Si durante el alemanismo se acuñó la expresión “cachorros de la Revolución” para mencionar a los herederos de la hegemonía política en el país, ¿cómo referirse a la última generación de herederos de esa élite política, cuya principal característica es el gusto por la ostentación y el despilfarro?
Quizá no sea nada nuevo, pero si algo lo hace ahora relevante es que las redes sociales han servido para conocer y difundir la vida de lujo que los hijos de funcionarios y políticos llevan. Por los cargos que ocupan sus padres, la indignación que esos casos han generado es doble, ya que no sólo exhiben una ostentosa forma de vida en un país de millones de pobres sino que generan cuestionamientos sobre el destino que se le da al dinero público que, a través de los sueldos y prebendas de los familiares políticos, estaría pagando esos derroches.
La exhibición como signo distintivo de esta generación es resultado de la preponderancia de una lógica de mercado y de una aceptación social de la diferencia, pero al mismo tiempo es una representación de la decadencia de la clase política actual, consideran especialistas.
Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).– A sólo unas semanas de que el tráiler del video de generación de los alumnos del Instituto Cumbres –que mostraba a un grupo de jóvenes ostentando un estilo de vida lujoso– desató una polémica, cuando otro video generó una indignación similar en días pasados.
Esta vez se trataba de las hijas del Presidente Enrique Peña Nieto y de su esposa Angélica Rivera Hurtado, quienes fueron captadas mientras realizaban compras en tiendas de lujo en Beverly Hills, California. Si las imágenes de integrantes de la familia presidencial de compras en el extranjero en un contexto de anunciados recortes presupuestales no habían causado suficiente molestia, pronto lo hicieron detalles como que una de las hijas de Rivera Hurtado, Sofía Castro Rivera, se había probado vestidos de fiesta que costaban entre 9 mil y 20 mil dólares, o que la bolsa que usaba ese día de compras costaría 2 mil 50 euros –más de 33 mil pesos–.
Pocos días antes de conocerse ese video, un funcionario del gabinete ampliado del gobierno federal también fue exhibido por hacer uso de recursos públicos para su beneficio. Se trata del ahora ex director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld Federman, quien usó un helicóptero de esa dependencia para trasladarse junto con su familia al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) al iniciar las vacaciones de Semana Santa. Un vecino captó las fotos del momento en que el funcionario y su familia caminaban de una lujosa camioneta al sitio donde los recogió el helicóptero, y aunque Korenfeld Federman intentó justificar el hecho sugiriendo que había sido por un problema ortopédico, la presión mediática que exhibió incoherencias en sus dichos terminó por llevarlo a presentar su renuncia al cargo el pasado 9 de abril.
El de Korenfeld Federman ha sido un caso excepcional en la administración actual, pues han existido otros casos –incluido uno que toca al propio Presidente– que no han merecido sanciones iguales, ni siquiera una investigación. Apenas el pasado domingo 12, la revista Proceso publicó una investigación sobre dos propiedades en las que ha habitado la familia del titular de la Secretaría de Gobernación (Segob), Miguel Ángel Osorio Chong, proporcionadas por un contratista durante su gubernatura en Hidalgo y que ahora lo es también del gobierno federal. Similares casos fueron revelados el año pasado y a inicios de éste respecto a propiedades de la familia de Peña Nieto y del encargado de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Luis Videgaray Caso, sin que hasta la fecha el Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade Martínez, haya informado sobre las investigaciones que sigue al respecto.
En este tenor, ¿es posible hablar de puntos en común entre los polémicos videos de los estudiantes del Cumbres y de las hijas de Peña Nieto y su esposa y los escándalos por la exhibición de funcionarios?
Quizá uno de ellos sería el gusto por la suntuosidad, que ha sido de algún modo lo que ha sacado a la luz esos casos y que los ha hecho tan polémicos. Basta recordar, por ejemplo, que la investigación de la llamada “casa blanca” de la familia presidencial surgió a partir de un reportaje de la revista ¡Hola! en la que la esposa del Presidente presumió su casa en Lomas de Chapultepec, valuada en 86 millones de pesos.
O que el video de los estudiantes del Instituto Cumbres fue dado a conocer primero por el suplemento «Red Carpet», del diario Reforma, que publicó un fotorreportaje sobre la grabación, en el que los jóvenes hablaban sin reparo de la costosa producción, que incluyó modelos internacionales, una cámara valuada en casi 50 mil dólares y la renta de un cachorro de jaguar.
