Ciudad de México, 17 de noviembre (SinEmbargo).- En el sur de Sudáfrica, en la ciudad de Polokwane, México enfrentó a Francia en el primer Mundial africano de la historia. En la grada, los aficionados abrigados de pies a cabeza, intentaron ponerle calor al ambiente medio adormilado por el partido entre dos equipos que no habían enseñado mucho en el primer partido de la justa. Entre las banderas de los dos equipos, mientras algunos discutían sobre cuál de los dos himnos era el más bonito del mundo, unos irlandeses abrazaban a los mexicanos, como si fueran hermanos de toda la vida.
En la clasificación, los galos tuvieron que disputar su pase en repechaje frente a una Irlanda que se sentía con argumentos para clasificar. Francia tenía la obligación de todo equipo grande por acceder al torneo más importante de todos. En París, en el duelo de vuelta, los nervios iban y venían conforme La Marsellesa se entonaba previo al choque de las dos escuadras. Lo que muchos analizaron como un partido que los locales podrían sacar adelante, pronto se pintó como una guerra sin armas, en busca de una pelota. Los irlandeses pelearon, hasta que un acto vergonzoso ensució lo que era un partidazo.
Thierry Henry es uno de los mejore jugadores de todos los tiempos para los franceses. Su estilo fino lo catapultó como un delantero certero capaz de colocar la pelota en el ángulo previamente imaginado por su cerebro. Ese día comandaba el ataque y las esperanzas de una nación apasionada por el deporte en general. Lejos de sus capacidades conocidas, una mano suya al borde del área grande sirvió de ayuda para continuar con la pelota viva mientras los irlandeses reclamaban airosos. La jugada continuó bajo la mirada del mundo asombrado. Francia anotó y cuando el árbitro apuntó para el centro del campo dando el gol como legítimo, la injusticia se consumó.
Tres partidos jugó el equipo dirigido por el excéntrico Domenech en Sudáfrica, siendo eliminado por Uruguay y México. Tres años más tarde, con miras a Brasil 2014, volvieron a terminar en el mismo lugar, muy alejados de los clasificados directos. En el grupo, España les ganó el primer lugar, conformándose con jugar dos partidos extras. Mientas esperaban rival, la prensa deportiva recordaba ese capítulo funesto del futbol mundial que se quedó sin castigo. En el aire, ningún equipo involucrado quería enfrentar a los galos por distintas razones.
Cristiano Ronaldo fue de los primeros en ser claros. El lusitano dejó claro que su deseo era evitar a Francia como rival por el pase directo al Mundial sudamericano. El argumento no fue deportivo como muchos esperaban, sino fue un claro mensaje al francés Michel Platini, presidente de la UEFA. Cuando se dio el sorteo, los ucranianos no fueron felices al ver que su destino tenía cita en París. Sin embargo, un equipo potente vestido de amarillo, tenía pensado jugar como nunca para evitar cualquier especulación. El partido de ida fue una prueba de ello.
La última vez que Francia no fue a una Copa del mundo fue hace 20 años cuando cayó eliminada ante la sorpresiva Bulgaria para Estados Unidos 94. Cuatro años más tarde fueron anfitriones y campeones, iniciando un lustro donde dominaron el planeta del balón. La actualidad los tiene en la lona con un 2-0 encima, y un sinfín de críticas hacia sus jugadores, en especial a Ribey, máximo favorito para ser Balón de Oro. Deschamps, entrenador de la escuadra, tiene un compromiso complicado. Los galos podrían ser la gran ausencia en Brasil .