Ciudad de México, 10 de diciembre (SinEmbargo).- Nueva York es un sitio distinto en el planeta. Con tanto que ofrecer, se entrega a sus equipos deportivos para hacerse entender mejor al resto del mundo. En el Yankee Stadium, un equipo de beisbol legendario acaba de tener una temporada frustrante tan poco habitual en las Grandes Ligas. Por cuarto año consecutivo, la ciudad que nunca duerme se quedó sin festejar un título de campeonato. Mientras eso pasaba en el Rey de los deportes, dos franquicias de la NBA establecidas en la Gran Manzana, construían rosters para ser contendientes de altura para Lebron James y el Miami Heat.
El domingo por la noche, el Madison Square Garden, con cerca de 20 mil personas en sus butacas, abucheó a los New York Knicks tan alejados de la expectativa causada hace unos meses con el inicio de la temporada. Sin mesura económica, la organización le ha dado a Carmelo Anthony material suficiente para convertirse en el jugador ganador que siempre soñó ser cuando enfrentaba a James en la preparatoria disputándose el mote de ser el mejor del país. En aquella lejana década de los 90, con Patrick Ewing, John Starks y Charles Oakley asaltando las fibras emocionales de los neoyorquinos, el Madison fue un fortín que sólo se rindió ante Michael Jordan. Hoy, le ha dado la espalda a su emblema.
“No puedo tener jugadores que salten a la cancha para hacer lo que han hecho esta noche», declaró tajante el coach Mike Woodson tan apenado como enfadado. Los Boston Celtics, reducidos a equipo de reparto tras la marcha de Terry, Garnett y Pierce a Brooklyn, le dieron una paliza histórica que remarca una crisis que empezó siendo deportiva para volverse institucional. Cuando el tablero electrónico marcó el final del partido dejando la puntuación 73-114, una afición leal perdió la paciencia generando un abucheo pocas veces visto en el recinto honorable. La octava derrota como local fue la gota que derramó el vaso.
La semana pasada, el clásico de la ciudad alicaído con sus equipos lejos del destino de celebración que se planificó desde un principio, se llevó acabo en Brooklyn. Los Knicks vencieron por 30 puntos a sus vecinos adinerados que tampoco encuentran el camino imaginado. Los Nets son un equipo tradicionalmente por debajo de las aspiraciones de los grandes de Nueva York. La aplastante victoria le dio un poco de orgullo para presumir a esa gente que no había dejado de lamentarse desde que empezó esta 2013-2014. Este fin de semana, los Boston Celtics arribaron a Madison Square Garden como la víctima perfecta para continuar con el paso ascendente.
La franquicia que encumbró Larry Bird, vive momentos delicados sin muchas aspiraciones para competir. Con un registro de 10-12, dieron una lección magistral ahondando una problemática que muchos habían desechado. Los 41 puntos de diferencia son hasta ahora la peor derrota en lo que va de la campaña. «Es un paso atrás. Pensé que había pasado lo peor», dijo alicaído Woodson quien en dos años y medio, no ha podido hacer que el talento de Anthony se vea reflejado en campeonatos. Las claras victorias ante los Nets y Orlando Magic, habían generado las esperanzas de una recuperación notoria. El revés frente a Boston no solo tiro por la borda esa idea, sino que instaló sensaciones de una nueva crisis.
Es la tercera derrota más abultada en la historia de la franquicia neoyorquina, solo por debajo de los descalabros por 50 puntos en la 2009-2010 frente a Dallas y los 43 en la 2001-2002 ante los Hornets. Los Knicks, con 86,8 millones de dólares en salario, son la segunda plantilla mejor pagada de la NBA solo por detrás de la de Brooklyn que tampoco encuentra el rumbo. Hasta ahora, una de las tradiciones más marcadas de la mejor liga del mundo sufre la poca efectividad de una quinteta que el dinero construyó. Woodson podría perder su puesto en los próximos días, mientras una afición planea seguir abucheando.