Pero un segundo punto de encuentro podría ser la continuidad que esos hechos representan entre la clase política actual y quienes serán sus herederos.
La politóloga y académica de la Universidad Iberoamericana Ivonne Acuña Murillo lo cree así. Se trata de una clase política en decadencia, considera, “que está perdiendo las formas; que está perdiendo, si alguna vez lo tuvo, el decoro”. La forma de comportarse de la última generación de esa élite, dice, es un indicador de esa decadencia.
“Nos están mostrando que se ha perdido el recato, porque ya no les interesa guardar las formas, ya no les interesa cuidar la reputación, porque están haciendo ese derroche de recursos a la vista de todos”, expone.
Hablar de los privilegios de la élite del poder político y económico no es cosa nueva, como tampoco lo es la relación entre estos poderes. Tampoco es nuevo otro tema que trae aparejado la existencia de estas élites, que es la desigualdad social en México.
Patricio Solís Gutiérrez, profesor e investigador del Colegio de México (Colmex) y especialista en desigualdad social y estratificación, dice que una de las claves para comprender la persistencia de la desigualdad es la pervivencia de una élite que mantiene privilegios en función de una confluencia de intereses políticos y económicos, y que a través de esos poderes busca perpetuarse. Las instituciones, plantea, han operado para que se reproduzcan las desigualdades sociales y se mantenga esa élite.
Si el vínculo entre el poder político y el económico es cada vez más evidente es gracias a que sus protagonistas no tratan ya de ocultarlo, señala Antonio Salgado Borge, maestro en Estudios Humanísticos con especialidad en Ética.
Por el contrario, pareciera que la tendencia es a hacerlo tan evidente como sea posible.
Solís Gutiérrez lo atribuye a un cambio discursivo, a una idea que ha resurgido conforme a la cual las diferencias y los privilegios de clase no son vistos negativa ni neutralmente, sino que se exaltan. En esta lógica, la desigualdad económica se concibe como algo aceptable y la ostentación como algo posible.
“Ha resurgido esta noción entre las élites de que ostentar no está mal, sino que forma parte de los privilegios socialmente aceptados y no tenemos por qué ocultarlos”, explica.
OSTENTACIÓN Y ESCÁNDALOS
El periodista Ricardo Raphael de la Madrid publicó recientemente el libro Mirreynato: la nueva desigualdad, en el que habla precisamente de esta transformación de la élite mexicana y particularmente de una especie que se ha formado en su seno: la de los llamados mirreyes, en alusión a la expresión de “mi rey” con la que los jóvenes descritos en esta categoría se llaman entre ellos.
Raphael de la Madrid escribe que “muchos de los privilegios de antes lograron transitar a la nueva época y se han visto robustecidos: hoy las élites son más presuntuosas que antes; la impunidad presente a lo largo de la historia mexicana es más visible, lo mismo que la corrupción”.
En ese contexto, los hijos de la élite mexicana se han caracterizado por su excentricidad y el surgimiento de los mirreyes como una nueva tribu “comenzó a ser síntoma vergonzoso de la ostentación mexicana dentro y fuera del territorio nacional”.
La exhibición no siempre ha tenido desenlaces alegres, como mostraron dos caso que el periodista retoma en su obra. Uno de ellos es el de Jorge Alberto López Amores, hijo del Procurador de Justicia de Chiapas, quien se lanzó al mar desde un crucero durante la Copa Mundial de Futbol de Brasil 2014. Jorge Alberto estaba ebrio y antes de lanzarse había pedido que lo grabaran, ufanándose de que haría historia y detendría el curso de la embarcación. En efecto, el crucero fue detenido y las labores de rescate duraron tres días, pero el cuerpo del muchacho nunca fue recuperado y su fama no trascendió más que el escándalo inmediato por lo absurdo de su acción.
El otro caso es el de Miguel Lozano Ramos, hijo de Miguel Lozano Munguía, ex Presidente municipal de Pesquería, Nuevo León y ex líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en ese estado. Lozano Ramos cayó del sexto piso de una torre en Londres, cuando estaba teniendo relaciones sexuales en el balcón. El chico recién había llegado a la capital inglesa a tomar un curso de inglés.
