidos en los condados de Washington, Westmoreland y Butler en ese estado de la Unión Americana entre 2008 y 2010, observaron que las madres que vivían cerca de los sitios donde se practica el fracking tenían una probabilidad 34 por ciento mayor de tener hijos «pequeños para su edad gestacional», en comparación con las progenitoras ubicadas a mayor distancia de los pozos.
«Los fetos en desarrollo son particularmente sensibles a los efectos de los contaminantes ambientales. Sabemos que la contaminación atmosférica con materia particulada fina, la exposición a los metales pesados y al benceno, y el estrés materno se asocian con un peso más bajo al nacer», dijo el también profesor de bioingeniería.
El sitio de difusión HealthDay informó que tal probabilidad se mantuvo después de que los expertos tomaron en cuenta factores externos que podrían afectar el peso de los recién nacidos, como si la madre fumaba, su edad, nivel educativo, raza, y por supuesto, el sexo del bebé.
Y aún cuando las conclusiones, que se publicaron en la revista PLOS One, no prueban que la causa del bajo peso sea el hecho de vivir cerca de estos lugares «fracturados», sí es una señal de que se necesita una mayor investigación en este aspecto.
«Nuestro trabajo es el primero en nuestra región, y respalda investigaciones anteriores que han vinculado el desarrollo no convencional del gas con unos resultados de salud adversos», resaltó Pitt.
En octubre del año pasado un conjunto de analistas de América Latina coincidió en que el fracking implica ya una amenaza para todo el territorio. En el caso de México, el documento llamado “Qué quiere, cómo opera y lo que sigue”, elaborado por Movimiento Mundial Antifracking, puso al país como una de las cinco naciones con mayores riesgos de enfrentar secuelas, pues es la cuarta con el mayor número de reservas de gas shale.
El informe destaca que en México existen 681 reservas de gas shale en Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Jalisco, Sinaloa, Durango, Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí y Veracruz, lo que hace a estas entidades, una vez que inicie la explotación en serie, susceptibles a los desastres ecológicos con los que se asocia a esta práctica.
También advierte que la infraestructura para realizar este tipo de operaciones es deficiente y los sindicatos no estarán en condiciones de ejercer la presión suficiente para impedir que se realice la explotación de pozos del energético.
Por otro lado,la organización ambientalista Greenpeace elaboró “Chale con el gas shale”, un documento que establece que Petróleos Mexicanos (Pemex) estima que sólo para explorar las posibilidades de gas shale en el país sería necesaria una inversión de aproximadamente 30 mil millones de pesos en los próximos tres años para 195 pozos, de los cuales casi 300 millones de pesos ya se han gastado en trabajos exploratorios.