Ciudad de México, 5 de enero (SinEmbargo).– Después de que la izquierda mexicana se colocó de nuevo como segunda fuerza política en el plano electoral en 2012 con la figura del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, este año sobrevino la crisis y no sólo sufrió una de sus fracturas más importantes, sino que también perdió su principal batalla: la de mantener al petróleo como patrimonio de los mexicanos.
López Obrador, el líder que en toda su carrera ha reunido más de 30 millones de votos, rompió con el Partido de la Revolución y Democrática (PRD) para dedicarse de lleno a la conformación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en un partido político.
Tanto el PRD como Morena arrancaron en enero la afiliación de los militantes de izquierda, pero ninguno logró la meta que se planteó de superar el millón y medio de afiliados en un año.
De acuerdo con Marcelo Ebrard Casaubón, ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal, la campaña perredista fue un fracaso y estuvo viciada desde un principio.
En cuanto a Morena, a pesar de que el movimiento logró movilizar a miles de simpatizantes de López Obrador en toda la república, no completó ni siquiera el medio millón de afiliados.
Por si fuera poco, al interior del partido más importante de izquierda, el PRD, se acentuó la división entre sus corrientes internas debido a la firma del Pacto por México, impulsado por el gobierno federal y que incluyó a todas las fuerzas políticas.
Con la iniciativa del dirigente Nacional, Jesús Zambrano Grijalva, de firmar por su cuenta el Pacto, el partido se dividió en dos durante casi todo el año y se enfrascó en sus diferencias internas.
Alejandro Sánchez Camacho, secretario General del PRD, miembro de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN), que lidera René Bejarano Martínez, mantuvo en su discurso a lo largo de 2013 que había dos posiciones totalmente encontradas en torno al Pacto: los que lo consideraban una aberración y los que creían que a través de sentarse en la mesa de la negociación con el Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), podían colocar dentro de las reformas estructurales, la agenda de izquierda.
Marcelo Ebrard por su parte, acusó a Zambrano y Jesús Ortega de convertir al PRD en un partido “satélite” del gobierno priista y auguró el final de la fuerza política si continuaba con la misma línea.
Los perredistas ni siquiera se pusieron de acuerdo en su política de alianzas y durante el proceso electoral rumbo a las elecciones de julio en 14 estados, no solo compitieron en campaña contra el PRI, su principal objetivo según su estrategia electoral, sino también entre ellos.
El resultado fue que el partido volvió a sus raíces, pero no en términos ideológicos, sino en penetración electoral, pues cayó a niveles inferiores a 15% del total de las votaciones, número similar al de hace 25 años, dijo Armando Contreras Luna, secretario de Alianzas de la fuerza política.
“No rebasamos el porcentaje de 15%, no llegamos. Cuando pasaron las elecciones se le bajó el tema, más o menos cada quien alcanzó su objetivo, pero en realidad no alcanzamos el objetivo general que era superar este porcentaje a pesar de las alianzas, tuvimos un porcentaje muy similar a cuando nació el partido y cuando íbamos solos”, dijo.
El político detalló que la meta mínima de votos que el PRD planteó para julio fue de 18%, luego que en 2010 el partido alcanzó 24% de las preferencias electorales.
Pero a pesar de que el Sol Azteca participó en coalición con el Partido Acción Nacional (PAN) en al menos cinco estados, las sumas y las restas no beneficiaron a los perredistas.
“No fracasó la política de alianzas, hubo malas negociaciones. Se le dejaron al PAN algunas candidaturas que eran importantes para nosotros, eso generó que cuando separas los porcentajes de cada partido nos toque un porcentaje menor a nosotros”, detalló.
El PRD decidió ir con el PAN este año, después de los resultados que obtuvo en 2010 cuando aplicó su estrategia de “amplias alianzas” en 10 estados durante las elecciones de ese año.
En los estados donde contendió sin aliarse con ninguna otra fuerza política, cayó en las preferencias electorales, mientras que en Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Durango, Hidalgo, Quintana Roo y Chiapas, la alianza le permitió un repunte respecto a los comicios de 2007.
El mejor ejemplo fue Oaxaca donde la alianza PRD-PAN-Convergencia Ciudadana obtuvo la gubernatura con 45.02% de los votos, más de 15% de las preferencias que se tuvieron en las elecciones de 2007. En Puebla y Sinaloa se obtuvo un crecimiento de casi 5% y de 2.9% respectivamente.
Después del descalabro electoral y en la antesala del Congreso Nacional del partido, celebrado en noviembre, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, líder moral del partido llamó a los perredistas a unirse y a dejar atrás el sistema de corrientes y de cuotas que priva internamente.
Sin embargo en el Congreso Nacional, lejos de que las corrientes predominantes perdieran fuerza, se acentuaron y relegaron a las expresiones más pequeñas.
MANCERA: MÁS A LA DERECHA
El año que terminó tampoco fue exitoso para afianzar liderazgos importantes y la izquierda está a punto de perder, al menos en la práctica, su bastión más importante: el Distrito Federal.
Desde la llegada de Cárdenas Solórzano a la Jefatura de Gobierno del DF en 1997, la Ciudad de México ha estado en manos del PRD, pero con el arribo de Miguel Ángel Mancera, la balanza empezó a tambalearse a favor de la derecha.
Mancera llegó el 5 de diciembre a su primer año al frente de la Jefatura del GDF muy lejos de la izquierda que lo postuló, cercano a la centro-derecha y con resultados “grises” en su gestión sobre temas fundamentales para la ciudad, dijeron especialistas consultados por SinEmbargo.