En los últimos años han abundado las historias de jóvenes hijos de políticos que gustan de ostentar sus vidas de privilegio. Las más recordadas son las que los medios de comunicación han expuesto ante la opinión pública y que han provocado, sin excepción, una reprobación generalizada.
¿Quién no se acuerda, por ejemplo, de la hija del líder del sindicato petrolero y actual Senador Carlos Romero Deschamps, Paulina, quien en su cuenta de Facebook presumía sus viajes por el mundo en aviones privados y acompañada por sus perros “Keiko”, “Boli” y “Morgancita”, o lujos como bolsos de mano que costaban más de 40 mil pesos, botellas de vino de 10 mil pesos, paseos en yates y comidas en exclusivos restaurantes? ¿O de su hijo José Carlos Romero Durán, quien mantiene una vida de lujo en Miami Beach y que recibió como regalo de su padre un automóvil Enzo Ferrari, de 2 millones de dólares?
Otro caso muy sonado fue el de Andrea Benítez González, la hija del titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), el priista Humberto Benítez Treviño, quien en abril de 2013 mandó a clausurar un restaurante en la colonia Roma del Distrito Federal porque la hicieron esperar para proporcionarle una mesa, tras haber llegado al sitio sin reservación cuando éste estaba lleno. El caso tuvo un costo para su padre, pues perdió el trabajo.
En julio de 2012, Luis Armando Reynoso López, hijo del ex Gobernador de Aguascalientes Luis Armando Reynoso Femat, mostró en un video subido a YouTube su fiesta de cumpleaños por sus 26 años. A la fiesta, realizada en un rancho familiar, acudieron 300 invitados, y en ella hubo desde un DJ que era menor de edad hasta champaña, fuegos artificiales, malabaristas y un auto Minicooper de colección que fue hundido en una alberca. El joven Luis Armando ya había sido señalado por haber organizado una fiesta en un departamento en Dubai, al parecer propiedad de su familia.
La hija del ex Gobernador Reynoso Femat, Graciela, gustaba de presumir en redes sociales su vida de lujos, fiestas en yates, bolsas de marca, y viajes, particularmente a Dubai.
Gerardo Ruiz Dosal, hijo del Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, ha mostrado sus vuelos en jet privado, sus viajes por el mundo, fiestas en Las Vegas, relojes caros, un auto Ferrari y departamentos en Madrid y Houston.
El hijo del Gobernador de Sinaloa Mario López Valdez, Mario López Carlón, es otro que gusta de presumir sus viajes al extranjero, a destinos como Nueva York, Las Vegas, Milán, París, La Habana, Bahamas o Saint Thomas, a través de sus cuentas de Instagram y Facebook. Cuando está en Sinaloa, exhibe sus fotos descansando en casas de playa, en embarcaciones o jugando golf.
Claudia Walton Álvarez, hija del Alcalde de Acapulco, Guerrero, Luis Walton, se fue de paseo a Argentina, Brasil y Chile justo cuando el municipio atravesaba una crisis de inseguridad que impactó en el turismo local.
Sofía Castro Rivera, la primogénita de la esposa del Presidente Peña Nieto, mostró su falta de sensibilidad similar el 11 de noviembre de 2014, apenas dos días después de que la Procuraduría General de la República (PGR) informó a los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa –desaparecidos forzadamente desde el 26 de septiembre pasado– sobre la posible muerte de sus hijos.
Ese día, la hija de Angélica Rivera recibió un premio por su trayectoria artística y al ser cuestionada por la prensa sobre el caso de los normalistas –muchos de ellos de su misma edad– dijo que no era momento para hablar de eso, sino para “disfrutar” de su premio.
Días después, durante su asistencia a los premios Latin Grammy en Las Vegas evadió a la prensa y a personas que la cuestionaron sobre Ayotzinapa y la “casa blanca”. En el programa «Suelta la sopa!» de la cadena Telemundo, que mostró el video en la que una mujer increpa a la joven y ésta sólo sonríe, una de los presentadores se refirió a lo poco prudente que había sido el viaje de Castro a Las Vegas en un momento en que la gente estaba muy enojada y dolida por lo que estaba ocurriendo en el país.
Días antes, la hijastra del Presidente ya había sido criticada por organizar su fiesta de cumpleaños en la residencia oficial de Los Pinos mientras el país se mantenía en vilo por la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero.
