Ciudad de México, 22 de diciembre (SinEmbargo).- En territorio Bávaro, un equipo de futbol es lo más preciado del lugar. De la mano de Pep Guardiola, joya catalana encumbrada en el FC Barcelona, el Bayern Munich se ha adjudicado una nueva copa en este 2013 tan exitoso en sus formas como de fondo. Apegados a una filosofía que hace cuatro años cambió al balompié mundial, el equipo más grande de Alemania tiene en su entrenador la extensión perfecta a lo que logró Jupp Heynckes la campaña pasada.
Aplastante paso en liga y en Champions League, el Mundial de Clubes recibió al Bayern en Marruecos. Mientras Guardiola describió a la justa como un trámite que había que cumplir, la FIFA organizó un campeonato que cada año se presenta como un traspié a la temporada del equipo europeo que logra ganar el mejor torneo del mundo a nivel de clubes. La Copa de Campeones de Europa da como premio representar a la UEFA antes los otros ganadores de cada confederación. El privilegio se convierte en un complicado vaivén logístico.
Junto al equipo de Munich, Ronaldinho arribó con su Atlético Mineiro como parte estelar del elenco. El brasileño no pasó de semifinales perdiendo la oportunidad de ganar luchar con el mejor equipo del mundo por el venerado trofeo. Fue el cuadro local, el Raja Casablanca quien eliminó al Mineiro para volver loca a una de las ciudades principales del país africano. Los jugadores del Raja, le quitaron hasta los zapatos de futbol a un Ronaldinho que se dejó querer. La fiesta de los anfitriones terminó ayer cuando se enfrentaron al Bayern.
Con un 2-0, en medio de un trámite futbolístico, Guardiola cumplió con la victoria visualizada, dedicándosela a Jupp Heynckes. Los bávaros ganaron su primer Mundial de Clubes después de dos Copas Intercontinentales en 1976 y 2001. En esta ocasión no se coronó campeón frente a un sudamericano, pero sí ante un estadio repleto que apoyaba a su cuadro local, ilusionado por dar la sorpresa. Con dos goles en los primeros 22 minutos, el equipo alemán se dedicó a tocar la pelota fiel a lo que ha profesado desde que apareció en la ventana internacional.
Después de un año sabático con largas caminatas en el Central Park de Nueva York, Pep arribó a principios de temporada con un perfecto alemán en su léxico, además de las renovadas ganas por triunfar en un equipo que se había convertido en el mejor del planeta. Fiel a sus principios, hablaba lo suficiente ante la prensa para después gesticular apasionado en el terreno de juego. Sus formas fueron absorbidas por su talentoso plantel. El Bayern Munich continuó ganando pero son la sensibilidad implantada por el catalán.
Pep ganó su título 17 en cuatro años de carrera. En 2011, frente al Santos de Brasil, lloró tras ganar el mismo campeonato por segunda ocasión. Ganador por excelencia, es la forma en la que juegan sus equipos lo que más se ha venerado del nacido en Sampedor. Diplomático y cauteloso, festejó el nuevo galardón que desde su perspectiva no cree merecer por no haber hecho el trabajo arduo el año pasado. En Munich, la gente vive ilusionada con un bicampeonato de la Champions League, además de construir una dinastía histórica.