A Mancera no sólo se le “salió de las manos” el asunto de los 12 desaparecidos del bar Heaven el 26 de mayo de este año y la violencia en las marchas que fue incapaz de contener, sino que su afinidad política se alejó poco a poco de los liderazgos de izquierda que lo apoyaron, como Andrés Manuel López Obrador, líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y el ex mandatario, Marcelo Ebrard Casaubón.
“Mancera viene del equipo jurídico de López Obrador, desde la academia, pero se ha cargado demasiado a la derecha de manera inexplicable. Lejos de asumir un papel de un gobernante líder opositor al gobierno de Peña Nieto, parece que está más cerca del Presidente”, dijo Héctor Quintanar, especialista facultad ciencias políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Para Quintanar el Jefe de Gobierno ni siquiera muestra con claridad cuál es su apuesta: lo postuló la izquierda, no está afiliado a ningún partido político, pero tampoco comulga abiertamente con el Partido Acción Nacional (PAN), ni con el Revolucionario Institucional (PRI).
“En la política se deben de definir la afinidad política de forma clara. Los arranques de gobierno también son muy importantes y el de Mancera es opaco, gris, podría enderezar el camino, le quedan cinco años, pero pareciera que como su primer año, será el resto. Ojalá que rectifique, porque pese a los vicios del partido que han gobernado durante los últimos años el Distrito Federal, la ciudad es un espacio de mayores libertades políticas que el resto”, dijo.
Luis Miguel Pérez Juárez, profesor Investigador de la Escuela de Graduados en Administración Pública y Política Pública del Tecnológico de Monterrey, opinó que Mancera desilusionó en los electores y a los liderazgos que lo apoyaron.
Muy lejos quedó aquella fotografía que se tomó sonriendo con López Obrador durante un juego de beisbol y muy cerca su deseo de que “el PRD rectifique y reconsidere el Pacto por México”, un acuerdo que el líder de Morena aborrece y llama el Pacto de la Traición.
Un Andrés Manuel que al parecer había elegido al político para sus filas y que todavía en agosto defendía en sus mítines durante su gira por las 16 delegaciones del DF, a pesar de las consignas y gritos de inconformidad de sus seguidores.
Mancera se volvió un costo político elevado para López Obrador y para la izquierda más radical que lo apoyó.
“La izquierda está desilusionada, les confirma que no comulgaba directamente con sus principios. Si se traslada la brújula política hay un acercamiento con la derecha y los apoyos de la izquierda hacia Mancera van a ir disminuyendo como el precio que tiene que pagar por su buena relación con el gobierno federal. Andrés Manuel lucha por el registro de Morena y se tiene que afianzar en posiciones de izquierda, Mancera lo deslegitima”, detalló.
Pérez Juárez no ve un retorno de Miguel Ángel Mancera a las posiciones de los liderazgos que lo impulsaron, sino que su posición centro-derecha será el común denominador de su gestión durante los próximos años.
“Ese será el tenor que se verá durante todo su gobierno. Todos los gobiernos sin tomar en cuenta si lo han hecho bien o mal tienen un desgaste natural. El PRD ya lleva varios años gobernando y ese desgaste se incrementa cuando su gobernante se aleja de las bases de izquierda. Eso lo van a aprovechar el PRI y el PAN para intentar recuperar a la ciudad”, indicó el experto.
Tanto Pérez Juárez como Quintanar coincidieron en que a pesar del actuar del Jefe de Gobierno capitalino, el PRD, aliado con Movimiento Ciudadano (MC), Partido del Trabajo (PT), aún podrá conservar la jefatura en 2018.
“La izquierda ha trabajado mucho por mantener su poder en el DF. Los programas sociales de López Obrador aún existen y eso trae consigo un clientelismo considerable. Aún con Mancera no será tan fácil arrebatar al DF”, dijo Pérez Juárez.
Pero Mancera podría lastimar la imagen de la izquierda en la Ciudad de México y dejar una herida abierta en los electores, que quizás se empiece a reflejar en las elecciones intermedias de 2015.
LA IZQUIERDA Y SU LUCHA POR EL PETRÓLEO
Sin duda alguna el mayor fracaso para la izquierda este año fue la aprobación de la Reforma Energética que cambió la Constitución Mexicana y abrió a los hidrocarburos mexicanos a la inversión de la Iniciativa Privada (IP) a través de contratos de utilidad compartida.
El PRD, MC, PT y Morena se enfocaron durante todo el año a oponerse a la reforma que cambió la reglas del juego en Petróleos Mexicanos (Pemex) y en la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
La lucha se agudizó a partir del segundo semestre de 2013. Se realizaron marchas, movilizaciones, López Obrador llenó el Zócalo capitalino en dos ocasiones.
Cárdenas y Obrador aparecieron juntos, se tomaron la foto, firmaron un acuerdo, hicieron un llamado a la población a oponerse contundentemente a la reforma.
El PRD y Morena emprendieron una campaña de recolección de firmas para solicitar una Consulta Popular sobre la propuesta del Presidente Enrique Peña Nieto, pero al final, tampoco sirvió de nada.
La defensa del petróleo mexicano, aunque fue la bandera de la izquierda durante el año, no logró unirla.
Las bases perredistas y de Morena fueron cada una por su lado y aún con la reforma en discusión en el Congreso de la Unión, los líderes del movimiento de Obrador y del Sol Azteca fueron incapaces de unir fuerzas.
El PRI y el PAN aplicaron al “aplanadora” a los Senadores y Diputados de la izquierda y finalmente la Reforma Energética se aprobó a nivel federal y en los congresos locales.
La izquierda anunció varias medidas a tomar a principios de 2014 para revertir la reforma, sin embargo, no se avizora a corto plazo una unión entre el movimiento de Obrador y los perredistas para contrarrestar la privatización de la renta petrolera.