Miami, 24 sep (dpa) – Hasta los aficionados de los Boston Red Sox se levantan la gorra en señal de respeto. Derek Jeter se despide mañana de Nueva York y el domingo del béisbol tras 20 años en los que destacó por sus números en el diamante y su carácter fuera, admirado incluso por los muchos que odian a los New York Yankees.
Jeter, de 40 años, es un ídolo y un mito en el Bronx, pero también en el resto de los Estados Unidos, un héroe perfecto al que nunca lo salpicó la mancha de los esteroides.
«Me han visto crecer los últimos 20 años. Yo también los he visto a ustedes. Algunos también se están haciendo mayores. Gracias por hacerme sentir como un niño los últimos 20 años», dijo Jeter el 7 de septiembre, día del homenaje oficial en el Yankee Stadium.
Habrá más mañana, su último encuentro en casa, para el que se espera lluvia, y el domingo, cuando ponga fin a su exitosa carrera en Boston. La derrota de hoy por 9-5 ante los Orioles de Baltimore confirmó que los Yankees no jugarán la postemporada.
Desde febrero, cuando anunció que la actual sería su última temporada, cada día es un homenaje, una oportunidad de decirle adiós.
«Es el mejor embajador que podía haber tenido durante mi etapa como comisionado», dijo el martes Bud Selig, que llegó en 1992 y se despide en enero, coincidiendo con la «era Jeter».
La presencia de su amigo Michael Jordan el 7 de septiembre constató que Jeter pertenece a las grandes leyendas del deporte de Estados Unidos.
Y se está despidiendo como tal. Las marcas que lo patrocinan aprovechan para demostrar que cuenta con el respeto de todos y que está tan identificado con Nueva York -nació en Nueva Jersey- como Frank Sinatra (http://dpaq.de/C91Vg).
Puede que haya habido mejores jugadores (pocos) que Jeter, pero ninguno ha combinado como él el talento y la admiración. «Nada mancilla su corona de benevolente rey del juego», aseguró «The New York Times» sobre el hombre que ya de niño soñaba con jugar en el equipo más laureado.
«Cuando era niño mi jugador favorito era Joe DiMaggio. Lo que él significó para mi generación es lo que Derek ha significado para la suya. Celebro verlo junto a los héroes de mi juventud como Babe Ruth, Lou Gehrig, Mickey Mantle y otros», dijo Selig al situar a Jeter en el Olimpo del béisbol.
Los números lo refrendan. Jeter es el sexto jugador con más hits en la historia del deporte y el que más con la camiseta de los Yankees. Es además el líder histórico de hits en postemporada (200), el cuarto con mejor porcentaje de bateo en Series Mundiales (.321), el que más carreras logró en postemporada (111), el jugador que más temporadas vistió de Yankee, el segundo en enlazar ocho campañas con al menos 200 hits.
Pero sobre todo destacan sus cinco títulos de las Series Mundiales, uno menos que los seis anillos de su amigo Jordan, quien se encarga de recordárselo.
Y si hay una jugada que lo defina, quizás sea «The Flip» en 2001, una muestra de inteligencia, talento y elegancia.
Por todo ello se apuesta por que dentro de cinco años, cuando sea elegible para entrar en el Salón de la Fama, lo haga con el mayor porcentaje de votación de la historia. Tom Seaver recibió en 1992 el 98,84 por ciento de los votos, un récord.
«Es tan venerado. Ha alcanzado un estatus de emblema a nivel nacional mayor que cualquier jugador de su época», dijo Brad Horn, portavoz del «Hall of Fame».
No puede decir lo mismo Alex Rodríguez, el que fuera su compañero y ahora sancionado por doping. Astros como Barry Bonds, rey de los «home-runs», Roger Clemens o Mark McGwire, todos ya retirados, aún no han entrado en el Salón, lastrados por las sospechas de que lograron sus números gracias a los esteroides en una etapa negra del béisbol de la que escapó Jeter.
Y ahí resuenan las palabras de Michael Jordan. «En esta época, antes de tomar una decisión poca gente se toma el tiempo de pensar: ‘¿Y si…?’. Y él lo ha hecho, siempre tomó la decisión correcta», lo elogió el mítico ex jugador de baloncesto.
La entrada en el Salón de la Fama, el cariño de los aficionados, incluido el de los rivales, no se gana sólo con el talento con el bate.
Jeter además encaja perfectamente en Nueva York y en Estados Unidos. De padre negro y madre blanca, es de todos. «Nadie sabe lo que soy, así que me entiendo con todos: negros, blancos e hispanos», dijo en 1996, poco después de debutar con un «home-run».
«Ha sido abrumador», dijo en los últimos días Jeter sobre la afectuosa despedida en todos los «ballparks» del país. «No me lo esperaba», agregó, tímido al hablar de sí mismo, con la excusa de que aún quedan partidos por jugar.
Mañana jueves será el último en el Yankee Stadium. El domingo, el último de verdad, en Boston, la casa del eterno rival, donde no se esperan más que aplausos.
«Detesto a los Yankees, pero aprecio y respeto a Jeter. Conmemorar su carrera con una portada de despedida es algo que seguro que el mundo Red Sox me puede perdonar», dijo Mark Ulriksen, fan de las Medias Rojas y autor de la portada de la revista «The New Yorker» dedicada a Jeter en la edición del 8 de septiembre.