Apenas este martes fue difundido un video en la plataforma YouTube en el que se exhiben los viajes turísticos alrededor del mundo que han realizado Sofía y Cristina Madero, las dos hijas de Gustavo Madero Muñoz, actual Presidente del Partido Acción Nacional (PAN). En el video se enlistan 13 viajes realizados entre 2011 y 2014, a destinos como Australia, Ghana, Camboya, Tailandia, Canadá y las ciudades de San Francisco, Nueva York, Los Ángeles y Houston.
El video finaliza con un cálculo de cuánto se han gastado las hijas del líder panista en estos viajes, considerando tan sólo aviones y hospedaje: 6 millones 897 mil 500 pesos. “Estos son los viajes exóticos a los que dedican su vida estas niñas y donde el derroche de dinero no para, así como lo presumen en sus redes sociales”, dice una voz en off.
DE CACHORROS A MIRREYES
En 1946, el sindicalista Vicente Lombardo Toledano acuñó la expresión “cachorros de la Revolución” para referirse a los herederos de la hegemonía política, entonces representada por el presidente Miguel Alemán Valdés
En su libro Los juniors del poder, el periodista Francisco Cruz Jiménez plantea que desde la Presidencia de Alemán Valdés (1946-1952) “los mecanismos impuestos por el alemanismo sedujeron para siempre a las castas divinas, liderazgos y clanes familiares del partido en el poder” y derivaron en dos clases sociales dominantes: la aristocrática, “depredadora y camuflada en una partidocracia, cuyo lema parece ser la acumulación” y otra, de menor tamaño, financiero-empresarial.
Escribe Cruz Jiménez: “Políticos y funcionarios de todos los partidos encontraron en Alemán el justificante para formar sus clanes, facciones o grupos y liderazgos e impulsar las carreras de sus hijos, primos, sobrinos y hasta esposas en puestos de elección popular y en el gobierno. Y lo hicieron a través de cargos de baja o moderada responsabilidad, pero de alto impacto […]. En otras palabras, Alemán dio pie para que se forjara una camada de cachorros, primogénitos o juniors que se habían preparado para participar en el poder bajo su protección y la de su partido”.
De acuerdo con Cruz Jiménez, al terminar el sexenio alemanista, “la vida social de los juniors era de una ostentación ofensiva, expuesta en revistas del jet set, al estilo de ¡Hola!, Quién, Actual o TvNotas”, mas se detuvo, según historiadores, hasta la década de 1970 con Luis Echeverría Álvarez.
Sería con Carlos Salinas de Gortari que esa época “trivial y de ‘gloriosa’ vanidad” regresó con más furia, a decir del autor, “y lo cachorros retomarían, para bien o para mal, su lugar en la sociedad mexicana”.
El periodista plantea que los juniors son los herederos de los “cachorros de la Revolución”, en cuyo grupo contempla a personajes como Emilio Lozoya Austin, director general de Petróleos Mexicanos; Claudia Ruiz Salinas, Secretaria de Turismo; Manuel Velasco Coello, Gobernador de Chiapas; Jorge Emilio González Martínez, el llamado “Niño Verde”, ex presidente del Partido Verde Ecologista de México; y Alfredo del Mazo Maza, ex presidente municipal de Huixquilucan, Estado de México.
También cuenta a Sylvana Beltrones Sánchez, hija del coordinador de los Diputados priistas, Manlio Fabio Beltrones y directora de Gestión Estratégica en el Fondo Nacional de Fomento al Turismo; Pablo Gamboa Miner, hijo del Senador priista Emilio Gamboa Patrón y titular de la Coordinación Metropolitana de Yucatán, que maneja millonarios proyectos en el estado, y Francisco Labastida Gómez de la Torre, hijo del ex candidato presidencial priista Francisco Labastida Ochoa y actual coordinador general de Proyectos Estratégicos del gobierno de Sinaloa.
Además a Juan Ernesto Millán Pietsch, Secretario de Desarrollo Social y Humano de Sinaloa e hijo del ex Gobernador Juan Millán; Roberto Armando Albores Gleason, Senador del PRI por Chiapas y y presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en ese estado; René Ricardo Fujiwara Montelongo, nieto de la ex lideresa del sindicato magisterial Elba Esther Gordillo y actual Diputado federal por el Partido Nueva Alianza; la panista Mariana Gómez del Campo Gurza; y Alejandro Israel Murat Hinojosa, hijo del ex Gobernador de Oaxaca José Murat y director general del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores.
