Ciudad de México, 16 de diciembre (SinEmbargo).– “Sos una bestia, hijo de puta. Te felicito”, le dijo Gustavo Matosas a Rafael Márquez mientras lo abrazaba en medio de la cancha del Estadio Azteca. El León consiguió su sexto campeonato frente a un equipo que ha dominado la liga mexicana los últimos dos torneos. Poco más de un año después de la llegada de Carlos Slim Helú a las arcas del conjunto esmeralda, una estrella más será bordada en un escudo tradicional del balompié nacional. En ese fortín en el que se ha convertido el Coloso de Santa Úrsula, 11 verdes controlaron sus emociones conscientes de que tenían el marcador global a su favor ante un rival desbordado e inoperante.
Milton Quieroz, “Tita”, es el último gran ídolo del León. De sus pies nacieron 16 goles en la Temporada 1991-1992, claves para coronar el quinto título esmeralda. De la mano de Víctor Manuel Vucetich doblegaron al Puebla en tiempo extra. Dos décadas ha durado la historia repetida de memoria en una ciudad enferma por la pelota. La estela dejada por aquel cuadro con Turrubiates, Fabián, Castañeda y Uribe, entre otros, por fin puede descansar para abrirle paso a nuevos apellidos. En el terreno de juego más simbólico del país, una historia se reconstruye con un triunfo rimbombante. Un 5-1 global, tan contundente como merecido, puso punto final a un sueño egocentrista del bicampeonato para darle paso a otro con un proyecto que espanta al resto de los dueños de la Liga Mx.
En León la vida no vale nada, según la palabra venerada de José Alfredo Jiménez. El dicho representativo se quedó de lado cuando Jesús Martínez, presidente del Grupo Pachuca, anunció con emoción la llegada al consejo del ingeniero más rico del mundo. Slim Helú se dejó ver en el partido de ida, donde firmó autógrafos y además regaló iPads y iPhones a los futbolistas tras la victoria. Adinerado, el conjunto leonés se ha coronado con todo el mérito deportivo sustentado en una sólida organización con mucha visión. Un equipo que supo ser grande, hoy vuelve a reclamar su legado. Después de una década en el ascenso, le tomó un año y medio consagrarse como el mejor del país.
La lectura de la sexta estrella tiene varios protagonistas que reflejan la magnitud del triunfo esmeralda. Rafael Márquez pasó 10 años en Europa consagrándose como el mexicano más ganador en la historia. Lejos del área rival, su palmarés no le permite competir con los cinco Pichichis de Hugo Sánchez para ser considerado el mejor futbolista nacional de todos los tiempos. Se fue de México con 20 años y regresó con dos Champions League en su espalda. Arribó al León tras una tormentosa aventura en Estados Unidos para dejar claro el peso de su calidad, a pesar de que muchos lo daban por terminado. Anoche consiguió su primer campeonato de la liga azteca en su segunda final, tras aquella dolorosa derrota con el Atlas frente a Toluca antes de su partida.
El 4 zamorano alzó el trofeo de campeón y, además, está a las puertas de su cuarto Mundial. El conjunto esmeralda resurge de una era oscura donde la gente era lo único pasional que había en el Nou Camp. Reorganizados en la directiva, le tocó a un uruguayo apasionado ser el arquitecto con la materia prima. Gustavo Matosas fue campeón en Liga de Ascenso y la noche del domingo interrumpía la labor de los reporteros de Televisa que buscaban la palabra de los ganadores. Con físico de futbolista, el exjugador es reconocido como un factor importante desde el banquillo. El León era una imagen de su director técnico cuando apretaba los dientes para presionar. En la final se midieron frente a un conjunto soñador con el bicampeonato. Equiparadas las fuerzas, fue la inteligencia la que definió el cotejo. Miguel Herrera, «El Piojo», preocupado más por el arbitraje, se fue expulsado. Matosas le dio un abrazo cuando iba al vestidor.
En el medio campo hay joyas pulidas desde el sacrificio. Carlos “Gullit” Peña, Juan José Vázquez y Luis Montes son un tridente generador de futbol como pocos en México. Los tres jugadores han sabido tragarse el mal sabor de boca que significa jugar en el Ascenso, donde las patadas son prioridad antes del buen juego. Pacientes, como su forma de jugar, arribaron a León por caminos distintos pero destinados a entenderse. Desde esa parte medular del campo, la gloria deportiva fue generándose a fuego lento. Después de tres torneos en el máximo circuito, una ciudad se entrega a su simbolismo pasional resurgido de la indiferencia nacional. Los tres mediocampistas son el estandarte de este movimiento regional que funge como institución deportiva pateando una pelota y asociándose como nadie. El «Gullit» llevó su apodo hasta el extremo, convirtiéndose en una calca de aquel gran holandés que brilló con el Milan. A Vázquez le dicen «El Gallo». Madrugador en el quite y bravo a la ahora de picotear el área rival con mucha casta. Montes pone la finura del buen toque para contrarrestar el empuje de sus compañeros.
En los extremos de la cancha, hay dos personajes esenciales. Mauro Boselli ha ganado dos Copas Libertadores. En su palmarés sólo tiene un título de liga con Boca Juniors. Llegado a León, jugó con la categoría que implicaba su trayectoria. El argentino terminó este Apertura con 9 goles en 7 partidos, haciéndose presente en el Azteca con su furtivo festejo como de costumbre.
William Yarbrough festejó la anotación de su compañero desde la portería con los guantes bien puestos. Rubio, con cara de niño, fue un monstruo en el recinto futbolístico nacional por excelencia. Oriundo de Aguascalientes y de padre estadounidense, ha dejado claro que su futuro será brillante si no se pierde en los vicios de la inflación mediática que todo futbolista de calidad experimenta. Fue la figura del partido.
De aquel lejano 1992, han pasado 21 años. Diez de los cuales León no tuvo futbol de Primera División. Después del tormentoso paso del Tri por las eliminatorias, un equipo esmeralda ha reconciliado el amor del aficionado en general hacia la pelota. Una historia de tradición gobierna el futbol nacional. Su resurgimiento es un éxito empresarial para Carlos Slim Helú, quien no compra nada que le mueva los sentimientos, pero experto en sus instintos previamente sustentados con un estudio de mercado.
En plena lucha de poder con las grandes televisoras del país, el magnate le ha ganado la primera batalla seria a Emilio Azcárraga Jean, dueño de Televisa y del América. Mientras esa rivalidad entre los grandes millonarios de México se agranda y es tema de columnas políticas y financieras, un desfile multitudinario pondrá hoy a la ciudad guanajuatense de cabeza. La vida sí vale, y mucho en León… todo gracias a una billetera llena, con el permiso del gran Jose Alfredo.