Ciudad de México, 19 de julio (SinEmbargo).–A «Brody» se le vio arrastrándose por varios días en alguna playa de Acapulco, Guerrero. Sus extremidades sufrieron una lesión que le impedía moverse. Era discapacitado.
Una pareja de recién casados que disfrutaba sus días en la arena vio al pequeño desvalido y decidió llevarlo consigo hasta el Distrito Federal, donde en un laboratorio de Xochimilco, le colocaron una silla de ruedas. Su calidad de vida mejoró y sus días se prolongaron.
“Brody” se sumó a la lista de los dos mil 800 canes que Javier Herrera, médico veterinario, ha ayudado a caminar de nuevo.
«Todo comenzó con el reto de fabricar una silla de ruedas que ayudara a las mascotas a evitar la eutanasia”, explicó el dueño de Car-Can, una empresa que se dedica a la construcción de carros y sillas de ruedas para perros, gatos y hasta conejos que tienen dificultad para desplazarse.
“Me trajeron al cachorro de Guerrero, lo revisé y después le diseñamos su silla para que dejara de arrastrarse. La pareja se fue muy feliz”, expresó el hombre que ha dedicado su carrera al cuidado de las mascotas.
Herrera detalló que en ocasiones los veterinarios sugieren a las personas “dormir” a sus perros cuando presentan daños en sus patas. Sin embargo, dijo que un gran porcentaje de esos casos puede solucionarse con un dispositivo como con los que él ha fabricado por más de diez años.
El zootecnista explicó que a Car -Can llegan perros que cayeron de una azotea, sufren de displasia de cadera; tiene problemas genéticos que les impiden moverse, fueron atropellados o agredidos por otro can o una persona.
“Casi todo ese tipo de problemas tienen solución, sólo hace falta tener las ganas de ayudarlos”, dijo.
El veterinario comentó que una discapacidad en las patas puede deberse a una hernia discal (daño en la columna), que se presenta por la edad avanzada de los canes “o porque de pequeños los hacen saltar demasiado, sobre todo a los que les llaman ‘salchicha’, la gente cree que se ven simpáticos y les enseñan trucos sin saber que eso puede lastimarlos”, advirtió.
UNA LABOR ALTRUISTA
Car-Can es una de las pocas empresas en el Distrito Federal que se dedica a armar sillas de ruedas a bajos costos y a apoyar a los que más necesitan.
“Nosotros ayudamos a los dueños de mascotas, organizaciones sociales, albergues de perros y a voluntarios independientes”, dijo Javier Herrera.
Explicó que al taller- laboratorio llegan personas que adoptan perros que se encuentran en malas condiciones “pero como lo hacen de forma temporal y no pertenecen a ninguna asociación, se les brindan mayores facilidades”.
Detalló que él, junto con su familia y equipo de trabajo, también auxilian a perros callejeros, los rehabilitan y después les buscan un hogar, lo mismo sucede con los animales que los voluntarios independientes no pueden cuidar por más tiempo, “pero que les pagan gran parte del tratamiento”, comentó.
Javier dijo que a través de diversas campañas se logran recaudar los recursos económicos para armar las sillas de los perros que no tienen dueño “ todo lo hacemos con nuestros propios recursos o con las donaciones de la gente. Hacemos tazas, playeras con la imagen impresa de las mascotas, collares; todo sale de nosotros, y esas ganancias las destinamos a los carros de esos perritos».
Otra de las formas en que socorren a los animales es a través de las organizaciones civiles, como Milagros Caninos o el Centro San Cristóbal, asociaciones que albergan al menos a 300 perros y que canalizan a los dueños adoptivos con Javier Herrera por si un can necesita una silla.
Además, la empresa cuenta con un programa de “apadrinamiento” , donde se conecta a voluntarios con las personas desean donar “todo es muy transparente, nosotros somos el contacto entre las personas que deciden ayudar. Es una red muy bonita, todos apoyan: cuidadores, donantes, voluntarios y especialistas. Incluso tenemos donadores que están en Colima”, agregó.
“Donadores pueden constatar que la ayuda sí llega porque el trato es directo con el cuidador del perro quien envía las fotos del perro rehabilitado”.
Explicó que todo se hace a través de las redes sociales como Facebook o Twitter, donde se suben las imágenes de los cachorros que requieren una familia “hemos tenido muy buena aceptación y a la gente le gusta ayudar”, expresó.
LAS SILLAS Y CARRITOS
“Desde hace doce años iniciamos con el proyecto, sin embargo, no teníamos ni idea de cómo iba a funcionar, y pues surgió de la idea de optar por una opción que mejorar la calidad de vida de los perros y les ayudara a prolongarla por más tiempo”.
Javier Herrera explicó que en un principio acudió a las bibliotecas de varias universidades para encontrar la forma de poder armar los carros, pero “en ningún libro encontré cómo hacerlos, hasta que un día en una página de Internet encontré uno y me puse a experimentar”.
Herrera junto con su familia se han ido especializando a lo largo de los años. “Es un trabajo de mucha labor, es como si se hiciera un traje para cada perro”, pues detalló que cada animal tiene necesidades diferentes, por lo que los dispositivos los trabaja de acuerdo a demandas específicas de la salud de la mascota.
“Se evalúa al perro con una consulta, y vemos qué es lo que necesita, pues no podemos fabricarles sillas tan fácilmente porque podrían salir perjudicados y más allá de ayudarlos les haríamos un mal”, mencionó.
Explicó que dentro del grupo de hay especialistas para cada área quienes brindan a cada paciente una atención integral, pues desde que llegan son sometidos a un consulta de evaluación, y si lo requieren, a terapias de diversos tipos como masajes o hidroterapias: “Se trata de todo un tratamiento donde se brinda atención muy personalizada durante todo el proceso de rehabilitación».
Herrera detalló que una silla de dos ruedas para un perro pequeño, en el extranjero o en tiendas reconocidas, puede llegar a tener un precio de entre 3 mil o 5 mil pesos, mientras que en Car -Can pueden hallarse en 800 pesos.
“Depende del tamaño del perro, si es uno grande como de raza pastor alemán o labrador, ya requiere de una silla más grande, esas tienen un costo en Car-Can entre mil y mil 500 pesos”, pero agregó que si el perro es mucho más grande, como un gran danés, ya requieren de un carrito de cuatro llantas, y esas oscilan entre los 2 mil o 3 mil pesos, mientras que en otros lados pueden costar entre 10 mil ó 12 mil pesos.
“Lo que nosotros hacemos es una labor artesanal”, contó Herrera quien precisó que las sillas están patentadas bajo su nombre como un modelo de utilidad y no como un objeto de invención.
“Prácticamente las estamos dando al costo, se trata de ayudar, de crear gente más consciente contra el maltrato animal. Estamos muy felices porque no son la casi tres mil sillas que estamos por llegar a cumplir, sino porque han sido casi tres mil perros a los que les cambió la vida”, dijo el hombre que a través de su página de Internet ha recibido comentarios de agradecimiento y admiración por su labor.