Sin embargo, de acuerdo con lo planteado por Raphael de la Madrid, entre los llamados mirreyes estaría la última generación de los herederos del poder, a quienes caracteriza, sobre todo, su gusto por la ostentación y el despilfarro.
Solís Gutiérrez plantea a manera de hipótesis que esta fascinación por la exhibición es resultado de un cambio en la exaltación de los valores, que ha colocado la lógica de mercado por encima de otras ideologías. Bajo esta óptica, se valora a las personas por lo que tienen, se privilegia al que tiene más, lo que genera que se busque a toda costa exhibir lo que se tiene. El doctor en sociología plantea que en la sociedad actual no es suficiente con tener poder económico, sino que hay que mostrarlo. “La exhibición se ha desbordado, es una necesidad: Hay que mostrarlo”.
Acuña Murillo pone a consideración otro elemento para entender el comportamiento de los herederos de la élite política: se trata de la generación a la que no le costó ningún esfuerzo construir lo que tiene.
“Están disfrutando algo que no les costó y no lo valoran suficiente y no tienen ese cuidado de estar protegiendo a su familiar [político] y no estado evidenciándose en las redes [sociales]”.
Además saben que no están obligados a rendirle cuentas a nadie.
Raphael de la Madrid recuerda en su libro que la protección para las élites no es nueva, sino que desde la época colonial han gozado de amplios fueros para protegerse de las consecuencias de sus actos.
“Los privilegios de los que algunos ‘mirreyes’ gozan en el presente son en buena medida parte de una herencia que viene de muy atrás […]. Desde esta tradición patrimonialista el puesto público es concebido como un espacio privado: es un atributo del patrimonio económico de quien pagó por su asiento y por tanto se espera que éste rinda una ganancia”.
OSTENTACIÓN QUE INDIGNA
Si una cosa positiva ha traído la exhibición del modo de vida de la élite política es que ha permitido a los ciudadanos conocerla, pues de alguna manera había permanecido oculta, apunta Salgado Borge.
En ese aspecto, las redes sociales electrónicas han jugado un papel fundamental, pues han permitido la viralización de la información sobre el ostentoso estilo de vida de los hijos de los políticos.
Si es posible hablar de una continuidad entre la élite política actual y sus herederos, la falta de límites en el actuar de los vástagos podría no ser sólo un punto final, sino también de partida para cuestionar también a los precursores de esos excesos.
Acuña Murillo lo propone en dos dimensiones: una, el ejemplo que ponen los padres cuando también ellos fomentan esas conductas en sus hijos, como en el caso del ex Gobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo, quien fue exhibido en un audio en el que presumía la posesión de más de 400 pares de zapatos, entre otros lujos.
La otra dimensión se refiere al origen de las fortunas con las que los padres solventan los lujos de sus hijos.
En el caso de Romero Deschamps, el representante de los trabajadores petroleros también ha sido señalado por su vida ostentosa que incluye el uso de un reloj de 18 kilates de oro y por el desvío de 500 millones de pesos del sindicato petrolero a la campaña presidencial del PRI en el año 2000.
Mientras que el ex gobernador Reynoso Femat es acusado de peculado y lavado de dinero.
El hijo de Granier Melo, Fabián Granier Calles fue señalado por supuestamente haber adquirido un hotel en Cancún, Quintana Roo, por más de 50 millones de dólares. Mientras que a Mario Marín García, hijo del ex gobernador de Puebla Mario Marín, la prensa lo exhibió en marzo de 2012, cuando reveló que aparecía como propietario de residencias y chalets en Europa.
La politóloga plantea que la clase política en México está atravesando una crisis de credibilidad y confianza que se agudiza con estas muestras de insensibilidad y de impunidad de la élite política.
Solís Gutiérrez se pregunta por qué indigna esta ostentación y considera que es porque reconocemos que es una ostentación de la riqueza que no es forjada por el esfuerzo personal, sino por las redes de contactos, palancas, privilegios que heredaron justo por su condición social.
A ello se le suma el problema de que los herederos de esa élite están formándose aislados de la realidad del país. “Son también generaciones que están creciendo con una enorme insensibilidad respecto de las necesidades del pueblo al que sus familiares políticos supuestamente están sirviendo”, afirma.