París, 10 Ene. (Notimex).- Fotografías del francés Henri Cartier-Bresson (1908–2004) y el estadounidense Paul Strand (1917) sobre el México en plena ebullición de los años 30, serán exhibidas a partir de mañana y hasta el 22 de abril en esta ciudad.
Se trata de un centenar de imágenes tomadas por ambos artistas de la lente entre 1932 y 1934 y recolectadas por la Fundación Henri Cartier-Bresson, de la capital francesa, con la curaduría de Agnés Sire, directora de dicho organismo.
Se acuerdo con Sire, los dos pusieron su arte al servicio de ese objetivo, de plasmar la realidad social de un país en plena convulsión, a través de sus diferentes métodos, de la reflexión de la fotografía por parte de Strand y de la inmediatez del disparo fotográfico de Cartier-Bresson.
Las fotografías de Cartier-Bresson están teñidas por el surrealismo, una vanguardia que tardaría en cuajar todavía unos años pero de la que el francés fue precursor. «México invitaba a esa mirada surrealista», señaló la curadora de la muestra.
Por su parte, Mauricio Maillé, director de asuntos visuales de la Fundación Televisa y colaborador de la muestra destacó que “es un encuentro de dos miradas cruzadas que sucede a inicios de la década de los 30 en un México postrevolucionario, dos fotógrafos con un ideario social y político muy intenso en un país al que acude una gran cantidad de intelectuales y artistas de muchos lugares del mundo».
Maillé destacó la importancia de que México acogiera a dos de los grandes de la fotografía del siglo XX en un mismo momento, una época en la que el país recibía a exiliados de diferentes países de Europa, lo que le permitió descubrir las vanguardias artísticas del Viejo Continente.
Strand fue invitado por el Ministerio de Educación mexicano para elaborar un documental y fue desde el primer instante consciente de la realidad nacional.
Cuando Cartier-Bresson era un joven veinteañero llegó para participar en una expedición etnográfica que nunca se hizo, pero quedó cautivado por México y, para quedarse, decidió dedicarse al cine, lo que le permitió entrar en contacto con Strand, aunque éste ya había regresado para entonces a Nueva York.
De acuerdo con Maillé, ambos fotógrafos no se conocieron personalmente, pero compartieron «la práctica social de la fotografía y un compromiso humanista».