Ciudad de México, 4 de enero (SinEmbargo).- A Rafa Nadal se le pudo ver entrenándose recién el primer día del año en una foto que subió a una de sus cuentas de redes sociales. Ambicioso e incapaz de moderar su ritmo, se vislumbra como el gran favorito para alzarse con el primer Grand Slam del año a poco más de una semana de que inicie la fiesta tenística en Australia. El mallorquí entiende perfecto lo que provocó con la hazaña que realizó el año pasado con uno de los mejores regresos que se ha visto en cualquier disciplina deportiva durante los últimos años. Parado siete meses por constantes dolores en sus rodillas, arrancó viendo la cima más como un sueño imposible que un camino viable que tomar.
Fue en septiembre cuando todo el esfuerzo se resumió en un solo partido que significó un parte aguas en la lucha entre dos colosos de la ATP. La final del pasado US Open tuvo a Djokovic y Nadal en la cancha del Arthur Ashe donde todo se resumió en gallardía y talento. El balear pudo más que el espíritu inquebrantable del originario de los Balcanes. Nole se sentó tras perder el partido, dolido por la derrota, pero sobre todo porque sabía que el lugar que ostentaba lo perdería al final del año, independientemente de toda la resistencia que pudiese ofrecer. Enfrente estaba un huracán que era imposible de parar. Después llegó la temporada en Oriente, tan pasada de largo por la mayoría, pero que había logrado obtener una relevancia única.
Fue en Tokio donde Nadal consagró lo que todos venían vislumbrando. El puesto uno del ranking volvía a tener su apellido, mientras el mundo deportivo no paraba de aplaudir. Entonces llegó el torneo de Maestros, donde Nole no pudo resistirse a la posibilidad de mandar un mensaje conciso sobre lo que sería este 2014. El triunfo del serbio dejó claro que la nueva temporada sería un capítulo anexo de la disputa sana que se vivió en la parte final del 2013. En los albores del año, la primera gran prueba está a la vuelta de la esquina. Mientras, los principales exponentes se acercan a suelo australiano, disputando su mejor tenis en los torneos de menor trascendencia.
En Doha, ante los ojos del legendario Raúl que disputa sus últimos días como profesional en Catar, Rafa Nadal superó el embate inicial que el alemán Peter Gojowczyk le puso sobre la cancha. El 162 del mundo olvidó las distancias matemáticas entre ellos y piso acelerador. El mallorquín, con toda la experiencia, supo que su rival se ahogaría en el impulso, y así fue. Remontando el primer set perdido, con parciales de 4-6,6-2 y 6-3, Rafa consiguió su victoria 662 en el Tour, para instalarse en la final del campeonato de Medio Oriente donde enfrentará al francés Gael Monfis. En la primera semana del año, el balear ha llegado a su hábitat natural.
«Lo positivo es que estoy en la final de la primera semana de la temporada sin llegar aquí con una gran preparación», declaró Nadal antes de apuntar que «sin jugar lo mejor de mí, fui capaz de encontrar una solución. Es cierto que terminé el partido jugando mejor que lo que he empezado. Eso siempre es algo positivo, porque significa que estaba preparado mentalmente para encontrar soluciones», finalizó. Luego de una temporada donde consiguió llegar a 14 finales, el mejor del planeta se apunta para competir en el Abierto de Australia, con la misma mentalidad de siempre.
Regados por terrenos cercanos, los principales favoritos para el primer Grande del año, llegaran a territorio oceánico para hacerle frente a un baluarte del deporte mundial. Rafa sabe la resistencia que enfrentará a partir del 13 de enero, cuando se abra pista para los grandes duelos en los días calurosos australianos. Novak Djokovic llega como tricampeoón del torneo. Nadal no sabe lo que es coronarse desde 2009. El tenis, tan versátil como siempre, encuentra rápido nuevos retos que apuntarse de la mano de una leyenda viva desde suelo español. Rafa Nadal jugará por ganar Doha con la vista en Melbourne, adelantándose a los tiempos, como lo ha hecho siempre.